domingo, 22 de octubre de 2023

Musica varia. Musica una.

 


Musica varia. Musica una.

por Sergio Cárdenas*


Me veo hace unas dos décadas ensayando en el patio central del hermoso Gropius-Bau, de Berlín, para un concierto que la fina amiga Ortrun consiguió en el contexto de las actividades complementarias a la magna exposición dedicada al esplendor azteca, que México presentaba  por aquellos días, me veo como si en este momento estuviera sucediendo eso y veo cómo de pronto levanté la mirada al balcón del piso superior y vi cómo un hombre, algo canoso, delgado, de tez blanca y mediana estatura, se había recargado en el barandal para escuchar, al parecer, absorto, o con mucha atención,  el ensayo de las piezas del ciclo “Oigo latir la luz”, para barítono, clarinete, viola y contrabajo, que yo había  compuesto un par de años antes sobre poemas de Octavio Paz, ciclo que me había sido encargado por el festival Schauplatzmuseum (El Museo como Escenario), también por intermediación de la buena de Ortrun y luego veo cómo al dar por terminado ese ensayo, ya está parado junto a mí el hombre que estaba en el barandal del piso superior y me pregunta “¿de quién es esa música hermosa?” y  yo le explico que es de mi autoría y el hombre se queda un tanto perplejo cuando también le digo que soy un compositor mexicano y tras una breve pausa, me dice “muy bonita música” y se retira

y entonces me quedo unos momentos reflexionando sobre ese notable acontecimiento recordando que apenas unos meses antes había yo compartido la grabación en audio de ese ciclo con otra amiga querida, radicada en Alemania, quien ya había conocido e, incluso, tocado varias obras de mi autoría y recordé que ella me había contestado que “¿dónde estaba yo en ese ciclo?” pues, en su opinión, ese ciclo no me reflejaba o no reflejaba lo que ella se había fijado como expectativa auditiva y  volví a quedarme perplejo ante ese comentario y entonces recordé que muchos años antes, cuando aún residía en Salzburgo, se estrenó otro ciclo mío en los estudios de la Radio de Austria, que es un ciclo que yo había compuesto ahí para soprano y piano, sobre el “Salmo 23” y que cuando terminó ese concierto, mi profesor de composición musical, el querido Maestro Wimberger, me felicitó mucho diciendo “continúe usted así, componiendo sólo música bella” y yo, de nuevo, perplejo porque había pensado que nadie gustaría de ese ciclo: lo había yo compuesto en el sistema dodecafónico y eso, en la tierra de Mozart, pensé, no encontraría aceptación y, otra vez, recuerdo otra vivencia cuando hace dos décadas, dirigí el estreno de “Columpios”, para clarinete y orquesta de cuerdas, inspirada en un poema de Rilke, estreno que sucedió en Reynosa, Tamaulipas y tras el cual fui abordado por un matrimonio que me comentó “cuando empezó su pieza, pensamos que se trataba de una batalla entre los malos, pero luego apareció la cita del concierto para clarinete de Mozart y nos dijimos ‘ganaron los buenos’, pero nada, apenas unos segundos después, volvió usted a las andanzas del inicio y concluimos ‘ganaron los malos’ ” y yo, aún hoy, tratando de encontrarle la “cuadratura al círculo” de esos comentarios, todos válidos, desde luego, y apenas hace unas semanas que empecé los ensayos con la espléndida Camerata Classica para el concierto de hoy y regresan a mí algunos comentarios sobre cómo mis piezas son percibidas y el contrabajista Roberto me dice, al término del primer ensayo, “qué buena música, Maestro” y así el violonchelista Iván, y el oboísta Shalita me escribe “Amo su obra, de verdad está increíble, está bellísima” y luego reflexiono sobre otro comentario/sugerencia que me hizo una persona muy cercana a mí desde hace décadas que, de buenas a primeras, hace no mucho tiempo, me dijo “¿Porqué no compones algo bonito para que te hagas muy famoso?” y que, también hace décadas, amigos queridos de Alemania no quisieron compartir mi primer CD, que incluía la versión sinfónica de mi “Salmo 23”, “porque no querían espantar a sus amigos” con mi música pero entonces me digo: “nada puedo hacer, compongo así porque así me nace y porque, a final de cuentas, eso refleja mi manera de oír y ponderar el mundo, que de por sí es bastante incomprensible, pero también me confirmo que todas mis obras, si uno las “oye hacia adentro”, manifiestan que tienen mucho que ver entre sí, que aunque sean varias obras, a final de cuentas son una sola obra que confirman que la música es tiempo sustraído del tiempo; que su morada es el espacio, su lenguaje la vibración, su sonido memoria de terrenalidad, su canto mirada que atrapa, su voz silencio que acalla, su ser la plenitud

y también que la música es un misterio que en algún momento, por un momento, nos es revelado y que es una revelación que nos perturba por su fugacidad y cuya plenitud nos envuelve y nos posee, que es un acontecer que nos cuestiona y nos desnuda, que nos remite a Dios, que, en efecto, la música es Dios, ¿quién la puede resistir???

y que todas la piezas que se expondrán hoy en Senderos Musicales Sergio Cárdenas, tan variadas como son, son una sola pieza, son como un gran lienzo sonoro consistente en sí mismo que así como nos sustrae de la cotidianidad, nos envuelve y nos posee: musica varia, musica una.


Ciudad de México; el 29 de octubre de 2023.

*Premio Nacional de Artes y Literatura 2021.

En las pág. 18 y 19, del suplemento Arte, Vida y Ciudad, de la edición del domingo 22 de octubre, 2023, del periódico Expreso/ La Razón, de Cd Victoria, Tam (México). Suplemento dirigido por el tremendo, multifacético artista victorense, Alejandro Rosales Lugo.

Lectura del texto en youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=0EtnF-w0dPU&t=174s 

Videos del concierto:

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