“En México no hay nadie que sepa dirigir bien. Nadie”: Sergio
Cárdenas, director de orquesta
“En los
diez años que llevo en la Facultad de Música, me han llegado por lo menos unas
70 u 80 solicitudes de muchachos que quieren que les dé clases de dirección
orquestal (claro, privadas). Creo que si las hubiera atendido, a lo mejor ya
estaría millonario, ya tendría mi propia casa blanca...”, cuenta al periodista
José David Cano.
Por
José David Cano*/ colaboración especial para Aristegui
Noticias
Habíamos concertado una cita
para conversar sobre varias efemérides que están marcadas en su biografía
artística —y que se han ido cumpliendo en este 2015—, pero la realidad otra vez
se nos impuso, se filtró.
—Caray, qué días tan fuertes
y locos, ¿no le parece? —le dije a Sergio Cárdenas, mientras lo saludaba y
tomaba asiento.
—Sí, terribles —dijo el
maestro—. Terribles —repitió en voz baja.
Era una mañana cálida, y en
la cafetería en donde estábamos el bullicio subía y bajaba en intensidad, de manera
bastante caprichosa. Hasta cierto punto, era comprensible que el rumbo de
nuestra charla virara hacia lo inevitable; después de todo, la violencia sigue
desatada en los cuatro puntos cardinales del país, y no parece que vaya a dar
tregua pronto.
—La pregunta es: ¿a qué
lleva todo esto, José David? —inquirió, al cabo de unos segundos, el maestro
Cárdenas—. ¿A qué?
Alcé los hombros, sin saber
qué responder. Él tomó la palabra:
—Sin duda, ¡a una tremenda
psicosis! La gente vive en un estado
permanente de psicosis, nerviosismo, inseguridad. Tiene miedo de hacer
cualquier tipo de cosas, porque no sabe por dónde le van a rebotar las balas,
la violencia… Me parece que el estado no está cumpliendo con
sus obligaciones; de hecho, no está cumpliendo con su obligación esencial que
es la seguridad de sus ciudadanos. Si el ciudadano no tiene la protección,
entonces el estado no existe como tal. Así que tenemos un gobierno, pero no hay
Estado…
Le interrumpí: si me
permite, a mí me parece que el ciudadano mexicano no es defendido en términos
generales…
El maestro lanzó un suspiró.
Luego dijo:
—En eso estamos de acuerdo.
Absolutamente. Vemos la situación de inseguridad, y nos indigna a todos, y con
mucha razón. Pero, también, si nos vamos al terreno laboral, por ejemplo, es
una situación similar. Estamos
maniatados. Así que a mí me parece que no nos estamos moviendo
como país. Y no sólo eso: si los procesos de los que tanto se hablan,
educativos y formales y demás, fueran planteados con honestidad, otro gallo
cantaría… Hoy lo vemos en todos lados:
sea en los equipos de futbol o en las orquestas, todo está copado por la
corrupción; ¡así no podemos avanzar! Eso es lo que nos lleva a
la violencia que estamos viviendo, ya que lo que rige esos procesos de
inseguridad y violencia, no es otra cosa más que la corrupción.
En eso tiene razón,
contesté; lo más sorprendente —añadí— es que la corrupción está arraigada,
incluso, en ámbitos que uno creía inmunes, como el de la cultura.
El maestro Cárdenas asintió,
y se llevó su vaso a los labios. Bebió. Después, dijo:
—Por supuesto, te entiendo.
Insisto: está en todos lados, y en la cultura no sería la excepción. Ahí están
las prebendas que, dicen, tienen ciertos artistas. Incluso, veo constantemente
que muchos se quejan de la repartición de las becas del Fonca, por ejemplo. Por
algo será, ¿no?
Le pregunté si pensaba, o si
creía de algún modo, que ya habíamos tocado fondo. Me respondió de manera
inmediata:
—¡Uf! No. Me temo que no.
Hace tiempo vi un filme ruso que se llama Leviathan,
y era el horror total. Es impresionante ver cómo funciona el poder público. No
es diferente a nuestra realidad: el poder, la manipulación, la violencia
soterrada, la corrupción, el juego sucio… Lo estamos viviendo ahora. Me temo
que falta más…
Esto me llevó a preguntarle
sobre la ética: ¿se puede separar la ética del creador?
—No, José David —dijo,
rotundo, Sergio Cárdenas—. Una esencia del ser creador es ser honesto. Porque,
finalmente, el artista trabaja con un elemento esencial que es su verdad
artística. Entonces, uno no puede ser anti-ético, en ese sentido. En mis
diplomados que he dado de dirección musical, he hecho énfasis, en casi todas
las sesiones, de la necesidad que tenemos de asumir una responsabilidad ética
como artistas. Te pongo un ejemplo: hace poco tuve una discusión con una
persona, muy talentosa. Sin embargo, al final terminó tocando en las
configuraciones que yo le llamaría más corruptas (en términos estrictamente
artísticos). De cierta forma, le reclamé. Él me sorprendió con lo que me dijo: “Es
que tengo que comer”. Le dije: “Si ése es el argumento, ¿por qué no incursionas
a una profesión que te deje más lana?” A mí me parece que ese argumento de que
“tengo que comer” no es, digamos, artísticamente ético. Porque, además, no es
ése el único camino para solucionar el problema. Tampoco estoy diciendo que se
tenga que morir de hambre, no es el punto. Pero tomar eso como argumento, no lo
creo. Entonces, lo ético es algo inherente. Es esencial al ejercicio artístico;
mejor dicho: es parte de su esencia.
El más
sobresaliente
No hay que darle muchas
vueltas: hoy por hoy, Sergio Cárdenas es, sin temor a equivocarme, el más sobresaliente director de orquesta que tenemos
en México. Conste: no es una loa gratuita: su extensa
trayectoria lo avala. De hecho, no hay en este momento, en nuestro país, un
director con su historial.
Veamos. Sergio Cárdenas es compositor, director de orquesta,
director de coros, y profesor. También es articulista, ha escrito libros,
traduce poesía, y ha sido un incansable promotor cultural.
Todo ello, sin dejar de
perfeccionar su trabajo de dirección orquestal. Por eso, como director ha
estado al frente de la Sinfónica de la Universidad de Música Mozarteum, de
Salzburgo, Austria (1975-1979); Sinfónica Nacional (1979-1984); Sinfónica
de Hof, Alemania, (1985-1989); Filarmónica del Bajío / Filarmónica de Querétaro
(1986-1997); Orquesta Sinfónica de El Cairo, Egipto, (2003-2004); y Orquesta
Sinfónica “Estanislao Mejía” de la Facultad de Música-UNAM (2005 a la fecha).
Como director huésped, ha
dirigido notables agrupaciones orquestales; entre las cuales están la
Philharmonia Orchestra (Londres), las Filarmónicas de Munich y Stuttgart
(Alemania), las Sinfónicas de Radio Leipzig (Alemania), Cracovia y Katowitz
(Polonia) y la Orquesta de Cámara de Lituania.
De hecho, justamente en este
2015 varios aniversarios se cumplen para Sergio Cárdenas. Por ejemplo: festeja
10 años como profesor titular de carrera en la hoy Facultad de Música de la
UNAM, y como director artístico de su Orquesta Sinfónica (la “Estanislao
Mejía”).
También, cumple 30 años de
haber ganado el concurso para ocupar la dirección titular de la Orquesta
Sinfónica de Hof (Alemania); 30 años de su debut como director huésped de la
legendaria Staatskapelle Weimar (Orquesta Estatal de Weimar), Alemania; y 30
años de su debut como director huésped de la Filarmónica de Cámara de Polonia,
con la que ha grabado tres discos con obras de su autoría musical.
También, Sergio Cárdenas
cumple 40 años de haber sido designado director titular de la Orquesta
Sinfónica de la hoy Universidad de Música Mozarteum, de Salzburgo, Austria. Y,
claro, 50 años de su debut como director musical: fue un coro infantil
organizado ad-hoc para el concierto
de navidad de la Iglesia Nacional Presbiteriana Luz y Salvación, de Ciudad
Victoria, Tamaulipas, de donde es oriundo.
—Es un hecho que se ha
consolidado como el más sobresaliente de los directores mexicano. ¿Cuáles son
los fundamentos básicos para convertirse en uno, maestro Cárdenas?
—No hay recetas, José David. Disciplina
y trabajo… Ahora, te voy a contar algo. Fíjate que en los diez años que llevo
en la Facultad de Música, me han llegado, en este tiempo, por lo menos unas 70
u 80 solicitudes de muchachos que quieren que les dé clases de dirección
orquestal (claro, privadas). Creo que si las hubiera atendido, a lo mejor ya
estaría millonario, ya tendría mi
propia casa blanca…
—Hubiera sido sensacional…
—Ya en serio. Si no he
atendido esas solicitudes es porque la dirección musical va más allá de eso. Mi
concepto de la dirección musical no es como ir a un curso de primeros auxilios;
decirle a los alumnos: aquí levantan la mano derecha, aquí bajan la izquierda…
No son coreografías. La dirección es de lo más complejo que existe en la
música. Aún más complejo, creo, que la composición. Porque uno, como director,
al estar dirigiendo algo, está componiendo la pieza como si fuera desde cero
otra vez. O sea, es un proceso creativo nuevo totalmente. Por lo tanto,
requiere muchos procesos largos, de asimilación, de entendimiento, de lo que
son las esencias musicales, los criterios para ello…
—Supongo que eso es algo que
los jóvenes directores toman muy poco en cuenta.
—Exacto. Quieren rapidez,
inmediatez. Yo me he opuesto a todos esos cursillos que llamo de “primeros
auxilios”, que en México y en muchas partes del mundo se dan. Muchos piensan
que por asistir a un curso de una semana o dos ya son directores. Yo llevo 50
años en el campo, José David, y sé que aún tengo mucho que aprender. Es decir:
esto no se acaba nunca. Lo mismo me comentaban en su momento Herbert von
Karajan, también Sergiu Celibidache. De ellos aprendí; en muchos sentido,
fueron mi guía. Eran personas que estaban metidas ahí, al cien por ciento, y lo
hicieron durante décadas. Estaban siempre descubriendo.
—En nuestro país, maestro,
abundan cursillos, talleres, y hasta concursos.
—Lo voy a poner de esta
forma. Yo le tengo mucho respeto a este campo. Por lo tanto, no acepto
batuteros. Es más: estoy convencido de que en México, en este momento, no hay
nadie que sepa dirigir bien. Nadie. Son todos aficionados. Algunos lo hacen un
poco mejor que otros. La mayoría, sin embargo, no pasa de ese nivel de primeros
auxilios. Piensan que batutear es lo mismo que dirigir. Claro, sé que con estos
comentarios medio mundo se me vendrá encima, o me verán como su enemigo, o como
el engreído: “¿cómo señala eso”, o “¿quién se cree?”. Pues bien, que quede
claro: esto es sólo un diagnóstico mío. Es eso: un diagnóstico. No estoy en
contra de nadie; de hecho, a muchos ni los conozco.
—Lo que dice es serio. Tal
parece que no está muy bien la situación…
—Yo le tengo gran respeto,
gran veneración al ejercicio de la dirección orquestal. Pero está devaluado.
Extremadamente devaluado. Hoy, cualquiera se para en un podio. ¿Por qué? Porque
lo piensa como un ejercicio de poder más que nada. Ha habido muchos, todos
supuestos colegas, que se mantienen a base de latigazos y las mentadas, o
reteniendo pagos y cosas por el estilo. Puras tonterías; totalmente cosas que
carecen de ética. El problema es que, ante la crisis que vivimos, varios
músicos son orillados a decir para sus adentros: “Es que tengo que comer”. Así,
pierden toda dignidad. A mí, algunos me han dicho: “No me importa que fulano me
grite, que me diga de qué me voy a morir, sólo pido que me pague a tiempo”. En
fin, cada quien es feliz como puede. ¿Qué le vamos a hacer?
—Entonces,
¿no cualquiera puede ser director de orquesta?
—No.
Definitivamente no.
—¿Se nace
para ello?
—Yo creo
que, en gran medida, sí. Se puede depurar siempre. Pero no cualquiera puede
serlo. A mí me encanta la pintura, pero ni remotamente voy a ser pintor.
Conozco mucho de pintura, y tengo amigos pintores, pero no por eso voy a poner
a pintar, aspirar a ser uno de ellos. Eso no puede ser. Alguna vez,
entrevistaron a la esposa de un famoso cantante, quien, de la noche a la
mañana, se puso a dirigir escena en producciones operísticas. Un día le
preguntaron: usted, ¿dónde estudió dirección de escena? Ella respondió: “Yo no
necesito estudiar, yo he visto muchas óperas. Con eso me basta”. O sea, ¿yo
puedo ir al hospital todo los días y con eso convertirme en un cardiólogo? ¿De
qué estamos hablando? Pero eso es lo que piensan también casi todos esos
batuteros.
—Es indudable que de niños
todos dirigimos (con nuestros dedos, o con alguna rama, o un trozo de madera)
una orquesta imaginaria. ¿Por qué nos fascina tanto, siendo niños, un personaje
como un director de orquesta? ¿Hay alguna razón?
—Sí, hay elementos mágicos.
De entrada, el director de orquesta no toca ningún instrumento. Él mismo no
produce sonidos. Pero un movimiento dado (en el sentido de que no contradice el
contenido musical), produce una magia en todos los que están tocando, que nadie
más la puede conseguir. De hecho, podemos poner al mismo grupo de orquesta, y
poner a tres o cuatro directores que dirijan la misma pieza, y nunca sonará la
orquesta igual. Porque, finalmente, el reto mayúsculo que tiene el director es
saber permitir la calidad del impulso energético que requiere lo que se va a
tocar, para que el ejecutante pueda tocar eso que debe tocar con esa calidad
energética. Todo tiene su razón de ser, en función de un contenido musical. Por
eso en mis diplomados en dirección hago mucho énfasis en eso: no puede uno
subir a un podio a dirigir equis pieza, si esa pieza primero no ha pasado todo
ese proceso que le permita estar dentro de uno. Que uno se apropie la pieza.
—O sea, la música también
debe sonar dentro del director…
—Exacto. Ahora, un último
detalle. No quiero dejar una impresión negativa, destructiva, o como se le
quiera llamar, José David. Yo estoy convencido de que en México hay un enorme
talento musical. Lo he dicho muchas veces. Tengo experiencia de 40 años (o
quizá más) en Europa, y puedo comprobar que en nuestro país hay, de manera
natural, mayor talento musical que en Europa. El problema es que aquí no hay,
ni remotamente, las condiciones para que ese talento se desarrolle como allá. O
sea, allá en cualquier pueblito hay escuela de música, les dan instrumentos,
les ponen maestros, les ponen todo. Y crecen en un ambiente en donde, desde
niños, se van formando siempre, van entrenando el oído, y, sobre todo, les van
creando el espíritu para el gusto musical. En México, eso no existe. Para mí,
eso es una censura al desarrollo de la sociedad. Lo cual es el desastre…
Nota bene: La grandiosa y
espectacular Misa de Réquiem (1874)
del compositor italiano Giuseppe Verdi (1813-1901), se escuchará en la Sala Nezahualcóyotl. La cita es
hoy viernes (23) y este domingo (25 de octubre de 2015). En
escena estará la Orquesta Sinfónica “Estanislao Mejía”, de la Facultad de
Música-UNAM, que contará con la impresionante participación de 200 cantantes
que integran cinco ensambles corales, así como de un brillante elenco de
jóvenes solistas vocales, todos conducidos por el maestro Sergio Cárdenas (www.sergiocardenas.net).
(*José
David Cano es reportero, editor, jefe de información, periodista. De
vocación iconoclasta. Twitter:
@Pepedavid13)