domingo, 26 de mayo de 2013

Códigos de identidad en la música de LARS GRAUGAARD


CODIGOS DE IDENTIDAD EN LA MUSICA
                 DE LARS GRAUGAARD

                   por Sergio CÁRDENAS

                                                                            
Para Mariano Medina Gómez
   El compositor danés LARS GRAUGAARD (Copenague, 1957) nos sorprende nuevamente con tres obras orquestales. En esta ocasión las piezas dan cuenta de su fructífera relación como „Compositor en Residencia“ de la Sinfónica de Odense, Dinamarca.
   Mientras en ciertas partes del planeta algunas personas ya se han instalado en la inercia de la „modernidad“ y se definen por algún número (digital) o por una secuencia de signos elegidos para ser identificados por la red (web) de la aldea global, Graugaard parece volver a los códigos comunicativos más antiguos (esenciales) en cuanto al contenido de su discurso musical, pero se mantiene siempre actual en cuanto al lenguaje que usa en su discurso.
   Lo que Graugaard parece querer decirnos es que, en efecto, los códigos elementales de la comunicación humana no han envejecido: nuestra sombra, nuestro nombre y nuestra sangre siguen siendo elementos constitutivos de nuestra identidad y, por ende, de nuestra comunicación. Ello a pesar de que a algunos oídos el lenguaje musical de Graugaard pueda parecerles incomprensible. En el fondo no lo es.
   El discurso musical de Graugaard es elocuente, recurre sin ambages al cúmulo de estilos que han moldeado la historia de la música y les da su sello personal. Si las olas de SATED BODIES (1993-1994) crecieron a lo largo de muchas millas marinas y fueron bronceadas por muchos soles en busca de una costa definitoria de su existencia, de su inasibilidad y de su transitoriedad, ahora las sombras, la memoria y la sangre de Lars Graugaard trazan los rasgos maravillosamente humanos de unas obras que ya han trascendido a su creador, que fluirán cual torrente sanguíneo al ritmo de las diástoles y las sístoles de nuestro devenir.
   Las piezas contenidas es este CD son una declaración de amor apasionada, tierna y firme, que brota como de un manantial y comparte con nosotros su genuino entusiasmo interior. Es una declaración no improvisada o hecha para salir del paso sino que ha crecido, madurado, que se dio tiempo para configurarse y para dejar atrás al tiempo, creándose un espacio de intemporalidad.
   El lenguaje de Graugaard, en todo momento contemporáneo, es definido por las grandes elipses que resultan de un impulso original que no se desintegra conforme avanza hacia su destino. Es decir, de un umpulso que da coherencia a la obra, de un impulso que es el verbo que define el perfil del acontecer musical: el verbo amar.
   Aquéllo con lo que nos atrapa la música de Graugaard es la gran carga poética con la que ha dotado su discurso. Las rimas musicales contenidas en estas piezas las ubican en el terreno de la poesía en prosa pues sus frases y sus párrafos corresponden a una energía, a una esencia, a una idea, más que a un patrón de ritmos rígidos. Los párrafos graugaardianos se caracterizan, de hecho, por una enorme polirritmia que viene definida no sólo por su multiplicidad horizontal sino también por una rica plasticidad cromática, con lo que ritmo y color devienen en elementos definitorios de las estructuras musicales de Graugaard.
   Pero la capacidad configuratoria de este talentoso compositor danés no se agota en el ritmo o en el color; ello lo habría situado peligrosamente en las regiones de la superficialidad, en una especie de „light literature“, donde nada pasa o donde lo que aparentemente pasa no llega más allá de la epidermis. No. Las sonoridades graugaardianas tienen una bien dosificada carga armónica, es decir, una carga definida por las tensiones inherentes al fenómeno musical mismo. Es esta alternancia de sonoridades de baja, mediana y alta tensión la que a final de cuentas dará forma a los deseos y a los anhelos, la que revelará con qué equipaje espiritual hemos venido transitando, la que revelará qué es lo que hemos almacenado muy dentro de nosotros al paso de los años y de las vivencias.
   Hay un elemento más que caracteriza las obras de este CD: la consumada polifonía, con lo que la voz de Graugaard es una y muchas a la vez. Es una polifonía en la que cada voz tiene una personalidad cuyo despliegue es respetado, una polifonía que corrobora el talento creativo de Graugaard: la voz emerge del sonido mismo, por sí misma, gracias a la capacidad sensitiva del compositor de darle la libertad necesaria para devenir. Es una voz que „ya estaba ahí“, que monologa y dialoga, que discute y sintetiza, que lleva su propia cadencia, su propio camino, su propio perfil.
   En el camino al disfrute total de las obras de este CD, el lector tiene la posibilidad de concentrarse en las delicias de todos estos detalles: sus ritmos, que son tranquilos o agitados, apretados u holgados, ostinados o variados, cinéticos o estáticos; sus colores, que ora brillan o deslumbran, ora oscurecen u opacan, ora son iridiscentes o apacibles, telúricos o celestiales; sus construcciones armónicas, que pueden ser duras o transparentes, hipertensas o relajadas, de complejidad progresiva o de sencillez idílica, llenas de ansia o de satisfacción; y su polifonía, en la que cada voz recorre el espectro de la expresión humana.
   „Your shadow, passing by“ es una pieza en la que la densidad de la escritura orquestal crea imágenes cuya sonoridad dan la impresión de ser sombras, de ser espacios carentes de luz ubicados detrás del cuerpo no transparente que recibe la luz. El cuerpo, si bien ausente en esta reflexión graugaardiana, se ha impreso indeleblemente en la memoria y se transforma ante los ojos interiores del compositor. Es una transformación producto de lo que esa sombra evoca en él: un cuerpo que conoce bien, que lo ha habitado, con el que se ha confrontado, en el que se ha encontrado. Un cuerpo de orografías sutiles y, sin embargo, nítidas; un cuerpo surcado e reinventado por el tacto, degustado por las papilas gustativas, de fina sensualidad y de un calor entrañable. Un cuerpo cuyas sombras parecen darle su verdadera dimensión, un cuerpo que el compositor parece ver con los ojos cerrados, pues lo conoció con los ojos cerrados. Un cuerpo que siendo robusto se vuelve etéreo en la sombra. Lars Graugaard bucea en esa sombra, es perfumado por ella, le da espacialidad temporal a su fugacidad, reconociendo cuán pesada es la transitoriedad y cuán difícil es aceptarla. Al final la sombra, suspendida en la memoria, se esfuma.
   „Sólo soy sombra; pronto seré sólo nombre“, leemos en el Guillermo Tell  de Friedrich Schiller. Y Graugaard ha titulado su Concierto para Flauta y Orquesta „To forget you is to forget my name“. El discurso de este hermosísimo Concierto es vital, cautivador, tierno e intenso. Y aunque está dicho en un lenguaje contemporáneo transtonal, en todo momento es comprensible y expresivo. En él no encontramos extravagancias sino una genuina voluntad de ser tomado en serio, de ser ponderado en una dimensión justa.
   En ese hito de la creación humana que es la „favola per musica“ ORFEO, de Claudio Monteverdi, el protagonista canta: „Para llegar a la luz tuve que bajar a las sombras“. Creo que ésa es la postura musical de Lars Graugaard: llega a la luz de la identidad por el camino de las sombras en las que se reconoce, pues ese es el camino del amor: en las sombras conocemos cuerpos y almas, descubrimos desnudeces, inventamos geografías, palpamos intensidades.
   To forget you is to forget my name“ es una declaración de amor. El compositor le habla a aquella sombra, le habla con sonidos visibles y palpables, con peso, sabor y olor como las cosas. Mientras le habla las cosas, imperceptiblemente, se desprenden de sí mismas y se fugan hacia otras formas, hacia otros nombres. Le quedan sólo los sonidos: con ellos le habla. No habla con la sombra, habla con una palabra. „Esa palabra eres tú“, le dice. „La hiciste tú, la hice yo, la hizo el destino“ (paráfrasis de una sección de la primera parte del poema CARTA DE CREENCIA, del libro Árbol Adentro, de Octavio Paz).
   El consumado flautista que él mismo es ha permitido a Lars Graugaard escribir una obra que definitivamente enriquece el repertorio para este instrumento. Es una obra de gran virtuosismo técnico y musical (también para la orquesta, que en ningún momento pasa a segundo plano), de una gran carga emocional, vehemente, apasionada, de estructuras claras, de una gran generosidad amatoria en la que permea una sentida confesión de ontología extrema: no me pidas que te olvide pues olvidarte es olvidar lo que me identifica.
   La ubicación de „This is my blood“ como tercera pieza de este CD puede confundir al oyente. En realidad se trata de una obra que, cronológicamente, se origina antes que las otras dos y que es medular para entender el camino que Graugaard ha recorrido hasta encontrarse consigo mismo, como lo oímos en el Concierto para Flauta. Esta pieza refleja con fidelidad la transformación que ha experimentado este compositor a lo largo de su prolífica producción musical. Jesucristo recurrió a las mismas palabras cuando en la víspera de su crucifixión dijo a sus perplejos discípulos: „Esta es mi sangre...“. También por ello digo que esta pieza puede confundir al oyente.
   „This is my blood“ es como un resultado de laboratorio al que le hemos solicitado un análisis de química sanguínea y/o de biometría hemática de nuestra sangre. Aquí Graugaard nos presenta con sustantivos metafóricos los resultados de su desarrollo: un desarrollo creativo, impetuoso, arrojado, atrevido, persistente, tenaz, de trazos inequívocos y contundentes, fluído, imaginativo, que domina a plenitud el oficio de la expresión musical. En suma, tenemos ante nosotros una entidad cuya sangre es vigorosa, sana, cálida y generosa, altamente sensible, con el color que refleja un balance perfecto de leucocitos y eritrocitos, sin hematomas, bien oxigenada. Es una sangre que viajará cargada de recuerdos imborrables, recuerdos que energetizarán un devenir de amor y de nostalgia.
    Con „Your shadow, passing by“, con „To forget you is to forget my name“ y con „This is my blood“, Graugaard deposita ante nosotros unas obras ricas en recuerdos, colmadas de soledad y añoranza, llenas de pasión y anhelos, que suenan como liberación del inextinguible mundo sonoro en el que vive nuestra alma, obras que son una humanización de algo maravilloso. Invito al lector a darse la oportunidad de habitar estas obras en sus propios ámbitos: en las sombras, en la memoria, en la sangre. Lo invito a colocarse en el regazo de estas sombras, de esta memoria y de esta sangre hasta que se familiarice con ellas, hasta que llegue al punto de „oírse de tú“ con estas espléndidas piezas musicales, hasta que llegue el momento en el que el lector-oyente le „cuente“ a estas obras, mientras las escucha, su propia histora de sombras, memoria y sangre. Sólo entonces el lector-oyente estará en los terrenos íntimos del arte, desenvolviéndose en ellos con soltura, con apertura, con satisfacción y con certera beatitud.


Florencia, Italia; el 2 de agosto de 1999.

Este texto fue escrito para el folleto que acompaña el disco compacto titulado „Lars Graugaard – Orchestral Works.  Odense Symphony Orchestra; Jan Wagner, conductor; Andras Adorjan, Flute. Classico CLASSCD 341“,  publicado por la compañía Classico Records, de Dinamarca, en 2000.



Lars Graugaard (b. 1957) received no formal training in composition. He actively pursues a double career as a composer and flautist. In the latter regard he was educated at the Royal Danish Academy of Music in Copenhagen. He has worked extensively with computers in the preparation of his compositions, but improvisation and pure intuition have come to play increasingly important roles in his works in recent years. He was appointed composer-in-residence of the Odense Symphony Orchestra in 1997. He also teaches "The Performer and the Digital Media" at the Carl Nielsen Academy of Music in Odense. Lars Graugaard served as artistic director of the ISCM World Music Days in Copenhagen in 1996.










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