miércoles, 14 de abril de 2010
EL CANTO DEL CISNE DEL ROMANTICISMO
EL CANTO DEL CISNE DEL ROMANTICISMO
por Sergio Cárdenas*
Compuesta entre enero y noviembre de 1874 y revisada en el transcurso de los siguientes 15 años, la Sinfonía Nº 4, en Mi-bemol mayor, de ANTON BRUCKNER, es la única a la que dió un título: la llamó “Romántica”. En el contexto de la obra sinfónica bruckneriana, la Sinfonía Nº 4 tomó un lugar destacado desde su estreno mismo ( 20 de enero de 1881, en Viena, dirigida por Hans Richter ) : fue la primera sinfonía que el público acogió con singular entusiasmo, hecho que BRUCKNER apreció mucho, sobre todo después del fracasado estreno de su Sinfonía Nº 3. Sin embargo, los detractores del ansfeldense, a quien ya denominaban “ el compositor de los culebrones sinfónicos “, no se dieron por convencidos. Uno de ellos, Max Kalbeck, escribió en ocasión del estreno de esta obra, lo siguiente:
“ La nueva sinfonía, en mi-bemol mayor, de Anton BRUCKNER, es la obra de un niño, con fuerza de gigante. Un Hércules niño, que en su cuna estrangula dos serpientes, haría quizá la música de una manera similar... En las ideas de la obra domina el desorden de un aprendiz donde todo está por encima y revuelto con todo y sólo el aprendiz sabe donde están las cosas. Precisamente las ideas más banales y cotidianas son tejidas hasta el infinito en exceso, mientras que lo verdaderamente original y valioso se pone a un lado y no se le presta atención. “
La Sinfonía Nº 4 de BRUCKNER ha gozado de una popularidad que no ha disminuído ni con comentarios como el anterior.
¿ Qué tiene de “romántica” esta sinfonía ? Muchos pensarán, de entrada, que se trata de una obra programática o descriptiva. Algunos, en efecto, se ha ido con esta finta al constatar un supuesto “programa” que BRUCKNER mismo comentó a su primer biógrafo, August Goellerich, sobre el primer movimiento: “ Ciudad medieval - amanecer - de las torres citadinas suenan las campanas - las puertas se abren - los jinetes saltan sobre briosos corceles y se van al campo libre - murmullos del bosque...”Pero cuando se le preguntó sobre el último movimiento, BRUCKNER respondió : “Pos ya ni me acuerdo lo que pensé sobre eso“, con lo que de golpe quedaba descartado el supuesto carácter programático de la sinfonía.
Los románticos, como bien lo señalaba Schlegel, aspiraron a mantener viva la luz interior que la Ilustración amenazaba con extinguir. De ahí su regreso a la naturaleza para “ descubrir su espíritu, penetrarlo, acogerlo y transmitirlo con todo el corazón “ ( C. D. Friedrich ) para así “ volverla a ganar “ ( F.W. Schelling ).
El compositor romántico, al elaborar desde el interior, configura sus obras de tal manera que la fragancia que de ellas emana se vuelve una nube apenas perceptible que transpira plenitud: su meta es la trascendencia de la naturaleza misma, es decir, de la materia. Así, el compositor permanece como sacerdote, como Novalis decía del verdadero poeta.
Y si hay un compositor que sea la encarnación misma del romanticismo, ese es ANTON BRUCKNER. En él encuentra voz el mundo de los sentidos de manera orgiástica; su fuerza seductora es mágica e irresistible, pero sin el “veneno erótico” de Wagner, su admirado maestro; su música combina la solemnidad, que borda con lo sepulcral, con la audacia vital; es católica en cuanto encierra todas las contradicciones de este mundo y es mística porque aspira a enderezar lo torcido, aunque se aleje de clasicismos. La esencia de la música bruckneriana no se limita a sus temas y por ello no es superficial, sino que tiene un movimiento corpóreo expansivo cargado de tensión que culmina en verdaderas erupciones como nunca se han oído ni antes ni después de BRUCKNER.
En este compositor el sonido primero se configura a sí mismo y a partir de ahí se desenvuelve la obra. O como decía Kleist, “ su contenido está en su formulación.” Tal es también la naturaleza de la Sinfonía Nº 4: la obra se inicia con un motivo musical tocado por el corno francés sobre un “tapete” de las cuerdas en ‘trémolo’. Si bien podemos decir que este motivo es un tanto arcaico y elemental, también podemos decir que este inicio es representativo de la quintaesencia del “melos” instrumental bruckneriano: el motivo tiene necesidad de ser desarrollado continuamente, lo que lo hace “ salirse de sí mismo para regresar a sí mismo en una eterna transformación “ ( F. Schlegel ) que culminará con la enunciación del motivo en su forma original al final del primero y cuarto movimientos.
Las sinfonías brucknerianas se “construyen” de manera continua; la alternancia de pasajes de majestuosidad hímnica con los de una tranquilidad lírico-nostálgica se presenta con tal ritmo orgánico que hace a las sinfonías “respirar” con naturalidad. A veces encontramos melodías que tienen la solemnidad de una marcha fúnebre, como la que abre el segundo movimiento a cargo de los violonchelos, o una melodía que parece no serlo y que deambula “sin brújula” por el campo, como la extensa melodía asignada a las violas en este mismo movimiento. Lo folclórico también está siempre presente en BRUCKNER: en esta sinfonía lo encontramos en el tercer movimiento ( Scherzo ), con sus fanfarrias, propias de una jornada de caza, a cargo de los cornos franceses. Sobre la parte central de este movimiento ( Trio ), el compositor escribió: “ Aire de danza durante la comida en la jornada de caza. “
Una de las influencias más marcadas que encontramos en este archicatólico compositor es, paradójicamente, de origen protestante. Me refiero al “coral luterano”, ese himno del norte de Alemania de ritmo pausado y expresión austera. BRUCKNER usó esta forma musical en todas sus sinfonías, siempre asociándola con la muerte. En el último movimiento de esta Sinfonía Nº 4, en la Coda para ser más exactos, BRUCKNER recurre al uso del coral luterano. Teniendo como
base un ritmo ostinado, adusto y pesante, el coral emerge incontenible y con una amplitud cósmica majestuosa, trascendente y liberadora a la vez. Sobre este coral BRUCKNER dijo que era “ el canto del cisne del romanticismo. “
*Profesor Titular de Carrera en la Escuela Nacional de Música de la UNAM (México).
© Sergio Ismael Cárdenas Tamez
Artículo publicado en el libro ESTACIONES EN LA MÚSICA, de la Serie Lecturas Mexicanas, del CONACULTA (MÉXICO).
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