Respuestas a entrevista de SERGIO RAÚL LÓPEZ
para el mensuario
DE LARGO ALIENTO,
reproducidas parcialmente en la edición correspondiente al mes de
abril, 2014.
–¿De qué se habla cuando se habla de cultura? Por
un lado encuentro una forma absolutamente elitista de considerar a la creación
artística, preferentemente de genealogía centroeuropea, y por la otra, una tendencia
a programar lo masivo, lo mediático, lo televisivo, para granjearse al gran
público. ¿Entre estos dos extremos y en la actualidad, cómo ha depurado su
definición de lo cultural y de lo artístico?
Ninguna creación artística
tiene, de origen, propósito alguno elitista. Si bien es cierto que en no pocas
ocasiones se ha abusado del poder seductor y comunicativo del arte, no es el
elitismo lo que constituye una de sus características sociales. En los albores
del Siglo XX, Rilke planteó en su soneto “Torso Arcaico de Apolo”, la esencia
de la manifestación artística: no es tanto el que uno como espectador o
receptor del arte asuma una pasividad total ante su encuentro, sino que en el
proceso mismo de contemplarlo (visual, sensual o auditivamente), es el arte el
que nos observa, el que nos mira y nos arenga: “Debes cambiar tu vida”.
Apunta Rilke a una de las
cualidades esenciales de lo artístico: su transformante poder comunicativo, que
impacta por fuerza de su belleza, de su congruencia interna, de la economía de
sus medios expresivos, de la intensidad con la que enuncia su contenido.
Nada de esto puede ser, en
sí mismo, elitista. Cierto es que con no poca frecuencia la desinformación, el
desconocimiento, la indolencia e incluso la manipulación educativa, abonan a la
dificultad de apreciar lo artístico y de hacerlo de manera gozosa,
desprejuiciada, abierta. Se agrega a ello la imposición que llevan a cabo
supuestas “autoridades” culturales que ni siquiera han entendido la encomienda
que tienen en tanto que responsables del quehacer artístico y cultural, pues se
escudan en el “rating” barato e irresponsable que abona a la distracción y el
entretenimiento ante el pavor de que el individuo pueda “salirse de su control”
al crecer interiormente y, por ende, cambiar su vida tras la vivencia
artística. Con demasiada frecuencia he escuchado peticiones de alcaldes,
directivos de festivales y similares, insistiendo en que los conciertos que les
ofrezca incluyan sólo “obras facilitas”, de esas que “la gente puede comprender”:
con peticiones de este talante, esos idiotas no sólo proyectan su mediocridad
sino que intentan a la vez imponerla a sus comunidades. Mozart seduce en
cualquier parte del mundo no porque sea parte de un arma del imperialismo cultural
centroeuropeo, sino por la tremenda honestidad humanista con la que su música
hermosa y cautivadora nos escudriña, con la que hurga en nuestras entrañas
emocionales, con la que nos brinda un atisbo de paradisíaca eternidad.
Las artes, que son la
sustancia misma de lo cultural, son verdaderas armas para la vida. No es
fortuito el hecho de que la raíz etimológica de “arte” sea la misma que de
“arma”: ya los antiguos romanos introdujeron ese concepto en el que el arte,
por lo ya mencionado, se yergue como arma interior, emocional, creativa,
energética para continuar avanzando en el devenir cotidiano hasta que uno se
confirme como ser humano pleno, sensible, responsable, generoso y solidario.
–En un medio con un cuarto de siglo de artistas
subvencionados lo mismo con becas de creadores que con coinversiones e incluso
con la participación de dineros del Estado o de fundaciones de la iniciativa
privada se vuelve necesario deslindar los terrenos del arte de los del
ejercicio del presupuesto en la sociedad contemporánea. ¿Es la subvención una
forma de validación? ¿En una sociedad consumista se va acabando el valor
estético de los objetos y las ideas, y se va sustituyendo por las formas
prácticas de reconocimiento por parte del mercado, delstablishment y
de la burocracia especializada?
El Estado tiene como encomiendas principales, la tarea de
velar por el desarrollo integral de la sociedad en un contexto de seguridad y
paz. La sociedad es corresponsable de este quehacer. En este contexto, el
Estado debe incidir ahí donde se han generado desbalances que atenten contra el
desarrollo integral de la sociedad. Por razones de irresponsabilidad,
ignorancia, insensibilidad, y otras “linduras”, algunos seudoeconomistas apoyan
propuestas para que los gobiernos se desentiendan cada vez más de sus
responsabilidades para con lo artístico y lo cultural, más con lo primero que
con lo segundo. Argumentan: “quien quiera arte, que lo pague de su bolsa”. Es,
desde luego, un seudoargumento, pues todos pagamos impuestos, de manera directa
o indirecta, de donde incluso salen los emolumentos para esos mismo
“funcionarios”. Nada hay de error
en el cumplimiento de las encomiendas del Estado cuando se aboca a apoyar la
creatividad artística. Sí la hay cuando ese apoyo es sólo una máscara y un
chantaje (que compra las conciencias de los artistas) que se agota en la
creación que no cierra el círculo de la comunicación. De similar manera
considero una aplicación equivocada de la encomienda del Estado cuando exige al
artista que su creación se ajuste a tal o cual criterio dizque estético o incluso político, por
fuerza del populismo político. El Papa Julio II establece el concepto del
artista-autor cuando obliga a Michelangelo a pintar las paredes de la Capilla
Sixtina; lo eligió porque quería al mejor artista de su época para llevar a
cabo tan monumental tarea. Pero en ningún momento impuso a Michelangelo
criterio estético o teológico alguno: respetó la entereza y autonomía artística
de ese gigante cuya aportación en la Capilla Sixtina continúa vigente con
fuerza y arrobamiento.
–En una sociedad mediatizada y absolutamente
inmersa en los medios masivos, qué papel –metafórico y físico– ocupan los
medios impresos de comunicación especializados en cultura y qué importancia
mantienen en el seno de la sociedades occidentales. Especialmente en un tiempo
como este, en el que se predice un futuro más corto a los periódicos que a las
tarjetas de presentación y a los calendarios sobre papel?
El 30 de octubre de 1853,
el compositor musical alemán Robert Schumann (1810-1856) publicó en la revista
“Neue Zeitschrift für Musik” (fundada por él mismo en 1834) su crítica-artículo
musical titulado “Neue Bahnen” (Nuevos Senderos); ahí, Schumann describía su
afortunado encuentro con el joven veinteañero Johannes Brahms (1833-1897) y lo
lanzaba al estrellato europeo con la crítica elogiosa que reconocía el enorme
talento creativo de ese joven pianista-compositor nacido en Hamburgo
(Alemania).
En el otoño de 1982,
estando yo en la ciudad rusa de Novosibirsk, donde dirigí un concierto con la
sinfónica local, el solista de la velada (Vladimir Feltsman, pianista), me
contó la siguiente historia: había estado en fechas recientes en París, donde
consiguió un recital en la legendaria Sala Pleyel. A la presentación de
Feltsman en París se oponía cierto grupo de pianistas que veían amenazada su
carrera con la presencia de Feltsman. Éste se enteró, justo antes de salir al
escenario para brindar su concierto, que el crítico de un conocido periódico
parisino escribiría una crítica demoledora de su concierto, a raíz de lo cual
él, Feltsman, decidió a última hora cambiar el programa tocando un repertorio
diferente al impreso en los programas de mano, que él mismo iba anunciando. A
los dos días apareció la crítica demoledora sobre un concierto que no se había
tocado.
En 1985, Sergiu Celibidache
dirigió el concierto inaugural de la nueva sala de conciertos Gasteig, de
Munich, Alemania. La Sinfonía No. 5, de Anton Bruckner, fue expuesta en esa
ocasión por Celibidache y la maravillosa Filarmónica de Munich, con excelsitud
sublime y, yo agregaría, levitante. A los dos días, quien era conocido como “el
Papa de la crítica musical” de Munich, tituló su libelo sobre esa exposición musical: “Celibidache,
campeón mundial del aburrimiento”.
En los tres casos aquí referidos,
lo publicado en los medios impresos generó una tremenda, muy activa respuesta
de los amantes de la música y los lectores de esos medios, generando debates
apasionados que enriquecieron la experiencia en quienes la vivieron y
despertaron el interés en quienes no tuvieron tal oportunidad.
Los medios impresos,
cuenten o no con personal capacitado para el ejercicio de la critica artística,
tienen un papel histórico y reflexivo muy importante en el devenir de la
sociedad, pues no sólo se afirman como documentos para el análisis histórico
sino que, en lo inmediato, generan debate que a su vez culmina en posturas ante
lo que se presenta en público. +++
Ciudad de México; el 7 de febrero, 2014.