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“LA LETRA NO ES UN FACTOR DETERMINANTE PARA LA PROFUNDIDAD DE LA MÚSICA”
Las siete décadas de Sergio Cárdenas…
Víctor Roura / 2021-12-25
Tiene más de medio siglo desde que estrenó y se estrenó como compositor. De hecho, precisamente como compositor, tiene un catálogo que rebasa el centenar de obras, muchas de las cuales han sido estrenadas con éxito en Alemania, Austria, Italia, Francia, Polonia, Suiza, Estados Unidos, Bélgica, Egipto, Taiwán, Corea del Sur, Japón, España y México. Además, es el único mexicano que ha ocupado la titularidad en organismos orquestales de Alemania, Austria y Egipto, además de su país natal. Compositor, director de orquesta, también traductor y hacedor de libros… en este 2021, Sergio Cárdenas arribó a sus siete fructíferas décadas de vida. Y sí: aquí queremos celebrarlo…
Compositor, traductor, director de orquesta, hacedor de libros
En este año que finaliza el músico, compositor y director de orquesta Sergio Cárdenas arribó a sus siete fructíferas décadas de vida, el pasado 17 de junio; ese día, del año 1951, vio la luz primera en Ciudad Victoria, Tamaulipas.
Desde muy joven empezó a destacar en la música sinfónica, habiendo dirigido ya orquestas de indudable prestigio como la Sinfónica de la Universidad de Música Mozarteum de Salzburgo, Austria; la Sinfónica de Hof, de Alemania; la Sinfónica de El Cairo, Egipto; la Sinfónica Estanislao Mejía de la Facultad de Música de la UNAM, y de cámara Consortium Sonorus, de la que es fundador, además de haber sido titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de México y de la Filarmónica de Querétaro.
Es compositor de un catálogo que rebasa el centenar de obras, varias de ellas estrenadas en países como Alemania, Austria, Italia, Francia, Polonia, Suiza, Estados Unidos, Bélgica, Egipto, Taiwán, Corea del Sur, Japón, España, además, por supuesto, de México. Posee, asimismo, diversas grabaciones no sólo accesibles en México, sino en diferentes partes del mundo.
No sólo eso.
También ha escrito numerosos libros sobre aspectos musicales: yo le edité en 2010, en la colección “Cuadernos de El Financiero”, el volumen Una dimensión no lineal, que recoge diversos ensayos sobre temas musicales.
Es conocida también su faceta de traductor poético, habiendo realizado versiones de más de 80 poemas y todas las Elegías Duinenses de Rainer Maria Rilke y otros 40 de diversos poetas alemanes contemporáneos como Rost, Braun, Becker, Gernhardt, Grass, Wondratschek, Wirz, Gruenbein, Auslaender y Leemann…
Es admirada, faltaba más, su labor magisterial, sobre todo en la UNAM.
La siguiente es una conversación con don Sergio Cárdenas efectuada hace algunos ayeres —con la batuta en el podio dirigiendo a la Orquesta Sinfónica Nacional, plática no común entonces en un director de su talla… ¡con menos de 30 años de edad!—, pero cuyo núcleo reflexivo sigue vigente aún en su pensamiento de los días que corren.
Estudiantes de la Academia Real de Música
Lograr que a través de un mensaje musical pueda llegar al público una experiencia puramente sensorial es el objetivo de Sergio Cárdenas, entonces titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.
—Esto es sumamente difícil —dice—; sobre todo, cuando estamos viviendo en un medio tan contaminado auditivamente. Lograr que el público trascienda la vivencia auditiva de lo que está escuchando es muy complicado, pero esa es la meta de todo arte.
Sergio Cárdenas se mueve en forma constante en su asiento, detrás del escritorio.
—No es mi principal preocupación —dice respecto a la balada, la música de más consumo en el país—. Generalmente, cuando escucho estas cosas es en ciertos restaurantes en donde va uno a comer y no se le tiene consideración a la clientela. Tenemos que estar oyendo a fuerza su mentada música de fondo. Entonces, me doy cuenta más o menos de cómo andan las cosas; pero, en realidad, sinceramente, no me llama la atención ni me interesa tampoco porque creo yo que ha faltado mejor preparación en los compositores de ese tipo de música. Digamos: en un tiempo estuvieron dominando Los Beatles con sus creaciones. Y a mí, particularmente, me gustan bastante los temas de ese grupo. Y una vez me interesó saber por qué ellos tenían tan buena música, aun siendo rocanroleros. Y en las investigaciones estas, naturalmente no profundas, me encontré con que todos los integrantes del conjunto habían sido estudiantes de música en la Academia Real. Tanto Lennon como McCartney habían estudiado composición musical. En serio. O sea, que sabían en realidad lo que era el oficio. Aparte de que ellos, por sí solos, por naturaleza, tenían talento.
El rock en la secundaria
Atiende el teléfono. Pregunta por Mario Lavista. Su oficina es pequeña, pero acogedora. Una cortina evita el paso del Sol. Cuelga y responde:
—Comparadas con las creaciones que se realizan en Estados Unidos, claro que no se da el jazz en México. En primer lugar, porque ese país es muchísimo más grande que México, más del doble. Y de población, también. Y en segundo lugar, porque el jazz es una música netamente estadounidense. Y no puede esperarse que en México tenga la misma repercusión. Además, quizá se deba esto a que el jazz, en sí, es una expresión, una forma musical que va más allá de la simple estimulación sensorial, como puede ser la música de los Bee Gees o de Travolta o grupos por el estilo. El jazz tiene unas virtudes relajantes por su estructura interna, porque su forma musical es mucho más amplia que los compases incluidos en las creaciones, si así se les puede llamar, de los Bee Gees y de esos arreglistas del momento.
—En su inicio, ¿participó usted en algún grupo moderno?
—No, en realidad no —dice apresurado—. En la secundaria yo tuve siempre el sueño de llegar a ser baterista de un grupo de rocanrol. Pero era en aquel entonces, en primero de secundaria, tendría 13 o 14 años. 1964. En aquel entonces me apasionaba el rocanrol. Pero en la música en general yo no creo que haya esas divisiones que muchos elitistas consideran que existen, que hay la música buena, que es la clásica, la culta, y la otra, ¿qué será?, ¿inculta?, no sé… pero en realidad, no: Los Beatles tienen música excelente, Gershwin también, los espirituales negros o los jazzistas tienen cosas fabulosísimas también. Por eso, en música nada más hay buena o mala. Y se acabó la historia, ¿no? También Beethoven tiene cosas malas. Eso se da en todos lados. Pero en ese entonces, en mi etapa de secundaria, quizá porque era la moda o por las influencias del momento, me gustaba el rock. Asimismo, también estudiaba piano, intervenía en el coro infantil.
“La música no tiene nada que ver con el canto”
—¿ Qué fue lo que lo inclinó más hacia la llamada música culta?
—Lo que sucede es que en aquel entonces, de manera inconsciente o en forma intuitiva, sentí esa atracción por la música clásica. Porque la expresión era más profunda. El mensaje musical es mucho más amplio. Y mucho más variado. Y no se limita a las formas pequeñas y cortas de la música popular.
—¿No tuvo alguna vez la necesidad de incluir letra, para darle otro tipo de profundidad a la música?
—¿Letras de qué? —gesticula Sergio Cárdenas—, ¿de incluir en dónde? La música no tiene nada que ver con el canto. Nada.
Sus manos parecen también hablar.
—¿No tuvo nunca interés por mezclar el canto con la música? —se le insiste.
—Ah, sí, bueno, pero eso no tiene en realidad por qué considerarse…
—¿Por qué?, ¿le resta importancia?
—No. La letra, en sí, tiene importancia. Pero la letra no es un factor determinante para la profundidad de la música. Eso nunca. En ninguna obra. Ni de Mozart ni de Beethoven ni de nadie…
—¿En Bob Dylan?
—En ningún compositor —enfatiza—. En ninguna obra. Ahí está Leonard Cohen, por ejemplo, que tiene textos preciosísimos pero una música aburrida como ella sola, ¿no? Sus textos maravillosos encuentran su vehículo de acercamiento para lograr un mayor contacto a través de la agregación sonora. En realidad, lo que ahí valen son los textos… Es que la música no tiene nada que ver con el texto. El texto no forma parte de un fenómeno musical…
—El caso de la ópera…
—Tampoco, porque la ópera es teatro musical. Lo que cuenta en la ópera es el teatro, el drama de la escena que va reforzado con la música. Entonces, la música se adapta a una escena teatral. Los grandes compositores de ópera son los que saben cantar la esencia de la escena dramática.
“La música no existe”
Se había hablado ya de jazz, de balada, de música clásica.
Sergio Cárdenas se extraña de tanta diferencia para definir a los géneros. Para él, todo es música.
—O hay música buena o mala —asevera—. Pero es que aquí hay varias complicaciones semánticas. Si vamos a tratar de hablar sobre las cosas con toda claridad, empecemos diciendo que la música no existe. No existe: es algo en un cierto momento que, dadas las condiciones, se vuelve música. Pasado ese instante, ya pasó. La música no es algo que usted pueda palpar, que pueda decir: esto es música. Así que si empezamos por el asunto de las definiciones, tenemos que comenzar por esta declaración: la música no existe.
—Pero la música está conformada por sonidos y éstos sí son identificables. Ahí están Cage o Stockhausen. ¿Qué opinión tiene de ellos?
—Ellos producen una colección interesante de ruidos. A mí no me interesa ese género, porque ahí en ese caso se trata de experiencias sonoras que tienen su existencia con base en efectos, en donde un efecto se presenta como justificación o garantía para que pueda pasar un cierto momento y se espera el siguiente efecto. Pero en cuanto a combinación sonora, no. La música tiene que considerar varios aspectos. El fenómeno musical es un fenómeno en donde entra una dualidad de propiedades. Y una de ellas es una dualidad cósmica, en donde la naturaleza, el cosmos, decide todo, independientemente de lo que yo o Brahms o Chávez o Cage digamos. Y la otra es el aspecto humano. Y va a depender del entendimiento que se tenga del cosmos para que todo esto llegue a un engranaje, de tal manera que el fenómeno cósmico se vuelva un fenómeno musical. Y pasadas las circunstancias, desaparezca.
Y sonríe como para sí mismo.
Contrariedades de Cárdenas
[La siguiente crónica, de hace cuatro décadas (23 de agosto de 1982 sucedida en Aguascalientes), define la característica ética de Sergio Cárdenas, que a la fecha sigue siendo, el hombre, el mismo de siempre, lo cual exhibe al ser cabal que es, que siempre ha sido, este compositor señero.]
Hablaba sobre la posibilidad de crear foros nuevos, cuando fue interrumpirlo.
—Que nos disculpen los periodistas, pero el maestro Sergio Cárdenas no fue invitado a esta conferencia —dijo Enrique Villa.
—Me perdona, pero no es cierto —contesta desconcertado Víctor Sandoval, entonces director de Promoción Nacional del Instituto Nacional de Bellas Artes—… no es cierto, yo personalmente…
—… Me perdona, pero no… —adujo Villa.
—… Le informé sobre la cita…
Víctor Sandoval no hallaba cómo decir lo contrario. De pronto su coraje creció. La cámara de televisión estaba atenta al imprevisto suceso. Un silencio reinaba en la sala. Enrique Villa, jefe de Relaciones Públicas de la Orquesta Sinfónica Nacional, insistió:
—El maestro Cárdenas no estaba enterado de esta conferencia. Me lo acaba de decir.
Y dijo que, sin embargo, Cárdenas estaba presente, por lo que Víctor Sandoval indicó que si estaba ahí pues que pasara, que adelante, que si bien el comienzo de la conferencia se había atrasado precisamente por esperarlo, pues ya ni modo, pero ya que estaba él ahí pues que adelante, vamos, vamos. Y de nuevo el silencio generalizado se produjo, mismo que quiso romper el propio Sandoval cuando dijo que si queríamos hacer más preguntas que adelante, vamos, vamos. Pero no dio tiempo a nada, porque se vio entrar al director de la Sinfónica Nacional, Sergio Cárdenas, sencillamente vestido, playera azul y pantalón del mismo color, con lentes oscuros y una cara de disgusto que no podía ocultar. Tomó asiento. Parecía no mirar a nadie. Y se invitó a preguntar.
—La obra de Daniel Catán: En un doblez del tiempo, que se estrenará en esta ciudad [Aguascalientes], ¿fue por encargo de la Sinfónica?
Cárdenas se quitó los lentes oscuros. La cara de disgusto era notable. Miró a la gente. Se diría que casi retadoramente. Y dijo:
—No sé qué se ha dicho. Ha sido un error. Me parece una… falta de educación el iniciar una conferencia así.
Así, sin su presencia. Pero ya estaba él ahí. Y todo podía iniciarse. Además, Víctor Sandoval sólo había comentado la labor del INBA. No había ido muy lejos. Entre otras cosas, había apuntado la acción descentralizadora de ese instituto, el entusiasmo por resaltar los valores de la comunidad provinciana, la idea de formar un público consumidor del arte, de crear la vocación artística, de plantear una serie de proposiciones para que, en el ya cercano próximo sexenio [el de Miguel de la Madrid Hurtado], no haya rupturas tan perjudiciales en la línea cultural. Y hablaba sobre la posibilidad de crear foros nuevos cuando fue interrumpido.
Pero ahora ya se podía comenzar la conferencia.
Pidió disculpas Sergio Cárdenas y dijo que este tercer Festival de Verano obedece a toda una política planteada previamente:
—La orquesta veía con gran preocupación que su nombre no se justificara por completo. De ahí salió la idea de cubrir, con su música, varias zonas de la República. Que tuviera más penetración. Que contribuyera más a la labor cultural. Que su repercusión fuera más duradera.
Y de ahí, también, nació la idea de no limitarse únicamente a conciertos sinfónicos sino de extenderse al aspecto educativo, pedagógico, al didactismo, a cuidar la política de difusión de la orquesta. Esta vez, la Sinfónica Nacional dedicó su programa de apertura a Manuel M. Ponce en el centenario de su natalicio [Zacatecas, 1882-1948]. Y “aprovechando la coyuntura”, Cárdenas encargó una pieza a Daniel Catán [Ciudad de México, 1949-2011] con la única condición de que su pieza fuese un homenaje a Ponce:
—¿Te conmueve la música de Ponce? —preguntó Cárdenas a Catán.
Y Catán respondió que sí.
Eso fue todo.
Pues órale, a trabajar en una obra dedicada a él. Así fue.
Esta obra, En un doblez del tiempo, ha sido la primera que estrena mundialmente la Sinfónica Nacional durante sus festivales de verano. Aunque, aclaró Cárdenas, “si pensamos en términos de música nueva, tendremos que observar para quién es lo nuevo” y, en este caso, dijo que han dado a conocer mucha música a la gente de provincia, por lo que a final de cuentas viene siendo como tocarles música nueva. Cárdenas se refirió, durante toda la charla, a la falta de participación democrática en el país. Dijo que el apoyo no se da en los mismos lineamientos, lo que ocasiona una inexistente política cultural en la nación:
—No se ha establecido nunca una línea clara a la política musical —indicó.
Y aseveró que habría que deslindar responsabilidades. De lo contrario, marcharemos siempre con la esperanza a cuestas y con nada concreto.
A su lado, Víctor Sandoval tenía la mirada perdida. Y Adriana Landeros, la hija del gobernador y directora del Fonapás de esta Aguascalientes, miraba hacia todos lados, hasta que en un momento dado optó por levantarse y retirarse, aburrida, de la sala. La conferencia estaba llegando a su fin. La tensión había disminuido. Parecía que, en realidad, no había pasado nada. Que esa mano abierta de Víctor Sandoval, que se quedó así, abierta, pues Cárdenas decidió no estrecharla, había sido sólo una alucinación momentánea.
Pero no.
Porque al finalizar la rueda de prensa, Cárdenas dijo que nos veríamos en la noche en el Teatro Morelos para la inauguración:
—Si no hay más disgustos —dijo.
Y algo ha de pasar, porque el propio Cárdenas convocó a una conferencia al otro día en el comedor del Hotel Francia y dijo que esta vez la Medalla Ponce, entregada a Juan S. Garrido, José Ruiz Esparza Vega y a Carlos Vázquez, “no tiene nada que ver con el propósito por el que fue creada” ya que, según Cárdenas, en esta ocasión la Sinfónica Nacional no participó en la elección de los ganadores y, de haberlo hecho, sólo hubiera reconocido a Carlos Vázquez. Y dijo que no tiene nada contra los otros dos pero que, simplemente, el propósito de la entrega de la medalla es apreciar los valores musicales. Sólo eso. Al imponerle nombres a la Sinfónica, se ha rebajado la calidad del premio, asentó Cárdenas:
—Se hace énfasis de la institucionalidad y se nos limita la capacidad creadora —comentó—. No tenemos, así, ninguna capacidad de decisión sobre un proyecto nuestro —indicó, contrariado.
Y la conferencia improvisada concluyó.
Pocos creadores, muy pocos —más bien, nadie, o casi nadie—, confrontan de manera directa a las autoridades por temor a perder sus empleos: dos años después de esta contrariedad cardenista, abandonaba Sergio Cárdenas la batuta de la Orquesta Sinfónica Nacional después de haberla dirigido durante un lustro: de 1979 a 1984.
El conflicto continúa en la UNAM
Así como la anterior anécdota, el compositor no ha modificado un ápice su ética transgresora (es decir, “transgresora” para los que se ven afectados con sus denuncias, sin por ello afirmar que no sean justificadas: en un país de “minucias” corruptas son necesarias las voces como la de don Sergio Cárdenas), a tal grado de que, por eso mismo, por hacer públicos los tejemanejes en la Facultad de Música de la UNAM, donde era un académico respetado, fue despedido con insolencia injustificada en 2018. Al respecto, a pregunta expresa, Sergio Cárdenas, de puño y letra, responde:
—Lo de la UNAM aún no concluye: se las han ingeniado para darle largas al caso, no presentándose a declarar, etcétera. La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), incluso, tuvo que acordar el envío de la fuerza pública para que se presentara el último testigo, cuya comparecencia se atrasó… ¡casi dos años, pandemia de por medio! Mi abogado me ha informado que sólo falta un cotejo, pero hasta antes de salir de vacaciones, la JFCA no había fijado fecha para ello.
“Mi abogado, desde que se inició el caso, me ha dicho que no hay manera alguna de que la UNAM reciba un veredicto a su favor, en lo cual confío, convencido como estoy, además, de no haber cometido ilícito alguno, mientras que la UNAM, en especial a través de la directora de la Facultad de Música y sus esbirros (¡literalmente!), han incurrido en tremendas arbitrariedades con alarde de impunidad, veleidad y prevaricación. Poco a poco han estado saliendo a la luz pública las diferentes minucias que se permite el cártel de música de la UNAM que, furioso por mi denuncia pública de sus despilfarros (18,300 dólares mensuales a un batutero de cuarta para que se parara en el podio de la OFUNAM no más de, en total, tres meses al año), se alió con la dirección de la FaM para proceder con la consabida arbitrariedad. Por fortuna, no hay mal que dure 100 años; confío en que así se confirmará en el 2022”.
Que así sea.
Porque la corrupción sigue estando allí, simuladamente oculta, debajo de la elegante o discreta alfombra, según.
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VÍCTOR ROURA (Mérida, Yuc, Mx, *1955), escritor, ensayista, editor y periodista de larga y brillante trayectoria pública. Durante un cuarto de siglo, fue el editor de la sección cultural del periódico EL FINANCIERO (CdMx). Desde 1919 es el encargado de la sección cultural de Notimex, agencia de noticias del Estado Mexicano. De él se han publicado más de 30 libros.
Salida de Emergencia es una revista digital de periodismo cultural fundada por el periodista José David Cano, en marzo de 2020. (https://sdemergencia.com/)
De periodicidad semanal, en el nacimiento de esta publicación dedicada al quehacer cultural también han participado Sergio Raúl López y Juan José Flores Nava —ambos periodistas con una amplia trayectoria en el oficio cultural—, así como el escritor, filósofo y periodista Carlos Herrera de la Fuente.