UNA TRAVESÍA QUE SUBLIMA.
Un comentario de Sergio Cárdenas* sobre la aportación poética
de
Alejandro Rosales Lugo en su antología “Maná-Poética”.
Durante los cuarenta años de travesía por el desierto una vez que lograron salir de Egipto, el pueblo judío fue alimentado por el maná que caía desde el cielo, enviado por Dios, según se consigna en la historia bíblica. Se trataba de un alimento a todas luces nutritivo: hojuelas con sabor a miel. Imagino que esa travesía estuvo plagada de contratiempos, sujetos a las inclemencias del tiempo y la fauna venenosa, al tener que atravesar zonas desérticas y acampar en lugares inhóspitos, etc. Pero todos los días, el estado de ánimo y la actitud ante la vida eran resarcidos con la caída desde el cielo del milagroso maná:era una elocuente aportación divina cargada de amor, manifestado por el carácter energético y endulzante de la miel. Por la rebeldía manifestada por los judíos, Dios los castigó y los hizo deambular por el desierto cuarenta años antes de ingresaren Canaan, la tierra prometida. Los libros del Pentateuco dan cuenta de muchos detalles de esa azarosa travesía; se recomienda su lectura.
Pero no son esos datos bíblicos los que ahora me ocupan, sino el torrente poético que Alejandro Rosales Lugo nos comparte en esta entrañable antología: Maná-Poética. Y como en el episodio bíblico, el maná que Rosales Lugo nos presenta se nutre del espectro emocional, espiritual, físico, sensual y dulce que nos depara la vivencia del amor, que como en la travesía de los judíos, es un alimento energizante y dulce. Se trata de una travesía de tremenda intensidad que me remite a otros pasajes
bíblicos: los del sensual libro de Cantar de los Cantares, en el
que la hermosa en extremo Abisag, conocida como la “Diosa del
Fuego”, es descrita de esta manera: “¿Quién es esa mujer que
sube del desierto dejando a su paso una nube de humo
perfumada con incienso y mirra y de toda clase de perfumes
importados?” Este poderoso libro, de tremenda carga erótica,
nos describe con acurácia la intensidad del deseo de sus
protagonistas, un deseo vibrante, ansioso, casi incontrolable,
lleno de fogosidad a la par que de suavidad y dulzura, un deseo descrito con elocuentes imágenes y gran sentido poético.
Rosales Lugo nos sirve una antología que justo borda en esos ámbitos, que nos ubica en una vivencia inmersiva del amor, en una vivencia que es alimentada por la manera tan plástica como la expresa. La lectura de esta antología nos transforma en lectores altamente activos, motivando, sin tregua alguna, asentirnos poseídos por la intensidad y la dulce locura del amor, un amor que nos arropa y que nos atrae, una amor que nos es irresistible y de dimensiones inconmensurables.
Rosales Lugo se manifiesta como un poeta universal que parte del elogio del cuerpo amado y deseado, del cuerpo que se revela como el trayecto a recorrer para trascender la riqueza erótica y vibrante del amor, como el cuerpo que en el amor, se desdobla, se despliega, seduce y cautiva, como el cuerpo que atrapa al amante que ni por asomo intentará desprenderse o huir de él, pues es justo ese encuentro de dos que suman uno, lo que, cual maná, es el alimento que redime, que sublima el amor, que consagra y garantiza la plenitud del amar.
Qué magnífica metáfora es la que refiere Rosales Lugo en el
título de esta antología: el maná, como símbolo del amor de
Dios, es la metáfora del divinizado amor humano que salva, que
alimenta, que es la máxima unción de la vida, que nos fortalece
con la energía necesaria para trascender la vida, para situarnos
en los terrenos de lo inexplicable y sin lo cual no podemos vivir.
Me es difícil seleccionar versos de esta poderosa antología poética tratando de destacarlos: todos son hermosos, seductores, todos son irresistibles, todos son energizantes y cautivadores. Admiro sin ambages esa cualidad de la palabra significativa e incesante de Rosales Lugo, que poetiza y transforma su poesía en música del alma para el alma. Concluyo con estos versos prodigiosos del poema marcado en esta antología con el número 4:
“la poesía no tiene tiempo ni lugar y sus formas pueden convertirse en cientos de formas pero es el espíritu quien la construye. El espíritu de vivir para morir y seguir viviendo. Gozo a los poetas que le cantan al amor en su erotismo y tragedia, en su locura y amor, en su esperanza y tristeza; se escribe porque creemos que es bueno porque malo en todo caso es dejar de escribir. Y escribo solitario y escribo junto a la mujer amada mis mejores poemas; están escritos junto al amor con el perfume de la locura del amor, con el silencio y el sabor de las bocas, incluso con las manos de la mujer amada.... El amor es lo que mueve todo el amor, en todas sus formas y motivos, es el instrumento musical corporal más maravilloso que existe...”
Con vehemencia invito a adentrarse en el sistema planetario del amor que, con generosidad y capacidad seductora, nos comparte ese gran creador tamaulipeco que es el multifacético Alejandro Rosales Lugo. Emprendamos el camino de esa travesía que nos presenta Rosales Lugo: es una travesía que habrá de sublimarnos: la travesía del amor.
* Premio Nacional de Artes y Literatura -Bellas Artes- 2021
Ciudad de México; el 7 de julio de 2024.
(C)SergioIsmaelCárdenasTamez.