ARACELI
MUÑOZ: Rilke
en la música
SIMBIOSIS POÉTICA-TEMPORAL ENTRE LA COMPOSICIÓN DE SERGIO CÁRDENAS
Y RAINER MARÍA RILKE, A PROPÓSITO DEL POEMA DIE
SCHAUKEL, UNA APROXIMACIÓN.
“Música: respiración de
las estatuas. Quizá
quietud
de las imágenes. Tú, lenguaje donde terminan
los
lenguajes. Tú, tiempo
que
se yergue vertical
sobre
el movimiento de corazones moribundos”.
RAINER MARÍA RILKE[1]
Escribir
sobre Rilke no es una tarea sencilla, escribir sobre música tampoco, escribir
sobre ambos acaso puede sonar pretenciosos. Empero, mi intención de hablar sobre la música no pretende
ser de esta manera, simplemente su objetivo es dar a conocer y acercarse un
poco a por lo menos una de las
composiciones que fueron creadas por el compositor y director de orquesta Sergio
Cárdenas a partir de sus lecturas de Rilke, en especial de sus poemas y de este modo ampliar el campo de
conocimiento o más bien extender esa experiencia poética que nos ha dejado
Rilke hacia el ámbito por demás cercano como lo es la música, y más aun que han
sido inspiradas en la obra del
poeta.
En
el caso del compositor y director Sergio Ismael Cárdenas Tamez quien, al tener
un encuentro con la obra de Rainer
María Rilke, no podía por demás dejar su lectura ahí, sino que tuvo la
necesidad de expandirla hacia tales composiciones que dieron cauce incluso a la grabación de un disco con
la Orquesta de Cámara de Polonia en el 2002. [2]
Estas composiciones pertenecen a los poemas Die
Schaukel, Schlaflied y Das
Lied der Bildsäule. Los poemas
fueron traducidos por el propio Sergio Cárdenas, conocedor del idioma alemán. Liebeslied y Was wirst du tun, Gott, wenn ich sterbe carecen de grabación
comercial, fueron solamente interpretadas pero se pueden encontrar en Youtube.
Por cuestiones de tiempo, me aproximaré únicamente a una de las
composiciones que aparecen en el
disco, y es el del poema que lleva el mismo nombre, Die Schaukel, Columpios,
compuesta para clarinete en si bemol y orquesta de cuerdas. La versión de la
traducción hecha por parte del compositor y que encontramos en el booklet del disco es la siguiente:
El columpio osciló a través del dolor. Pero mira
era la sombra del árbol del que cuelga.
si yo ahora huyo o hacia delante oscilo,
aventado por el impulso en el vaivén.
todo eso no es aún ni siquiera el árbol.
Ya sea que oscile inclinado o de escarpada manera,
yo solo siento el columpio; de quien me carga,
apenas me doy cuenta.
Imaginemos, pues, un excelso árbol
que desde sus gigantes raíces se yergue,
a través del cual ondean el viento y las aves
y bajo el cual, en funciones pastoriles
auténticas,
los pastores meditaron y los rebaños reposaron;
y a través del cual resplandecen las grandes
estrellas
que lo convierten de toda una noche en máscara.
¿quién desde él hasta las moradas divinas se eleva
si ya su esencia nos hace reflexionar? [3]
En
este poema Rilke reflexiona mientras se mece en el columpio… oscila. Se deja
llevar por el movimiento que lo empuja, y en este vaivén mira la sombra del
árbol, del que penden ambos, columpio y poeta; pero para el poeta todo es
siempre más de lo que se mira a simple vista, imagina al árbol desde sus raíces
hasta formar parte del paisaje, entre aves y pastores. Estas imágenes, expresadas con
sencillez se conforman en la mente de lector como si se tratara de un cuadro.
Está absorto en el movimiento del columpio, cuando repara que no ve a quien lo
sostiene. Percibe por momentos la sensación de flotar él solo por sí mismo
ayudado quizá únicamente por el viento. Es la sombra apenas del árbol cuando
repara en éste. Sin mirarlo lo imagina desde sus raíces, las deduce gigantes,
tal vez es gigante la sombra del árbol para proyectarle ese adjetivo. Imagina
de la misma manera a aves y pastores con su rebaño que han tenido contacto con
el árbol, como una amistad añeja; así, oscila en el especio y reflexiona en el
tiempo mismo en que sucede.
Este
juego entre espacio y tiempo parece ser el que ha cautivado al compositor cuando escuchamos Columpios. En esta obra Cárdenas parece decirnos que el tiempo
de Rilke en su poema no es el que se mide con relojes. No es un tiempo
“medido”, es el tempo que deviene en nuestra existencia, perceptible si acaso
en nuestros momentos de reflexión, como lo hace el poeta al momento que se mece
en el columpio, pueden ser segundos o fracciones, minutos o deshoras, des-horas
sí, porque el tiempo interno es distinto al medido por los mecanismo de un
reloj o de un metrónomo, es un tiempo a destiempo, medido únicamente por el
reloj interno del creador. En la composición de Sergio Cárdenas esta in-trascendencia
del “tiempo-tempo”, es decir, el “tiempo” que se sucede en la reflexión del
poeta y el tempo que transcurre en la
pieza musical de Columpios. En el inicio el clarinete incursiona solo, como
jugueteando, en un diálogo, acorde,
paralelo con el oscilar del columpio y una incursión de cuerdas que
discretamente, quisieran integrarse a la conversación. (GRABACIÓN, INICIO–1”37’)
Las cuerdas con base en armónicos, logran unos juegos sonoros que evocan el
oscilar de los columpios y el roce del hierro con el viento; (GRABACIÓN 2”34’–
3”5’).[4]
Este roce, a pesar de ser entre fragmentos de materia que chocan por
casualidad, tanto en el poema de Rilke como en el espacio sonoro de Cárdenas,
no se trata de un simple choque de fuerzas entre viento y artefacto sino de un
encuentro de cuerpos dotados de su propias características que les hacen estar en contacto con ellas
mismas y con las que se muestran a la mente y oídos humanos como parte de este
universo en el que confluyen materia orgánica, inorgánica, espiritual y
sensible, organizada en poesía y música. El clarinete en su registro agudo
proporciona una suerte de misterio, como un halo que envuelve el momento, como
descifrando la sensación que provoca el movimiento del columpio. De pronto un pizzicato irrumpe la sonoridad de los
agudos, algo ha entrado en la mente del músico, como un recuerdo que ha sido
detonado por alguna frase del poema, que ha incursionado en una suerte de pulso
vertiginoso, acaso violento. (GRABACIÓN 7”–7”30’) El clarinete continúa recorriendo
la gama cromática en su registro agudo acompañado por el pulsar de las cuerdas,
este recorrido es como el devenir de esa búsqueda en los momentos de reflexión,
sube y baja recorriendo la gama cromática de graves y agudos, con movimientos
vertiginosos. En un crescendo y diminuendo continuos hasta que reposa,
para luego fundirse con un fragmento del Adagio
del concierto para clarinete de Mozart, (Kv.622) (GRABACIÓN 11”–11”50’) se
integra en forma paulatina, fragmento traído a la memoria del compositor como
una reminiscencia personal y psíquica que entra en contacto quizá por los
suaves movimientos del columpio, hasta que se tornan ágiles, y, al “reposar” en
el Adagio de Mozart, el compositor ha
vuelto a la calma. El columpio, tal vez después de ascender hacia lo más alto,
va perdiendo fuerza hasta volver a una suave pasividad, la misma con la que el
clarinete llega al final de la cadencia,[5]
observando de la misma manera el oscilar suave del columpio en el poema de
Rilke, como si el movimiento del columpio fuera narrado por la música del
clarinete.
Es
el movimiento del columpio el que parece haber atrapado al compositor al
momento de la lectura
la tierra, pleno y poderoso. , el encuentro del compositor con el poeta parece
encontrar un punto medio, casi catártico en el devenir oscilando del columpio. A Rilke este movimiento le hace reflexionar
sobre la sombra del árbol que sostiene columpio y cuerpo hasta llegar a sus
raíces, a sus orígenes para emerger de
La
obra de Cárdenas no es una pieza melódica sino tremendamente armónica y
atemporal en el sentido musical de la palabra, pero que también conduce al “no tiempo” del poema. La música
entendida como una experiencia más allá de lo melódico y rítmico, como una
experiencia que trasciende al ser que la experimenta, el poema mismo y la
poesía en general no permiten un tiempo “real”, “único”, ocurre y cobra sentido cuantas veces hagamos lectura de ella. En la
poesía como en la música, cada cual lleva su propio tempo y tiempo; en el poema de Rilke no sabemos si la reflexión
dura horas o segundos, en la pieza de Cárdenas el oscilar del columpio
pereciera interminable, que solo
dejaría de mecerse si la tierra dejara de girar o el viento de ejercer su
fuerza, toda vez que éste tampoco es llevado por un ritmo, el viento es
esencialmente libre de sí mismo, se podrá medir su velocidad pero no su
cadencia, así el tiempo en la música es la vestimenta más delicada de su
abstracción: “un tempo en música […] ‘no’ es sinónimo de velocidad: un ‘tempo’
es un devenir”, apunta Sergio Cárdenas”. [6]
Hacia el final de la obra, el clarinete se sostiene en un C# hasta perderse en el silencio, el columpio a su vez, quizá
también haya dejado de moverse, solo ya entre el espacio y el aire, y donde es
posible retener su imagen con el diminuendo
del C, que al ser sostenido
(sostenutto) y sostenido (#), mantiene una fuerza, una verticalidad sonora que
permite al columpio oscilar en el devenir de él mismo; clarinete, columpio,
compositor, poeta y escuchas, han trascendido en tiempo, tempo y espacio. (GRABACIÓN 16”40’)
Este
movimiento del encuentro del columpio con el viento, se realiza en forma
particular en cada creador, Rilke hace parte al lector-compositor de su
experiencia devenida en reflexión, plasmada en poema y Cárdenas hace parte al
escucha de la misma manera a través de su experiencia con la lectura y
transformarla en música. Leemos el poema y escuchamos los acordes sonoros
experimentando pues un doble juego creativo que, a manera de simbiosis entre
ambas creaciones nos hacen parte integral de las mismas, devenimos en
experiencia tripartita, y así como leemos con nuestra propia cadencia el poema,
escuchamos de manera particular y con percepciones propias de nuestras
referencialidades sonoras la pieza del compositor Sergio Cárdenas, con un tempo propio y personal. Juntos, pues,
al compartir esta lectura somos también, felizmente un devenir.
(c) Araceli Muñoz. Ponencia presenada el 14 de noviembre, 2016, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM (Ciudad de México).
(c) Araceli Muñoz. Ponencia presenada el 14 de noviembre, 2016, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM (Ciudad de México).
[1] Traducción del alemán de Sergio Cárdenas.
[2] Columpios, Música de Sergio Cárdenas para orquesta de
cuerdas,
Rolf Weber, clarinete, Filarmónica de Cámara de Polonia, Sergio Cárdenas,
director, SC04, 2002.
[3] Traducción de
©Sergio Ismael Cárdenas Tamez, Ansbach, octubre 10 de 2003.
[4] Ejecución pública autorizada por el compositor para la
presentación de esta ponencia.
[5] No tuve la oportunidad de observar la partitura de Columpios, en donde muy probablemente se
acota alguna indicación de ejecución, por lo que no aventuro ninguna
indicación.