domingo, 26 de octubre de 2025

Aportaciones musicales de Martín Lutero

 

Aportaciones musicales de Martín Lutero
Sergio Cárdenas*
Apenas siete años después de haber dado a conocer sus 95 tesis en Wittenberg (Alemania), en 1524 ya se publicaba el primer himnario protestante, firmado por el propio Lutero y otros colaboradores. Como monje agustino, Lutero conocía bien la liturgia católica romana, que en términos musicales se enriqueció por sus propios conocimientos musicales: tocaba laúd y, se dice, que tenía una agradable voz de tenor ligero. En el hogar familiar, con frecuencia se reunía Lutero con su familia a cantar, con él mismo guiando el canto familiar desde su laúd.
Lutero aplicó a sus posturas musicales en el contexto de su movimiento reformatorio, la convicción de que la feligresía debía conocer los textos bíblicos en su lengua vernácula, es decir, alejándose de la tradición romana de recurrir sólo a la lengua latina en los oficios litúrgicos y religiosos en general.
Recurrió al uso de la música con textos en el alemán de su época para acercar los textos bíblicos a la gente, creyentes y no, de tal manera que el mensaje que pretendía esparcir, fuera en todo momento plausible, usando un lenguaje sencillo, complementado con melodías que muchos conocían con otros textos. Así empezaron a aparecer los himnos, que en la tradición alemana conocemos como los “corales”.
A diferencia de la liturgia romana en la que los cantos estaban, en general, restringidos a los clérigos, la propuesta luterana planteó desde su origen la participación de los fieles en el canto congregacional. Propuso la composición de “corales” (himnos) de construcción musical sencilla, usando intervalos musicales cercanos, es decir, sin tanto “ salto”, a fin de que la congregación no se encontrara con la exigencia de una canto más elaborado.
El ”coral” (himno) más popular que Lutero nos legó, es el que abre con el verso “Castillo fuerte es nuestro Dios” (Ein feste Burg ist unser Gott), que, de seguro, está en el primer lugar de la himnología protestante desde el siglo XVI. Muchos compositores clásicos de música de concierto, han recurrido a esa poderosa melodía como base de desarrollos composicionales, destacando los compositores alemanes. Los más notables son J. S. Bach, quien no sólo realizó diversas armonizaciones de esa melodía, sino que la convirtió en la base de su maravillosa Cantata no. 80, compuesta en Leipzig para ser cantada en el Día de la Reforma, estrenándose en ese día entre 1727 y 1731.
Otro gran compositor alemán, Felix Mendelssohn-Bartholdy, incluyó la melodía en su Sinfonía no. 5, llamada justamente “De la Reforma”. La cuarta parte (cuarto movimiento) de esa hermosa sinfonía, abre justo con la flauta sola tocando la melodía del himno. (https://www.youtube.com/watch?v=K3dHdCRmWpE... , en el minuto 21:51)
El poeta alemán Heinrich Heine, escribió que Lutero y sus acompañantes, el 16 de abril de 1521, entraron cantando este himno cuando en Worms (Alemania) ingresaron a la dieta a la que lo convocó Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, para que se retractara de sus tentativas reformatorias.
Con Lutero, la liturgia protestante dio a la congregación un papel muy importante. Por un lado, al cantar los himnos, la congregación “comenta” sobre el tema a tratar o compartir en el culto dado. Además, con su participación, la congregación participa de manera activa en la manifestación de sus convicciones teológicas, que se reconfirman con su canto en su propia lengua. Así, el canto congregacional construye comunidad y aporta (debe aportar) el espíritu devocional y contemplativo que la vivencia demanda, de tal forma que se manifieste en un contexto de santidad que ha dejado fuera los excesos mundanos. Es decir, el espíritu y la expresión musical en la liturgia protestante, estará en su elemento si no mueve al creyente a pensar que está en un supermercado comprando algo importante o viendo un programa televisivo cuyos fines no son espirituales sino comerciales.
Soy de la convicción de que el ejercicio musical en la liturgia protestante, debe inspirar la vivencia interior e interiorizante propias de la devoción y la contemplación de lo sagrado, de lo divino.

• Premio Nacional de Artes y Literatura – Bellas Artes- 2021
• Doctoratus honorem Pater Patriae, 2023
• Premio Nacional Eduardo Loarca Castillo al Arte y la Cultura, 2023.




jueves, 18 de septiembre de 2025

SERGIO CÁRDENAS en Anfitrionía, de OPUS 94 (IMER)



SERGIO CÁRDENAS, en Anfitrionía, de opus 94 (IMER)

 

Gracias a la hospitalidad de opus 94, emisora radial del Instituto Mexicano de la Radio, el compositor musical y director sinfónico SERGIO CÁRDENAS (www.sergiocardenas.net), Premio Nacional de Artes y Literatura 2021 (Bellas Artes),  tuvo a su cargo la serie ANFITRIONÍA de esa emisora, en la semana del 25 al 29 de agosto, 2025. Cada emisión abordó una fase de la aportación composicional de CÁRDENAS, a saber:

 

Anfitrionía I: Música tradicional de Tamaulipas

Anfitrionía II: La voz humana

Anfitrionía III: Obras para orquesta de cuerdas

Anfitrionía IV: Música para coro, a capella y con

                     acompañamiento

Anfitrionía V: Diversas combinaciones instrumentales

 

Se trata de obras que han sido recibidas con beneplácito y entusiasmo por públicos de Alemania, Austria, España, Francia, Italia, Polonia, Suiza, Corea del Sur, VietNam, Taiwán, Japón, Estados Unidos y México. Varias de las grabaciones que se escucharán, fueron hechas en vivo durante el estreno mundial de las piezas.

 

Los contenidos de esas ANFITRIONÍAS pueden ser disfrutados en los siguientes vínculos:

 

ANFITRIONÍA I:

 https://www.youtube.com/watch?v=goC8Bf00yps&t=17s

ANFITRIONÍA II:

 https://www.youtube.com/watch?v=cUL6w4T9Y8Q&t=10s

ANFITRIONÍA III:

 https://www.youtube.com/watch?v=VakbPn4oP38&t=17s

ANFITRIONÍA  IV:

  https://www.youtube.com/watch?v=E2fuSeSH0gw&t=31s

ANFITRIONÍA. V:     

https://youtu.be/at-vZ7pOcG4





miércoles, 3 de septiembre de 2025

En la revista CONTENIDO (CdMx), abril de 2002.

 Comparto la entrevista que me hizo Fabiola Sánchez Medel, para la revista CONTENIDO, entrevista que fue publicada en la edición correspondiente a abril de 2002. Fotografía de Aristeo Becerra.





lunes, 25 de agosto de 2025

En el programa ANFITRIONÍA, de opus 94.5 (IMER, CdMx)

 

                                                                                      2025


Sintonizar en 94.5 de FM
SERGIO CÁRDENAS, en Anfitrionía, de opus 94

*del 25 al 29 de agosto de 2025, a las 18:30 h

Siendo una emisora de radio pública y un proyecto de referencia en el país en cuanto a la transmisión de música de concierto, en Opus 94 creemos que es fundamental abrir nuestros micrófonos a la participación social.
Por eso, en el caso de Anfitrionía Opus 94, hemos invitado a voces relacionadas con el ámbito cultural, voces que durante una semana acompañan al radioescucha como anfitriones o anfitrionas de un espacio de nuestra programación para ofrecer una curaduría personalísima de sus piezas favoritas o significativas. 

En la Anfitrionía de la semana del 25 al 29 de agosto de 2025, a las 18:30 h, nos acompaña SERGIO CÁRDENAS, Premio Nacional de Artes y Literatura 2021. Cárdenas compartirá con los radioescuchas una selección de obras musicales de su autoría para diversas combinaciones vocales o instrumentales. Se trata de obras que han sido recibidas con beneplácito y entusiasmo por públicos de Alemania, Austria, España, Francia, Italia, Polonia, Suiza, Corea del Sur, VietNam, Taiwán, Japón, Estados Unidos y México. Varias de las grabaciones que se escucharán, fueron hechas en vivo durante el estreno mundial de las piezas.

Inspirado en la travesía sonora que se aborda en esta ANFITRIONÍA, el poeta MARTÍN AGUIRRE FLORES escribió este poema:



jueves, 19 de junio de 2025

Poema de Alejandro Rosales Lugo

 ALEJANDRO ROSALES LUGO

Al Maestro Sergio Ismael Cardenas Tamez



De la mano viene el toque
A la música hermosura
Y el cantar viene en los labios
Como primicia que augura
De una noble partitura
Con una llave que gira
En el timbre de las yemas
Y la música que inspira
Al Maestro con su Lira.


(https://www.chicmagazine.com.mx/personajes/alejandro-rosales-la-trayectoria-de-una-gran-artista-tamaulipeco)

martes, 17 de junio de 2025

Acróstico

Acróstico de la autoría de

LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ:


S urcan las notas el aire primigenio:

E ternidades cotidianas se rozan y transmiten

R angos abiertos de fresca musicalidad 

G uiada por la mano sabia de quien crea

I organiza los rumores del caos amenazante.

O tros horizontes llegan al oído de quien escucha atento.


C on los presagios abiertos a la luminosidad

Á vidamente se precipita el tiempo medido,

R egistrado en compases firmes y ciertos

D ándole a la vida otra respiración.

E n ese camino se desdobla el arte sonoro para

N avegar en esferas de ojos cerrados y dispuestos

A entrar en los laberintos divinos,

S oñados en ocasiones, pero ahora dispuestos en plenitud.


Ciudad de México; 17 de junio de 2025.


                                                              Leopoldo Cervantes-Ortiz.




domingo, 15 de junio de 2025

El inicio de la 5ta. Sinfonía de Beethoven


El inicio de la 5ta. Sinfonía de Beethoven: un reto mayúsculo, por Sergio CÁRDENAS.

La indicación de tempo dada por Beethoven, es: Allegro con brío.

1.- primera corchea: síncopa y anacrusa
2.- segunda corchea: por efectos de la corchea anterior, deviene tiempo fuerte
3.- tercera corchea: síncopa y anacrusa.

Las síncopas, por su naturaleza, deben ser acentuadas, pues significan la alteración de un orden, de una estructura.

Por su ubicación en el compás, las síncopas tienen, además, la función de anacrusas, lo que resultan en una caída fuerte, acentuada, en su siguiente nota.

La segunda síncopa no es sólo resultado de una inercia, sino que, asimismo, es una necesidad composicional para garantizar la continuidad y la linealidad del motivo musical, aportando una insistencia vehemente e implacable, que va siempre, como en todo el movimiento, hacia adelante: es un movimiento que tiene el futuro como meta. Es el significado de “con brío”: implica una resolución, un ímpetu para llevar las cosas adelante de manera incesante, un impulso energético que, con afán, empuja acciones, como si no se quisiera perder segundo alguno en el camino hacia su meta, hacia su futuro.

En no pocas ocasiones, me ha resultado muy doloroso el atestiguar como algunos (inclusive nombres famosos!) transforman este genial inicio de una de las obras más icónicas del repertorio sinfónico, en un tresillo, que no sólo ignora el tremendo valor del silencio inicial de corchea (8avo) sino que, peor aún, debilitan hasta la ignominia el poderío del primer compás. Aún peor: otros no tienen idea de las duraciones de los calderones (Celibidache dixit: los calderones son punto de reposo en acción!), haciéndolos durar sin relación alguna a lo inmediato anterior. Otros más, le agregan un cursilísimo diminuendo a esos calderones, con los que el brío desaparece. Ante las limitantes técnicas de la dirección, agregan algo más: un compás de silencio después del segundo calderón. Beethoven los podría demandar a todos ellos por violaciones al derecho de autor!!!!

También debe entenderse la manera de exponer este movimiento: debe ser marcado siempre en uno, es decir, cada compás mantiene en todo momento su energía característica en tanto que lo define la métrica de 2/4 en un Allegro con brío. Considero un absoluto error, prueba de no haber entendido a cabalidad la naturaleza del movimiento y una tremenda constancia de antimusicalidad, lo que algunos hacen al marcar el movimiento en agrupaciones de compases (por lo general, de cuatro en cuatro), que los marcan en figura de cruz, cuya naturaleza de tendencia decreciente, nada tiene que ver con la exigencia vital y épica del Allegro con brío beethoveniano

El reto, entonces, es: ¿cómo se debe dirigir la anacrusa correspondiente a este primer movimiento del op. 67 de Beethoven?

(C)SergioIsmaelCárdenasTamez. 


 

jueves, 15 de mayo de 2025

Sabiduría de FERNANDO SAVATER, en el Día del Maestro.


                                En México, el día 15 de mayo se celebra el Día del Maestro.

sábado, 10 de mayo de 2025

En París, febrero de 1985.

 SERGIO CÁRDENAS

PARÍS, febrero de 1985


Pasé el mes de febrero de 1985 en París.  Tras mi renuncia a la dirección artística de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, el 4 de septiembre de 1984, Ludwig Baumann, mi amigo y mecenas de Ansbach, Alemania, me instó a que me fuera a Europa a buscar fortuna. Salí de México el 2 de noviembre de 1984 (vaya fecha!) rumbo a Alemania. Ludwig, su familia y amigos, me recibieron con los brazos abiertos. Empecé de inmediato a tratar de conseguir conciertos, proceso en el que Ludwig fue de extraordinaria ayuda: dado que mi viaje a Europa fue algo imprevisto,  nada tenía yo programado con orquesta alguna. Tenía yo, pues, mucho tiempo “libre”.


Entre las actividades que proyecté, estuvo la de pasar unas semanas en París aprendiendo francés, por lo que escribí a la Alianza Francesa y contraté un curso intensivo de cuatro (4) semanas, cuatro (4) horas diarias, en las instalaciones de esa Alianza en Blvd. de Raspail, cercanas a Port Maillot. El curso cubría las cuatro (4) semanas del mes de febrero, 1985.


Desde Ansbach, reservé un hotel muy modesto, por el rumbo del barrio latino, cercano a la fuente de St. Michel: el Hotel des Etrangers. Desconozco si aún existe. La reservación por cuatro semanas incluyó el desayuno continental, consistente de un croissant, con mantequilla y mermelada, ,más una taza de café.


El primer día del curso, llegué como diez (10) minutos tarde. Los participantes en el curso habían acomodado sus sillas en forma de media luna; cuando legué, había sólo un lugar disponible y procedí a ocuparlo de inmediato. La clase de ese primer día versaba sobre al diálogo “Je m'appelle…, et toi, comment est ce que tu te appelles?”” La secuencia había empezado del lado izquierdo mío, por lo que al llegar mi turno, respondí con mi nombre “Sergio Cárdenas” y continué con la pregunta a quien estaba sentado a mi lado derecho, quien contestó: “Je m’appelle Cuauhtémoc Cárdenas”, lo que provocó una “Ah”  de los demás asistentes quienes, junto con la profesora, concluyeron que Cuauhtémoc era mi hijo: yo contaba, entonces, con treintaytrés (33) años de edad, Cuauhtémoc seguramente con algunos diecinueve (19). En el descanso, Cuauhtémoc me comentó que estaba iniciando un viaje de un año por Europa, que era el premio que le había dado su padre (el famoso Ing. Cuauhtémoc Cárdenas) por haber concluido los estudios de preparatoria. El viaje lo estaba haciendo en compañía de su novia, que me presentó en ese momento. Como ni Cuauhtémoc ni yo aclaramos al grupo que no nos unía parentesco alguno, no fue sino hasta el final del curso que se dio la oportunidad de hacer esa aclaración.


No recuerdo bien si fue en la tarde/noche de ese primer día o al día siguiente, que encaminé mis pasos al Teatro de la Campos Elíseos, pues se ofrecía un concierto con la Orquesta de París y Daniel Barenboim. No contaba yo con boleto para acceder al concierto, por lo que me aposté en la fila de los que estábamos en a misma situación, a la espera de que se dieran algunas cancelaciones. Habré estado como en el lugar treinta (30), parado como todos los demás. De repente, una señora, para mí desconocida, de unos sesenta (60) años de edad, se paró a un costado mío y fijo su mirada en mí, lo cual me inquietó un tanto. Tras unos momentos, me pregunta, sin quitarme la vista: “¿Usted es Sergio Cárdenas, cierto?” Me sorprendí en demasía y con no poca estupefacción, le respondí que sí, que efecto, yo era ese Sergio Cárdenas. “Usted no me conoce”, continuó la señora, “pero yo a usted lo conozco muy bien, pues lo ha visto muchas veces en el Palacio de Bellas Artes, de México”. “Caramba, ¡qué increíble coincidencia!”, comenté. “Mire, soy Juanita Argerich, la mamá de Martha Argerich”. La verdad, no daba yo crédito de lo que estaba viviendo en el Lobby del Teatro de los Campos Elíseos. “Deduzco que no tiene usted boleto para entrar al concierto. ¿Verdad?” “No, señora Argerich, por eso estoy haciendo fila.” “Pues nada, venga conmigo, yo traigo un boleto extra que con gusto se lo ofrezco”. Juanita Argerich, cuyo apellido original era Heller, era una judía ucraniana, que jugó un papel determinante en la vida de su hija Martha, quien ha sido una de los grandes pianistas prodigio de la historia.


Entramos al teatro y escuchamos el concierto, al término del cual, Juanita (así me referiré a ella en lo sucesivo) me dijo que fuéramos a saludar a Daniel, a quien ella conocía muy bien. Al llegar al camerino, Juanita, en efecto, me presentó con Barenboim: “Mira, Daniel, te presento a Sergio Cárdenas, un director de orquesta mexicano.”, a lo que Barenboim respondió con un rictus que me pareció de rechazo y a duras penas me extendió la mano para saludarme, tras lo cual se dio la media vuelta y procedió a atender a otras personas. El (des)encuentro duró menos de un minuto, Es lo más que he estado cerca de este personaje.


Pero a raíz de ese encuentro fortuito en el lobby del Teatro de los Campos Elíseos, desarrollé una bonita y cálida amistad con Juanita, que siempre se mostró cariñosa y comunicativa conmigo. Ella rentaba un acogedor departamento en el Quai aux Fleurs, al margen del Sena, frente a la catedral de Notre Dame. Con frecuencia la visité y tuvimos conversaciones muy interesantes. En cierta ocasión, me invitó a comer para que la acompañara en la visita que le hizo el director Maksimiuk, de la Orquesta de Cámara de Varsovia: un tipo arrogante, más o menos del corte de Barenboim, aunque sin la fama de este último (Rilke decía que la fama era la suma de los malos entendidos alrededor de un nombre).


En alguna ocasión, Juanita me invitó para que la acompañara a una cena/fiesta en uno de los departamentos de la Cité Universitaire. Cuando llegamos, aquello estaba totalmente abarrotado, a duras penas pudimos entrar. Ahí le pregunté a Juanita que a quién habría que agradecer le invitación a esa fiesta, a lo que me respondió: “Ni idea, a mi me pasaron la invitación.” Tomamos unas pocas copas de un vino tinto, no alcanzamos bocadillo alguno. Al no conocer a nadie ni poder entablar conversación ante tanto tumulto y ruido, optamos por salirnos sin habernos enterado de quién organizaba esa fiesta.


Recuerdo que una tarde, Juanita me pidió que la acompañara a visitar al pintor mexicano Manuel Felguérez (1928-2020). Felguérez nos convidó unas copas de vino. Su lugar de trabajo y residencia era un muy pequeño apartamento en el centro de Paris que, nos dijo, era propiedad de Francisco Toledo, quien se lo rentaba por algunos meses al año. Felguérez había construido un tapanco que le funcionaba como recámara. Fue una visita con una amigable y agradable conversación.



Pintura de Manuel Felguérez.


Una tarde que Juanita me había invitado tomar café en su departamento, sonó el teléfono hacia la seis de la tarde. Llamaba una de sus nietas (hija de Martha); lo hacía desde la Gare del’Est, la estación de ferrocarril en la que estaba por abordar el tren a Ginebra (Suiza). No supe cuál de las tres nietas le había llamado, pero al colgar el teléfono, Juanita irrumpió en lágrimas, muy triste porque su nieta, que ya había pasado una semana en París, sólo se comunicó con su abuela cuando ya tenía un pie en el estribo rumbo a Suiza.


Poco tiempo después, cuando tuve necesidad de pasar varios días en París, Juanita me consiguió el departamento del entonces joven pianista Jean-Efflam Bavouzet, donde me hospedé (gratuitamente) durante una semana mientras Jean-Efflam andaba no sé en qué parte de Francia tocando conciertos. Dato curioso: nunca he tenido la oportunidad de conocer de manera personal a Jean-Efflam; sé que ha tenido una brillante carrera, de la que forma parte su actividad pedagógica impartiendo cursos magistrales de perfeccionamiento pianístico. Claro que tras aquella semana que Juanita me había conseguido, escribí una bonita carta de agradecimiento a Jean-Efflam, misma que jamás contestó. (https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Efflam_Bavouzet). 


Un par de años después, coincidí con Juanita en un concierto de la Filarmónica de Munich dirigido por Celibidache, en la capital bávara. Para entonces, Juanita ya sufría mucho los estragos del cáncer. En la primera parte del concierto, con obras de Wagner, se incluyó la conmovedora “Música Fúnebre de Sigfrido”, de “El Ocaso de los Dioses”. La exposición de Celibidache, tan intensa y con tanto poderío dramático, convirtió a Juanita en un auténtico mar de lágrimas. En el intermedio, cuando ya estaba más calmada, estuvimos conversando teniendo en nuestras manos el programa de mano de ese concierto, que Juanita ojeaba con curiosidad. En esas estaba, cuando me preguntó: “¿tú crees que Celibidache es una gente honesta?” A lo que respondí: “Claro que sí, estoy totalmente seguro”. “Pues mira”, me dijo, “te voy a demostrar que no lo es cienporciento”. Procedió, entonces, a mostrarme la página en la que se anunciaba el programa del siguiente concierto de la Filarmónica, en el que aparecía Elena Bashkírova (hija de Dmitri Bashkirov y esposa de Barenboim) como pianista solista. “¿Cómo es que Celibidache programa como pianista solista a una persona que dista mucho de ser eso?. ¿Ya ves que Celbidache no es my honesto?”

Creo que ya no contesté a esas preguntas de Juanita. Yo había conocido a Elena Bashkírova allá por septiembre de 1980, cuando ella acompañó a su entonces marido, Gidon Kremer, en su viaje a México para debutar con la Orquesta Sinfónica Nacional, en el Festival Chaikovski que yo había organizado. Cedí mi departamento a Elena y a Gidon durante su estancia en México, que incluyó un viaje a Chihuahua, Chi. para tocar el concierto inaugural del Nuevo Teatro de los Héroes, concierto al que asistió el Presidente López Portillo.


Regresando a París: estuve muy contento de pasar esas semanas en la capital francesa, lo que me dio oportunidad de varias visitas al Museo del Louvre, al de Orsay, al Petit Palais, a la Orangerie, al Jeu de Paumes, etc., donde tuve vivencias emocionantes contemplando maravillosas exposiciones (permanentes y temporales).




Cuando ya estaba a punto de concluir mi periplo parisino estudiando francés, recibí una llamada de Ludwig Baumann: me comentó que al entonces Agregado Cultural de México en Berlín Oriental, el magnífico Víctor Balvanera (había yo coincidido con él cuando ocupó la misma posición en Polonia) le urgía hablar conmigo, que si yo autorizaba que le compartiera mi contacto en París. Unos minutos después, Balvanera me estaba llamando al hotel en París. Tras las salutaciones de rigor, me preguntó: “¿Te interesa dirigir la Orquesta Estatal de Weimar (Staatskapelle Weimar)?” “Oh”, respondí agitado, “¿cuánto hay que pagar para ello?”. Balvanera se rio mucho por mi pregunta. Pero yo sabía bien de lo que estaba él hablando: la Orquesta de Weimar es una de las grandes, legendarias orquestas alemanas, cuya historia se remonta al año de 1491, es decir, en 1984 estaba por cumplir 500 años de tradición orquestal. Algunos de los datos sobresalientes de su historia: J. S. Bach fue su director musical; también Franz Liszt, con esa orquesta Wagner estrenó su ópera “Lohengrin” y R. Strauss su grandioso poema sinfónico “Don Juan”. Es decir, yo entendía muy bien que se trataba de una grandiosa oportunidad musical. Desde luego que acepte de inmediato, sin siquiera saber si me pagarían honorarios, etc.


Acto seguido viajé a Ansbach, pues ahí estaba el frack, y seguí el trayecto hasta Berlín, en cuya terminal de ferrocarril Balvanera ya estaba esperándome para trasladarme, en su vehículo, a Weimar, a donde llegamos ya entrada la noche del domingo 3 de marzo, 1985. El primer ensayo tuvo lugar a las 10 de la mañana del día siguiente.


La primera obra a ensayar, fue la Sinfonía no. 6, en Fa-mayor, “Pastoral”, de Beethoven. Aún no he olvidado el tremendo impacto que causó en mí el inicio del primer movimiento de esa grandiosa pieza: la sonoridad fina, suave pero precisa, directa y expresiva, afinada y siguiendo “a pie juntillas” las más delicadas e insinuantes señales de mis movimientos como director, me hicieron saber, confirmar, tras apenas unos cuantos compases, que estaba yo teniendo el privilegio de hacer música con una grandiosa orquesta. Y así siguieron los ensayos subsecuentes. Al día siguiente, el martes, me pidieron que pasara a la oficina del director a firmar el contrato. Ahí me atendió la Sra. Gänsch, secretaria  del director. Al presentarme ante ella, me felicitó, lo cual me extrañó, pues no imaginé recibir de ella ese elogio. Agradecí su felicitación agregando que para mí era un verdadero honor hacer música con la Staatskapelle Weimar. “Lo entiendo”, dijo, “pero no es nomás así. Si bien ahora los integrantes de la orquesta están hablando muy bien de usted, la verdad es que estábamos my preocupados: al enterarnos que vendría un mexicano a dirigir Beethoven, nos preguntamos <qué porquería podría resultar>” Estuve a punto de soltarle una bofetada, pues a pesar del elogio, me pareció insultante la manera en que me habían prejuiciado. El miércoles, el jefe de personal de la orquesta, el violinista Hans Fischer, vienés de nacimiento, me pidió que lo acompañara a la oficina del director. Al dirigirnos hacia esa oficina, me pidió que le mostrara el contrato que yo había firmado el día anterior (la verdad, estaba yo tan entusiasmado con lo que se estaba logrando musicalmente con la orquesta, que los honorarios me tenían sin cuidado, más aún a sabiendas de que el dinero que me darían, en Europa occidental casi ni tendría valor. De hecho, lo gasté todo en Weimar,  comprando partituras y algunos libros.) 


Ya estando en la oficina del director y de nuevo con la Sra. Gänsch, el Sr. Fischer le reclamó que me hubieran ofrecido unos honorarios que, dijo, “son insignificantes en comparación con el espléndido trabajo que está haciendo el Maestro Cárdenas con nuestra orquesta”. Fischer fue tan enfático y contundente, que decidieron duplicar los honorarios originales, hecho que constituyó un gran estímulo para mí.


Es menester hacer un poco de historia relacionada con la invitación a dirigir en Weimar. A finales de septiembre de 1984, el compositor mexicano Manuel Enríquez organizó una cena en su casa para “cerrar con broche de oro” la edición de ese año del Foro Internacional de Música Nueva, que él había fundado. Invitado a esa cena estuvo el compositor alemán, de Berlín Oriental, Siegfried Matthus. Enríquez me presentó con Mathus vertiendo elogios sobre mi persona y desempeño como director sinfónico, haciendo notar que apenas unas semanas antes había yo renunciado a la OSN. Conversando con Mathus, él quiso saber qué planes tenía, a lo que  comenté que pronto estaría yo viajando a Alemania, a buscar fortuna en los podios de por allá.


Resulta que justo la última semana de febrero de 1985, Matthus se encontraba en Weimar porque se exponía una obra de su autoría. En esa semana, como sucedía con frecuencia en la RDA, se supo que el director invitado para los conciertos de la primera semana de marzo, había huido a la RFA (Alemania Occidental), por lo que empezó la búsqueda de un director que lo sustituyera. En cierto momento, lo comentaron con Matthus, a lo que él respondió que sabía de un director mexicano que había sido titular de la Sinfónica Nacional y que recién había llegado a Alemania. Matthus sugirió que indagaran en la embajada mexicana de Berlín Oriental, dando como resultado que se contactaran con Víctor Balvanera, a quien  hicieron saber sus intenciones. Y así fue como Balvanera me localizó en París y se desencadenaron los acontecimientos ya descritos. Reitero mi agradecimiento al compositor Matthus, por el “empujón” que propició este triunfal inicio de mi segunda etapa europea; aquí una vínculo para mayor información sobre Matthus:


https://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com/2021/08/siegfried-matthus-1934-2021.html 


Los dos conciertos que dirigí esa semana en el Teatro Nacional de Weimar, fueron muy exitosos,  así también documentados por la crítica, que puede ser consultada en el vínculo siguiente: 


https://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com/2021/07/con-la-staatskapelle-weimar-en-1985.html 


En suma, la estancia en París tuvo algunas muy afortunadas repercusiones; considerando que apenas unos meses antes había yo salido de México sin tener invitación o contrato alguno para dirigir en Alemania o Europa, me sentí  tremendamente agraciado que justo la primera oportunidad de dirigir en Alemania en esta nueva etapa de mi vida, fuera con la maravillosa Staatskapelle Weimar. 


Ciudad de México; el 10 de mayo de 2025.