viernes, 20 de agosto de 2010

Inauguración en Reynosa (Tamaulipas, México)




El 17 de agosto, 2010, en el contexto del Concierto Inaugural del Centro de Arte y Cultura del PARQUE CULTURAL REYNOSA, dirigiendo unas palabras al Ing. EUGENIO HERNÁNDEZ FLORES, Gobernador de Tamaulipas, y a su esposa, ADRIANA GONZÁLEZ DE FLORES, en reconocimiento al apoyo brindado al arte y la cultura. Entregué al Ing. Hernández Flores, una partitura encuadernada en piel de mi obra HUAPANGOS, para orquesta sinfónica, que está dedicada a él y al pueblo de Tamaulipas.

sábado, 14 de agosto de 2010

PARQUE CULTURAL REYNOSA

El martes 17 de agosto, 2010, será inaugurada la nueva joya de la cultura tamaulipeca: el PARQUE CULTURAL REYNOSA, obra cumbre de la administración gubernamental del Ing. EUGENIO HERNÁNDEZ FLORES, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Tamaulipas (México).
Es un honor para mí es tener el privilegio de haber sido invitado a participar en tan memorable acontecimiento dirigiendo el CONCIERTO INAUGURAL que ofreceré con la vibrante ORQUESTA SINFÓNICA de la ESCUELA NACIONAL DE MÚSICA-UNAM (Ciudad de México) y con las espléndidas colaboraciones de los jóvenes talentos musicales mexicanos ALAN PINGARRÓN (tenor) y LUIS GERARDO VILLEGAS (director sinfónico en funciones de rapero).





miércoles, 11 de agosto de 2010

Mostrar la propia manera de oír el mundo.

En las páginas 34 y 35 de la edición correspondiente a los meses de agosto-septiembre, 2010, de IBERO, Revista de la Universidad Iberoamericana, se publica mi colaboración titulada "Mostrar la propia manera de oír el mundo".

                                                  

Mostrar la propia manera de oír el mundo,
por Sergio Cárdenas*

“No hay nada exterior que no sea anuncio de lo interior”
Paracelso

En julio del 2007, participé por quinto verano consecutivo como director huésped de la orquesta Collegium Musicum, de la Academia Internacional de Verano del Castillo Weissenstein, de Pommersfelden, Alemania. Como en los dos veranos anteriores, había tenido yo la oportunidad de recomendar a jóvenes talentos musicales mexicanos (eran siete en aquella ocasión) para que participaran en esa orquesta, midiendo sus conocimientos y capacidades con otros 60 jóvenes de distintas partes del orbe. En ese año del 2007, me tocó dirigir el  programa de la tercera semana. Tras mi arribo, me reuní con los jóvenes mexicanos para intercambiar experiencias de las dos semanas que ellos ya llevaban de participar en la Academia. Además de  contarme su entusiasmo por tener esa magnífica oportunidad,  me comentaron de igual manera algo que, en mi experiencia, reflejaba una cierta constante en Europa hacia todo lo no europeo: no se explicaban porqué a uno de ellos, contrabajista, quien había tocado la mejor audición/evaluación  al inicio de la Academia, lo habían mandado al último atril de su sección, siendo que no sólo era quien mejor había tocado de entre los contrabajistas, sino quien mejor había tocado de toda la sección de cuerdas de la orquesta.
Procedí entonces a conversar con el director artístico de la Academia, indagando sobre ese hecho “curioso”. A mi cuestionamiento, el director se puso nervioso y dijo estar sorprendido de mi pregunta, pero accedió a revisar las actas que se levantaron en la audición/evaluación que todos los participantes habían tenido que tocar al iniciar la Academia. En efecto, la calificación que los docentes habían otorgado al joven contrabajista mexicano, era la más alta de todas, por lo que él, el director, tampoco se explicaba el porqué del lugar que le asignaron. Argumentó que había sido la docente italiana, violonchelista, la que se había encargado de ese aspecto y prometió otorgarle al mexicano el puesto principal para la siguiente y última semana de la Academia, lo cual así sucedió: al menos hubo algo de justicia.
Nuestro “héroe” contrabajista está hoy por ser titulado por la Universidad de la Música “Mozarteum”, de Salzburgo (Austria), ciudad desde la que con frecuencia se desplaza a Viena o a Munich, para tocar con la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena o con la de la Academia de la Filarmónica de Munich.
Me he referido a este caso porque uno de los obstáculos que por lo general debe vencer en Europa cualquier músico clásico de origen no europeo, es la mayor exigencia que se le impone en comparación con la que se les impone a los europeos.  Y aún cuando ese obstáculo es vencido, hay resistencia a reconocerlo, como en el caso referido.
Ello tiene varias explicaciones; la primera es, quizá, la que tiene que ver con el hecho de que  Europa Central cuenta con una historia multicentenaria del mercado musical conocido como clásico, mientras que en la mayoría de los demás países o regiones no es ese el caso. En Alemania, por ejemplo, encontramos organismos orquestales con más de medio milenio de antigüedad, mientras en México el más antiguo se estará acercando a su primer centenario. Además, en Europa existe todo un mercado/sistema de música clásica que regula todo el proceso formativo fijando parámetros claros de excelencia no sólo por lo que el arte musical en sí mismo exige, sino porque es una conditio sine qua non para el mantenimiento de ese mercado, es decir, de esa economía.
En fechas recientes, conversando con académicos colegas de la Escuela Nacional de Música (UNAM), se abordó el punto de la gran cantidad de población extranjera en las orquesta profesionales de México. Justificaba uno de ellos esa cantidad con la destreza y alto nivel que demostraban en su ejecución gracias a la formación recibida en sus países de origen. Mi comentario fue que tras varias décadas de actividad musical a nivel internacional, en especial en Europa, podía yo asegurar que el potencial musical de México era mayor que el de varios países europeos, pero que nuestro país no contaba con los mecanismos o sistemas que brindaran a ese enorme potencial las condiciones que el desarrollo del talento musical exige, en especial por la ausencia casi total de un verdadero mercado de la música clásica. 
En el campo de la llamada música clásica de México, la globalización, que con no poca frecuencia ha sido entendida como “domesticación” de criterios musicales conforme a los patrones europeos o estadunidenses que se asumen “de manera natural” como superiores o de mejor calidad  que los mexicanos,  ha sido una constante.  Pero en el contexto de la globalización, ¿cuál es, cuál puede ser considerada la signatura, la firma de lo que México ofrece en música como valor de cambio? ¿Porqué lo global o internacional de la actividad musical en México se ha reducido a la importación de ejecutantes musicales  que, en proporción, opaca con claridad la exportación de ejecutantes mexicanos? Cierto es que, por fin, los nombres de Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Manuel Enríquez (en tanto que insignes representantes de la composición musical) aparecen con mayor frecuencia en las programaciones orquestales allende nuestras fronteras. De igual manera, es muy estimulante encontrar en las carteleras del mundo los nombres de Ramón Vargas, Rolando Villazón, Noé Colín y otros talentosos mexicanos que están emergiendo,  todos sustentados  por un inocultable talento, pero también, en cierta forma, obligados a emigrar por las muy pocas oportunidades que aquí reciben (baste con revisar las programaciones de las temporadas de concierto de las orquestas de la capital del país para corroborar este escándalo) y por el raquítico mercado de la música clásica en México.
Tengo para mí que además de su sensibilidad, de su cantabilidad, de su arrojo rítmico y de su inventiva, la gran contribución que el talento musical mexicano puede aportar al mundo es su concepción espacio-temporal de la vivencia musical, pues me parece que oye y se manifiesta en y con las dimensiones cósmicas envolventes que encontramos en Teotihuacán, en Monte Albán, en Chichén Itzá y aún en el Zócalo de la Ciudad de México. Quiero pensar, entender, que esta sí es una herencia que nos llega desde las deslumbrantes culturas prehispánicas, una herencia que se ha enriquecido en su intercambio con las aportaciones de otras culturas, culturas musicales que, a su vez, han sido enriquecidas por la aportación mexicana.
No son estas características del interés de los propósitos globalizadores, pues su interés principal es convertirnos en consumidores de su oferta. No han sido pocas las ocasiones en las que México ha sucumbido ante esos propósitos, obnubilado por los espejitos y por la mercadotecnia, abatido por el sistema económico-social que aún impone criterios clasistas ( por muchos años, la OFUNAM ha mantenido vigente un sistema en el que aplica tabuladores diferenciados a sus solistas y/o directores: si son extranjeros, tienen asignadas tarifas en miles de dólares USCy; si son mexicanos, en unos pocos miles de pesos) que niegan la valía de la oferta artística mexicana y que, quizá por ello mismo, brinda pocas posibilidades de desarrollo y confrontación a los talentos nacionales.
Los compositores musicales mexicanos han dado prueba a lo largo de nuestra historia, de que el constituyente esencial de la música, el fenómeno del sonido (con sus armónicos), es un valor global que al ser reconocido e identificado, de inmediato lo han hecho suyo y lo han desarrollado manifestando su propia manera de oír el mundo, el interior y el exterior. Algo similar podemos decir de los artistas que tras entrar en contacto con la pintura y la arquitectura barroca europea, la hacen suya y la convierten en el arte churrigueresco mexicano. De igual manera podemos referirnos a los diferentes géneros musicales europeos que se importaron  en el S. XIX: la polka, el vals, la mazurka, el chotís (schottisch), etc., fueron géneros que México acogió, asimiló, transformó y les otorgó una nueva signatura, enriqueciendo el repertorio global. El vals “Sobre las olas”, del humilde guanajuatense Juventino Rosas, forma parte desde largo tiempo ha, del repertorio del mundo.
En el S. XX, géneros musicales que llegaron a México desde el Caribe, como el danzón y el bolero, fueron acogidos con sensibilidad y transformados de tal manera que pronto se manifestaron desde la esencia mexicana, como es el caso de la canción-bolero “Bésame mucho”, de Consuelo Velázquez, reconocida como la que más veces se ejecuta a nivel mundial desde hace décadas.
Soy de la convicción de que la aportación musical que México ha hecho y puede seguir haciendo al mundo, es de enorme valor de cambio, tanto en la disciplina de la creación musical como en la de ejecución musical.  Tenemos una materia prima de extraordinario potencial; no tenemos aún las condiciones que permiten y estimulan la optimización de esa materia prima. Es tiempo de tomar conciencia de ello e internarse al mercado global con la seguridad y certeza de estar ofreciéndole  recursos musicales naturales de óptima calidad.+++
·       Director sinfónico y compositor musical, Profesor Titular de Carrera en la Escuela Nacional de Música de la UNAM (Ciudad de México). www.sergiocardenas.net
·       ©Sergio Ismael Cárdenas Tamez, 2010


miércoles, 4 de agosto de 2010

Cartas de Wolfgang Amadeus



CARTAS DE WOLFGANG AMADEUS

La vida de Wolfgang Amadeus Mozart sigue siendo imposible de encasillar y continua deslumbrándonos ante el cúmulo de maravillas musicales que nos legó, cúmulo en gran medida incomprensible para el mortal común y corriente. Una faceta poco conocida de su legado lo constituye su correspondencia: se han conservado alrededor de 300 cartas que dan fe de una gran variedad de actividades y de algunas de sus costumbres domésticas.

Estas cartas, dirigidas la mayoría de ellas a las personas más importantes en su vida (su padre Leopoldo y su esposa Constanza), reflejan una enorme agilidad mental y una capacidad fuera de lo común para referirse a rasgos psicológicos esenciales de gente que cruzó en su camino. Otras cartas, como las dirigidas a su prima, la "Baesle", de Augsburgo, nos presentan un Mozart un tanto infantil proclive a disfrutar de un lenguaje fecal y escatológico. Aparentemente la familia Mozart recurría con frecuente a este lenguaje.

En la primera década de su vida, mientras recorrió Europa con su padre y su hermana María Anna (Nannerl), Mozart escribía la postdata en las cartas que su padre Leopold escribía a su madre, quien había permanecido en Salzburgo. En ellas se refería a los lugares vistos o visitados, o narraba las peripecias del viaje en diligencia por los caminos escabrosos de la Europa de mediados del Siglo XVIII. Cuando en 1770 Leopold y Wolfgang visitaron Italia, Wolfgang escribió a Nannerl, desde Nápoles, las siguientes líneas:

"¡Mi querida hermana!
Te ruego que me escribas con más frecuencia...Dime cómo está nuestro canario: ¿aún canta? ¿aún silba?
¿sabes porqué pienso en nuestro canario? Porque en nuestra posada hay uno que canta un montón de melodías, igual que el nuestro...
Papá y yo vestimos ayer de fiesta. Estábamos hermosos como los ángeles. Hemos ido a misa y hemos visto al rey, a la reina y, además, también el Vesubio. Nápoles es una ciudad bella, pero hay demasiada gente, como en Viena o en París."


Si bien sus cartas reflejan habilidades y fantasías análogas a la composición musical, ninguna de ellas alcanza la sublimidad ni la elocuencia contundente que disfrutamos en sus creaciones musicales, aún en aquéllas compuestas cuando todavía no alcanzaba la primera década de vida. Sólo de manera aislada, como en la carta que le escribe a su padre desde París a raíz de la muerte de su madre, o como en la que le escribe desde Viena abordando su relación con la muerte, Mozart se introduce en temas que pudiéramos llamar "profundos". Por lo general evita abordar este tipo de temas y se limita a comunicar tal o cual inquietud, a veces refiriéndose de manera más que incisiva a la mala calidad de los intérpretes de sus obras musicales (que parece juzgar siempre de manera acertada). Las cartas escritas a su prima, la "Baesle", han dejado estupefactos a no pocos por el lenguaje vulgar y soez al que recurre Mozart, lenguaje que es imposible de asociar con la música paradisíaca que nos legó.

María Anna (Nannerl), la hermana (cinco años) mayor de Wolfgang, contrajo matrimonio el 23 de agosto de 1784 en el pueblo austriaco de St. Guilguen, junto al Lago Wolfgang. Mozart no pudo asistir a la boda, pero envió a su hermana el día 18 de ese mes, desde Viena, una misiva en la que también Constanza se disculpaba por no poder asistir a la boda; con la misiva, Mozart mandó también un poema/recomendación:

A la hermana Nannerl*

Mucho en el matrimonio experimentarás
que medio adivinar lograbas;
pronto por experiencia sabrás
lo que Eva tuvo que negociar
para que a Caín a luz pudiera dar.

Mas, hermana, estas obligaciones de matrimonio
gustosa harás con todo tu corazón
pues, créeme, difíciles no son.
empero todo sus dos lados tiene:
El matrimonio nos trae muchas alegrías
mas también nos trae preocupación.
Por eso cuando tu esposo oscuros gestos
que tú no creas merecer,
en su mal humor te haga,
piensa que es de hombre chifladura
y dile: "Señor, hágase tu voluntad de día
pero de noche hágase la mía".



*Traducción desde el alemán original de
© Sergio Ismael Cárdenas Tamez, Ansbach, 2005.