domingo, 26 de mayo de 2013

El libro que faltó en la lista de la SEP

--> El libro que faltó en la lista de la SEP
 por Sergio Cárdenas *
 Hace varias semanas, la Secretaría de Educación Pública (SEP) del gobierno mexicano,  dio a conocer una lista de lo que en su convicción contituye la Biblioteca Básica ideal para nuestros escolares. Dicha publicación provocó una airada reacción de algunos que (como yo) no aceptaban que se hubieran dejado fuera de la lista algunas obras de nuestros escritores más preclaros. Desconozco si dicha protesta lograron que la SEP modificara la citada lista y agregara las obras que motivaron la protesta.
Me parece, sin embargo, que hubo una omisión más, quizá más importante que las que llevaron a la mencionada protesta. Se trata de un libro milenario, enjundioso y, sin duda alguna, de un enorme valor literario. Me refiero a la Biblia, también conocida como la Sagrada Escritura.
La Biblia es ese libro trascendental sobre el que toda la civilización occidental ha construido sus fundamentos. Los datos históricos que contiene son de gran relevancia en el entendimiento del mundo contemporáneo, en especial después del 11 de septiembre de 2001. Sus preceptos teológicos son los pilares de millones de creyentes de las fe judía, cristiana, ortodoxa y, parcialmente, musulmana. La Biblia ha sido fuente inagotable de inspiración para las artes de todas las épocas y en todas sus manifestaciones. En una época como la actual, en la que las obsesiones por el poder han politizado de manera desmedida la fe, es necesario que uno vuelva a la lectura de la Biblia para recobrar la pureza de la fe y de la gracia divina.
Amén de ser fuente de consuelo para millones de creyentes, la Biblia es una portento literario indiscutible. Por una parte, contiene una poesía exquisita, sutil y poderosa, fina y franca, mística y erótica, épica y dramática. Esta maravillosa poesía la encontramos en los muchos himnos, salmos, plegarias, poemas de amor (ahí está el soberbio "Cantar de Cantares"), baladas y arengas tan intensas como precisas en la expresión.
También encontramos en la Biblia todo tipo de aforismos útiles para las relaciones humanas y para el devenir cotidiano (véase el libro de los "Proverbios"), con lo que la Biblia se reafirma como un libro cercano al hombre común, al que se dirije sin retóricas ni rebuscamientos lingüísticos.
La narrativa bíblica es, en todo momento, emocionante, que cautiva y conmueve al lector y "no lo suelta". Se sabe que en cierta ocasión, Oscar Wilde fue examinado en sus conocimientos del griego clásico. Le fue dado a leer, en griego, un pasaje de los Evangelios. Tras leer los primeros párrafos, el jurado examinador le hizo saber que era suficiente. Sin embargo, Wilde se siguió leyendo, haciendo caso omiso de la indicación del jurado. Se le preguntó porqué había seguido leyendo. Su respuesta fue: "Quería saber cómo terminaba la narración."
La narrativa bíblica estimula la imaginación (puede cubrir, por ejemplo, muchos siglos en apenas una frase, como se lee en la Historia de la Creación), traza las grandes líneas dramáticas y destaca lo necesario. Su narración más importante es una historia épica: la historia de Dios, como lo ha mencionado el teólogo ex-jesuita Jack Miles en su libro "Dios. Una biografía". La Biblia nos narra la metamorfosis divina, sus celos, su ira, su amor, su indiferencia, su resignación y hasta su curiosidad por sentir en carne propia lo que sentimos los humanos, curiosidad manifestada al transformase en Jesucristo y presentada por la Biblia (en los Evangelios)  como una novela policiaca-metafísica, con una pléyade de ejemplos de personajes (soldados, espías, traidores, prostitutas, la familia del acusado -quien es tratado, a la vez, como enemigo del Estado, como sacrílego y como loco -, los seguidores del acusado, sus detractores, los jueces religiosos y los laicos, el pueblo, un via crucis, un monte calvario, la pena de muerte, un centurión que le perfora el pecho al condenado "para que se muera rápido", se lee en el Evangelio) participando en un dramatismo que confronta lo político con lo religioso ("Mi reino no es de este mundo", habría dicho Jesucristo a Pilatos), que aborda preguntas sustanciales de la existencia ("?Qué es la verdad?, preguntó Pilatos), que corrobora el sadismo sediento de sangre de las masas de todos los tiempos.
En la Biblia encontramos también esas historias fascinantes y llenas de mensaje como las de Sansón y Dalila, de David y Goliath, de la caída de los muros de Jericó, de la plagas que azotaron a los egipcios para que liberaran a los judíos esclavizados, de la peregrinación por el desierto y el cruce del Mar Rojo, de las tentaciones de Jesucristo, etc.
De sus tratados teológicos, son dignos de mención los discursos de Job y sus interlocutores, las epístolas paulinas y los libros de los profetas, tanto los así llamados mayores como los menores.
La Biblia también nos habla del amor como virtud y atributo por excelencia: podemos leer sobre ello en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 13. Ante estos contundentes versículos bíblicos, Eric Fromm queda ubicado en un nivel de aprendiz.
Y qué decir de la definición bíblica de la fe: la certeza de lo que no se ve (en el capítulo 11 de la Epístola a los Hebreos), para que ningún predicador ni Padre Amaro nos venga con cuentos.
No faltará quien objete que en un Estado en el que la Constitución Política consagra la laicidad de la educación pública, la Biblia no debería ser siquiera considerada como material de lectura. Yo digo que no hay necesidad de creer (o de imponer una creencia) en lo que se lee en la Biblia, sino que es un libro fundamental para nuestra cultura occidental y, además, de indiscutible valor literario.  Como dijo Borges, „un libro que ha sido inspirado por el Espíritu Santo no puede traernos nada negativo“. Por ello y por convicción propia, no de ahora sino de mucho tiempo ha, recomiendo fervientemente la lectura de la Biblia, aunque no se crea en ella.+++



(c) Sergio Ismael Cárdenas Tamez.
Ansbach, Alemania; el 2 de octubre de 2002.
*Compositor musical y director sinfónico.



1 comentario:

  1. Ya lo dice el Salmista en Salmos 119: Cuán dulces son á mi paladar tus palabras! Más que la miel á mi boca.

    104 De tus mandamientos he adquirido inteligencia: Por tanto he aborrecido todo camino de mentira.

    105 Lámpara es á mis pies tu palabra, Y lumbrera á mi camino.

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