sábado, 11 de septiembre de 2010
Beatriz MACÍN: La hermosa terquedad de ser leal a sí mismo.
Texto leído por su autora en la presentación del libro UNA DIMENSIÓN NO LINEAL (Cuadernos de El Financiero), de SERGIO CÁRDENAS, el 10 de septiembre del 2010 en la Casa de la Cultura de Tamaulipas en la Ciudad de México.
La hermosa terquedad de ser leal a sí mismo
Comentario de Beatriz Macín(*) en la presentación del libro UNA DIMENSIÓN NO LINEAL, de Sergio Cárdenas (Cuadernos de El Financiero).
Hay una frase de mi padre, Raúl Macín, filósofo, teólogo y escritor, que ahora retomo porque considero que es perfecta para definir a Sergio Cárdenas en cuanto a su trabajo y su creación: es el vivo reflejo de la hermosa terquedad de ser leal a sí mismo. En el ensayo que da nombre a este libro, nos habla de la posibilidad de volverse otro sin dejar de ser lo que se es y con su quehacer nos demuestra que en los ámbitos en los que se desenvuelve no ha renunciado a nada de lo que le ha formado; al contrario, siempre encuentra elementos para enriquecer esa formación. Además, si algo lo distingue es la capacidad de compartir. No hay un solo gesto de egoísmo en su actitud ni en su desempeño. Parte de ese compartir es este libro que ahora nos ocupa, y nos ocupa muy bien, por cierto.
Una dimensión no lineal nos ofrece diez ensayos sobre la música y otros temas. Pero no sólo eso, el autor nos da todo un contexto, nos explica, nos enseña y nos ilustra con toda la vocación de un educador; y tan bueno es que al iniciar la lectura inmediatamente se empiezan a aclarar muchas cosas que debieron ser obvias desde hace tiempo si uno realmente fuera un buen escucha. Como sucede en no pocas ocasiones a lo largo de la vida, no lineal, cierto, en esta ocasión y con su guía reaprendemos a leer y a escuchar. Sergio Cárdenas nos hace cobrar conciencia de nuestra relación con la música, lo vital que resulta en nuestra cotidianeidad, lo mucho que nos alivia y alimenta, cómo se convierte en un puente para alcanzar la trascendencia cuando finalmente la integramos, la asumimos y le permitimos que nos envuelva y nos lleve a espacios que de otra manera jamás conoceríamos. El autor nos pide trabajar esta relación, cortejar a la música como lo que es: una compañera de vida.
Una dimensión no lineal incluye varios aspectos. Uno histórico, uno técnico, el crítico, y otro que es el que le da su invaluable oportunidad: el subjetivo, el íntimo. Sergio desmenuza eso que nos quiere transmitir, lo analiza con reconocida autoridad para sus lectores, cuestiona, fundamenta y concluye. Más fácil imposible. Por ejemplo, si lo observáramos estudiar, seguro no tendría un metrónomo sobre el piano, y nos dice por qué. Ojala mi abuela hubiera leído este libro, como su alumna de piano me habría ahorrado muchas angustias, y hasta ahora se por qué.
La música y la vida en una perfecta analogía; hay que asumir la lucha por conservar su ritmo, su riqueza, su energía, su pureza, su pasión, la frustración y la recompensa. La música exige una reacción, una respuesta, imposible quedarse indiferente ante ella, exactamente igual que con la vida; porque de hacerlo, nos estaríamos perdiendo de todo.
“De la memoria y el recuerdo, del texto y de la huella, surgen dos constituyentes esenciales del hombre: la palabra y el silencio”, nos dice Félix Duque (1) en La humana piel de la palabra. En Una dimensión no lineal encontramos el reconocimiento al valor de cada uno de estos conceptos: texto, huella, palabra y silencio. Sobre todo la palabra (voz) y el silencio. El autor comparte con nosotros lo que le es esencial, familiar, la fuerza que lo impulsa. Generosamente nos ofrece un consejo: apreciar el silencio, volver un poco a la virginidad auditiva; y después, sin influencia ni manipulación, escuchar las grandes obras musicales. En vivo, de preferencia, para contagiarnos de la emoción y de la entrega de los ejecutantes y de su director. Circunstancia deseable al iniciar cualquier relación: volver a ser ingenuo, convertirnos en la temida página en blanco del escritor, ser merecedores de esa entrega. Con la música, como lo plantea Sergio Cárdenas, eso es posible.
Sergio ve lo invisible. Tiene lo que los menos sensibles llamamos vocación. Pero por suerte no nos olvida. En su compartir enriquece su capacidad de dar, y lo vuelve a compartir.
El poeta es el vigilante de la palabra del ser, afirmaba el filósofo alemán Heidegger (2) aludiendo a Hölderlin (poeta lírico) (3). Cárdenas es quien nos sugiere cómo la música nos pertenece, o mejor dicho, cómo le pertenecemos a la música. De acuerdo, esta es una relación dialéctica. Él vigila el ritmo del ser y debemos acompañarlo para adquirir, conservar o preservar esa cadencia. La música es luz, es espacio, es ensueño, es libertad. ¿Se imaginan a alguien más libre?
El arte no se presta para fingir, nos dice. El arte nos desnuda y no por ello nos deja desprotegidos. Nos regresa a nuestra condición natural, más humana. Nos obliga a reconocernos, a sumarnos, a ser agradecidos.
¿No creen en los milagros? ¿En las maravillas? Sergio Cárdenas parece que sí. Basta observar la esperanza, la sorpresa, la fe que profesa al hombre, al ser humano. Una dimensión no lineal nos incluye a todos.
Como buen maestro, nos cuestiona: ¿la música es un mero ornamento para guarnecer las noches vacías… o para disipar o avivar el silencio de la soledad…? Puede ser, claro. Pero cuando nos damos cuenta, la música supera cualquier compañía y nos dejamos sorprender ante un amanecer escuchando, ahora sí escuchando, como nunca antes satisfechos, la voz divina, los acordes mágicos de una entrega sinfónica, rítmica, natural, obediente a la batuta del Maestro Cárdenas. Su magia llena de sonidos la ausencia de lo material, nuestra soledad se ve enriquecida, agradecida, bendecida.
Sergio Cárdenas nos presenta un nuevo concepto: discurso sonoro. Sentimos su solidez, su tibieza. Qué fácil dejarnos envolver, necesitamos dejarnos envolver. El maestro es un creador. Es un transformador, como pocos, muy pocos. Solo el movimiento lleva a la transformación. Sergio identifica plenamente el movimiento; es incapaz de quedarse indiferente, se rebela ante la posibilidad de la negación, está bien plantado, dirían las abuelas.
El discurso sonoro nos obliga a poner atención. No es un discurso cotidiano.
Escuchar, dejarse invadir, estar dispuesto a ser seducido, contonearse a ese ritmo particular. Integrarnos, alimentarnos. Es el tiempo y el espacio en los que ‘el yo se concede el derecho a ser extraordinario’. Somos extraordinarios y la conciencia de ello se la debemos a estas páginas. Cárdenas nos reconoce como especiales, eso nos agrega valor; el cuidado que nos pone, nos agrega valor; que se encuentre hoy entre nosotros, nos agrega valor; que sea mexicano, tamaulipeco, nos agrega valor. Que nos tolere como nos tolera, le agrega valor a él y se lo agradecemos, ¿o no?
Su trabajo transforma lo creado y crea lo que después tendrá que transformarse. ‘Eclesiastés’ significa el que habla delante de la eclesía, de la asamblea, del pueblo: el maestro Sergio nos enseña a escuchar para que tengamos derecho a reír, a llorar. Nos convierte en su asamblea.
Nos dice que el arte ayuda a recrear la existencia, a generar o recuperar el amor, el respeto a la vida. Solo el que ama es capaz de trabajar para transformar; compromiso ineludible consigo mismo.
Amándola, aprendemos a conocer la música. Conociéndola, aprendemos a amarla. Círculo perfecto, amor eterno, inacabable.
En este texto percibimos que Sergio Cárdenas ha cedido a la tentación de la conquista, asunto fácil, para dar paso al servicio, que es entrega, que es aportación, movimiento, conciencia.
La Biblia nos habla de Tesalónica, la ciudad de la esperanza, en la que deberíamos habitar todos de alguna manera; y seguimos buscándola porque la necesitamos para adquirir fuerza. En nuestro Tamaulipas querido, en nuestro México amado, necesitamos la esperanza, el silencio y los acordes que se sometan como nosotros no solo al temperamento del músico, sino a la palabra tan bien armonizada, a la verdad tan bien reconocida y a la propuesta cultural nunca antes mejor planteada que Sergio Cárdenas representa y que plasma en este texto.
Ha sido el primero en exigir que la cultura y las artes estén consideradas dentro de los derechos fundamentales del mexicano que enuncia la Constitución Política. Les recomiendo ampliamente el ensayo El verdadero aliento de vida, discurso que pronunció en mayo de 2007 ante los poderes constitucionales del estado de Tamaulipas, durante la ceremonia en la que recibió la Medalla al Mérito Luis García de Arellano. Cuando esto se logre, no debe haber duda de ello, otro será este país.
Mientras, empecemos por reconocer que nuestro caminar no es lineal, que nuestras expectativas no son lineales; que aunque la línea recta sea la más corta, son más desafiantes, más formadoras, más enriquecedoras, las dimensiones no lineales.
Muchas gracias.
* Beatriz Macín es la Directora de la Casa de Cultura de Tamaulipas en la Ciudad de México (Ernesto Pugibet 173, Centro Histórico. casadeculturadetamaulipas@yahoo.com.mx ). Texto leído por su autora el 10 de septiembre del 2010.
(1).- Félix Duque Pajuelo es licenciado en Filosofía y Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, y doctor por la misma universidad en 1974 con la tesis: Experiencia y sistema. Una investigación sobre el "Opus postumum" de Kant. Entre 1974 y 1982 ha impartido Antropología, Filosofía de la Naturaleza y Metafísica en las Universidades de Madrid (Complutense), Valencia y Madrid (Autónoma). Entre 1982 y 1988 ha sido Catedrático de Metafísica en la Universidad de Valencia. Durante ese período ha sido Gastprofessor en el Hegel-Archiv der Ruhr Universität Bochum entre los años 1983-1985 y 1987-1988. Desde 1988 es Catedrático de Filosofía (Historia de la Filosofía Moderna) en la Universidad Autónoma de Madrid. Su investigación se orientó primero hacia la antropología, la filosofía de la naturaleza y la hermenéutica. En la actualidad investiga sobre las doctrinas del idealismo alemán y del romanticismo, así como sobre filosofía de la técnica y de la cultura, mito y religión, y también arte contemporáneo (postmodernismo).
(2).- Martin Heidegger (1889 - 1976) fue un filósofo alemán. Estudió teología católica y luego filosofía en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, y fue discípulo de Husserl, el fundador de la fenomenología. Comenzó su actividad docente en Friburgo en 1915, para luego enseñar durante un período (1923–1928) en Marburgo. Retornó a Friburgo en ese último año, ya como profesor de filosofía.
(3).- Johann Christian Friedrich Hölderlin (1770 –1843) fue un poeta lírico alemán. Su poesía acoge la tradición clásica y la funde con el nuevo romanticismo.
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