El 16 de junio de 1996, evaluando lo que
podría organizar para mi cumpleaños el día siguiente, decidí invertir la
tradición: en lugar de estar a la espera de los regalos, emprendí la
composición de una obra para coro mixto, misma que sería mi regalo a todos con
motivo de mi cumpleaños. Así, en un par de horas, nació "Dios te
bendiga", para coro mixto, usando el texto de la conocida "Bendición
Aarónica", como se lee en el Libro de los Números 6:24-26:
"Dios te bendiga, Dios te dé protección;
Dios haga resplandecer su rostro sobre ti; Dios tenga de ti misericordia y
vuelva su rostro a ti. Y Dios te conceda la paz.'"
La pieza, marcada con el número 40 en el
catálogo de las obras musicales de mi autoría, se estrenó justo una semana
después, en el Auditorio "Josefa", de Querétaro, Qro., con la
Filarmónica de Querétaro y los Coros "Convivium Musicum" y de la
entonces Escuela Nacional de Música-UNAM.
Poco tiempo después, tuve oportunidad de
dirigir un concierto de la Sinfónica de Xalapa; al negociar el programa,
solicité que fueran incluidas dos obras corales mías: “Poor Soul” y “Dios te
bendiga”, en las que participara el Coro de la Universidad Veracruzana. La
administración de la orquesta me proporcionó una copia del audio de la
grabación en vivo del concierto, que se llevó a cabo en el Teatro del Estado.
De regreso a casa, hice una copia del audio de “Dios te bendiga” y la envié a
mi madre, en Cd. Victoria, Tam.
En una de las conversaciones telefónicas que
tuve con ella, de repente me dijo:
-“Oye, no voy a volver a escuchar el disco
(compacto) que me enviaste con la obra de
coro”.
Me quedé muy sorprendido, pensando que,
quizá, la obra había sido tan de su desagrado, que había decidido no escucharla
de nuevo. Tras unos segundos, pregunté:
-
“pero, ¿porqué, mamá?”
Contestó:
-
“Pues mira: a media mañana, al terminar de lavar los trastes,
barrer y trapear, decidí sentarme en la sala a escuchar tu disco. La pieza del
coro me gustó de inmediato, pero conforme avanzaba, mi presión arterial empezó
a subir muchísimo, al punto que, en cierto momento, sentía como que ya no podía
respirar más…¡y apagué el tocadiscos! Ni siquiera la pude terminar de oír! Por
eso te dije que no la volveré a oír.”
Confieso que, quizá
movido por el morbo de mi ego, me sentí muy halagado porque entendía que la
pieza tenía una tremenda fuerza expresiva, muy compacta (la pieza dura escasos
6 minutos) y contundente. Conociendo
a mi madre, que con frecuencia emitía, desde su intuición, juicios certeros y
demoledores sobre las distintas exposiciones musicales que compartía con ella,
mi satisfacción creció pues la pieza había logrado impactar el espíritu de
alguien tan musicalmente exigente como lo era mi madre.
En las distintas
ocasiones que he presentado esta pieza, las reacciones han sido muy similares,
a veces idénticas. Una que me conmovió mucho, fue la exposición que hizo, de
memoria, el Coro A Capella, de la
Sinfónica de El Cairo (Egipto): ese coro, integrado por 80 jóvenes musulmanes,
cantó esta pieza, con texto de origen judío, pero en español, desde el fondo
de su corazón, con una intensidad cautivadora y arrebatadora.
Pero luego he
pensado: ¿no será que esa fuerza expresiva de la pieza constituye un serio
posible problema de salud, si es escuchada sensiblemente por personas con
debilidades cardiovasculares???
©SergioIsmaelCárdenasTamez, 2019.