martes, 28 de julio de 2009
J. R. BLENGIO: Como un rayo que no cesa
COMO UN RAYO QUE NO CESA
por José Rafael Blengio*
En 1999 el maestro Sergio Cárdenas publicó “Estaciones en la Música”, un catálogo de sus pulsiones anímicas más sinceras, un manual de lo que debe ser el perfecto oyente musical y poético. Por él desfilaban sus amigos más dilectos (él es amigo dilecto y lo demuestra día con día, año con año), que iban desde Cioran y Hans Kueng pasando por los Manueles Esperón y Enríquez, Carrillo, Strauss, Hesse, Schumann, Beethoven y sobresaliendo entre todos Brahms, Mozart y Bruckner. Eran sus filias, pero también había fobias: contra la inepta burocracia, contra la cerrazón anímica, contra la mediocridad, contra la raquítica formación en el arte musical, en una palabra, contra todo lo que atente contra la cultura y su misión trascendente. Todo el libro era el espejo espiritual de un artista sensible, culto, un homo universalis que abría su alma en una empresa que llamé “la pasión didascálica”.
Han transcurrido cuatro años y la veta, lejos de agotarse, nos entrega nuevos filones de oro y piedras preciosas. Con una temática más selecta pero igualmente válida, en “Un Rap para Mozart” nos entrega una serie de traducciones, por una parte, de críticas, por otra, y plus ultra, varios enayos poéticos, combinaciones de prosa poética y ensayo filosófico, en el justo medio entre el análisis reflexivo y la emotividad lírica. El autor, dentro de la más alta y pura didascálica, nos obsequia trozos de una gran calidad, llenos de intensas vibraciones en que se translucen no sólo el músico exigente y polifacético que es, sino el recreador de la poesía de una de las grandes voces del Siglo XX, Rainer María Rilke., el ensayista y crítico decantado, centrado en especial en uno de los universos más libertarios que han surgido de la poesía, el de los Sonetos a Orfeo, las Elegías Duinenses, el Libro de la Imágenes y otros textos.
Intérprete sensible, músico y traductor con alma de poeta, taumaturgo convencido, Sergio Cárdenas nos da en palabras lo que un creador soñó en distinto idioma, en clima y estación diferentes, pero con la misma emoción, y hace que renazca del fondo del signo, la verdad inquenbrantable de la poesía que alguna vez fue una con la música. Juan Villoro, en el Prólogo Piel Roja a “Estaciones en la Música”, dice: “Sergio Cárdenas pertenece a la reducida cofradía de quienes han hecho de la palabra una extensión de la música. Ajeno al protagonismo de quienes piensan que la batuta es más importante que la música, cede la voz a sus solistas y traduce páginas ejemplares de Hesse, Cioran, Nietzsche, Walter y Alma Mahler.”
La vena didascálica de Sergio Cárdenas es como un rayo que no cesa (¡Salud!, Miguel Hernández). Con su nuevo libro repite la tarea de interpretar con la partitura en la mano, las cimas y las hondonadas de la Octava Sinfonía de Anton Bruckner, pero no lo hace como un anatomista que diseca friamente un cuerpo inanimado, sino como un enamorado que dentro de la materia viva lee entre líneas y adivina venturosamente el plan maestro del quehacer bruckneriano, su más alto misterio. Esta forma de abordar obras maestras la había usado Cárdenas en sus ensayos Brahms o el largo camino hacia la luz y Brahms, exégeta de la esperanza, incluidos en “Estaciones en la Música”, con resultados esclarecedores, plenos y felices. Como aquella vieja película “Viaje Fantástico”, entra con su intrépido submarino y recorre las maravillas que subyacen en la aparentemente fría materia, llena en sí de la aristotélica belleza.
Para finalizar, deseo hacer una pequeña exégesis de un pasaje de Rilke. En la página 72 leemos: “Ser artista significa no calcular ni contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia y confiado se yergue en las tormentas priomaverales sin el temor de que, a lo mejor, el verano no llegará. Pero sí llega. Sólo que llega unicamente a los pacientes que están allí como si ante ellos yaciera la eternidad, despreocupados, tranquilos y lejanos. Diariamente aprendo, lo aprendo con dolores con los cuales estoy agradecido: ¡la paciencia lo es todo!”
A riesgo de caer en atrevimiento inverecundo, citaré una líneas de un poema que forma parte de mi libro “Declinación del Mundo”, para abundar sobre este punto:
Aparición alegre, saltimbanqui magnífica,
costurera que das aéreos puntos
al puente colgado entre el espacio y el tiempo,
eres la misma, que según el infalible vulgo
caía sobre las horas musicales de Beethoven niño.
Al final, hábil tejedora
de estameña en espacios olvidados
(compitiendo con el tiempo, tu enamorado eterno)
materializas con arte inmemorial esa engañosa tumba
en que la mosca termina su zigzagueante misión
y nos enseñas que en la trama tenue de los sueños
puede quedar atrapado todo un mundo de color y forma fementidos
(y con él nosotros, arcaicos insectos)
y que la paciencia a veces crea más que la espada y la proclama,
frágil araña....
*Texto leído por el autor en la presentación del libro Un Rap para Mozart, de Sergio Cárdenas, el 4 de diciembre de 2003, en el Museo de la Ciudad , de Santiago de Querétaro, Qro. México. José Rafael Blengio es Profesor de Música en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro.
© José Rafael Blengio, 2003.
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