domingo, 16 de junio de 2019

Con una intensidad cautivadora...




El 16 de junio de 1996, evaluando lo que podría organizar para mi cumpleaños el día siguiente, decidí invertir la tradición: en lugar de estar a la espera de los regalos, emprendí la composición de una obra para coro mixto, misma que sería mi regalo a todos con motivo de mi cumpleaños. Así, en un par de horas, nació "Dios te bendiga", para coro mixto, usando el texto de la conocida "Bendición Aarónica", como se lee en el Libro de los Números 6:24-26:

"Dios te bendiga, Dios te dé protección; Dios haga resplandecer su rostro sobre ti; Dios tenga de ti misericordia y vuelva su rostro a ti. Y Dios te conceda la paz.'"

La pieza, marcada con el número 40 en el catálogo de las obras musicales de mi autoría, se estrenó justo una semana después, en el Auditorio "Josefa", de Querétaro, Qro., con la Filarmónica de Querétaro y los Coros "Convivium Musicum" y de la entonces Escuela Nacional de Música-UNAM.


Poco tiempo después, tuve oportunidad de dirigir un concierto de la Sinfónica de Xalapa; al negociar el programa, solicité que fueran incluidas dos obras corales mías: “Poor Soul” y “Dios te bendiga”, en las que participara el Coro de la Universidad Veracruzana. La administración de la orquesta me proporcionó una copia del audio de la grabación en vivo del concierto, que se llevó a cabo en el Teatro del Estado. De regreso a casa, hice una copia del audio de “Dios te bendiga” y la envié a mi madre, en Cd. Victoria, Tam.

En una de las conversaciones telefónicas que tuve con ella, de repente me dijo:

-“Oye, no voy a volver a escuchar el disco (compacto) que me enviaste con la obra de
     coro”.

Me quedé muy sorprendido, pensando que, quizá, la obra había sido tan de su desagrado, que había decidido no escucharla de nuevo. Tras unos segundos, pregunté:

-       “pero, ¿porqué, mamá?”

Contestó:

-       “Pues mira: a media mañana, al terminar de lavar los trastes, barrer y trapear, decidí sentarme en la sala a escuchar tu disco. La pieza del coro me gustó de inmediato, pero conforme avanzaba, mi presión arterial empezó a subir muchísimo, al punto que, en cierto momento, sentía como que ya no podía respirar más…¡y apagué el tocadiscos! Ni siquiera la pude terminar de oír! Por eso te dije que no la volveré a oír.”

Confieso que, quizá movido por el morbo de mi ego, me sentí muy halagado porque entendía que la pieza tenía una tremenda fuerza expresiva, muy compacta (la pieza dura escasos 6 minutos) y contundente.  Conociendo a mi madre, que con frecuencia emitía, desde su intuición, juicios certeros y demoledores sobre las distintas exposiciones musicales que compartía con ella, mi satisfacción creció pues la pieza había logrado impactar el espíritu de alguien tan musicalmente exigente como lo era mi madre.

En las distintas ocasiones que he presentado esta pieza, las reacciones han sido muy similares, a veces idénticas. Una que me conmovió mucho, fue la exposición que hizo, de memoria, el Coro A Capella, de la Sinfónica de El Cairo (Egipto): ese coro, integrado por 80 jóvenes musulmanes, cantó esta pieza, con texto de origen judío, pero en español, desde el fondo de su corazón, con una intensidad cautivadora y arrebatadora.

Pero luego he pensado: ¿no será que esa fuerza expresiva de la pieza constituye un serio posible problema de salud, si es escuchada sensiblemente por personas con debilidades cardiovasculares???

©SergioIsmaelCárdenasTamez, 2019.