viernes, 18 de noviembre de 2016

ARACELI MUÑOZ: Rilke en la música: SIMBIOSIS POÉTICA-TEMPORAL



 
                     ARACELI MUÑOZ:  Rilke en la música
 
SIMBIOSIS POÉTICA-TEMPORAL  ENTRE LA COMPOSICIÓN DE SERGIO CÁRDENAS Y RAINER MARÍA RILKE, A PROPÓSITO DEL POEMA DIE SCHAUKEL, UNA APROXIMACIÓN.

“Música: respiración de las estatuas. Quizá
quietud de las imágenes. Tú, lenguaje donde terminan
los lenguajes. Tú, tiempo
que se yergue vertical
sobre el movimiento de corazones moribundos”.

RAINER MARÍA RILKE[1]

Escribir sobre Rilke no es una tarea sencilla, escribir sobre música tampoco, escribir sobre ambos acaso puede sonar pretenciosos.  Empero, mi intención de hablar sobre la música no pretende ser de esta manera, simplemente su objetivo es dar a conocer y acercarse un poco a  por lo menos una de las composiciones que fueron creadas por el compositor y director de orquesta Sergio Cárdenas a partir de sus lecturas de Rilke, en especial de sus poemas  y de este modo ampliar el campo de conocimiento o más bien extender esa experiencia poética que nos ha dejado Rilke hacia el ámbito por demás cercano como lo es la música, y más aun que han sido inspiradas en la obra del  poeta.

En el caso del compositor y director Sergio Ismael Cárdenas Tamez quien, al tener un encuentro  con la obra de Rainer María Rilke, no podía por demás dejar su lectura ahí, sino que tuvo la necesidad de expandirla hacia tales composiciones que dieron cauce  incluso a la grabación de un disco con la Orquesta de Cámara de Polonia en el 2002. [2] Estas composiciones pertenecen a los poemas Die Schaukel, Schlaflied  y Das Lied der Bildsäule. Los poemas fueron traducidos por el propio Sergio Cárdenas, conocedor del idioma alemán. Liebeslied y Was wirst du tun, Gott, wenn ich sterbe carecen de grabación comercial, fueron solamente interpretadas pero se pueden encontrar en Youtube. Por cuestiones de tiempo, me aproximaré únicamente a una de las composiciones  que aparecen en el disco, y es el del poema que lleva el mismo nombre, Die Schaukel, Columpios, compuesta para clarinete en si bemol y orquesta de cuerdas. La versión de la traducción hecha por parte del compositor y que encontramos en el booklet del disco es la siguiente: 

El columpio osciló a través del dolor. Pero mira
era la sombra del árbol del que cuelga.
si yo ahora huyo o hacia delante oscilo,
aventado por el impulso en el vaivén.
todo eso no es aún ni siquiera el árbol.
Ya sea que oscile inclinado o de escarpada  manera,
yo solo siento el columpio; de quien me carga,
apenas me doy cuenta.

Imaginemos, pues, un excelso árbol
que desde sus gigantes raíces se yergue,
a través del cual ondean el viento y las aves
y bajo el cual, en funciones pastoriles auténticas,
los pastores meditaron y los rebaños reposaron;
y a través del cual resplandecen las grandes estrellas
que lo convierten de toda una noche en máscara.
        ¿quién desde él hasta las moradas divinas se eleva
si ya su esencia nos hace reflexionar? [3]

En este poema Rilke reflexiona mientras se mece en el columpio… oscila. Se deja llevar por el movimiento que lo empuja, y en este vaivén mira la sombra del árbol, del que penden ambos, columpio y poeta; pero para el poeta todo es siempre más de lo que se mira a simple vista, imagina al árbol desde sus raíces hasta formar parte del paisaje, entre aves y pastores.  Estas imágenes, expresadas con sencillez se conforman en la mente de lector como si se tratara de un cuadro. Está absorto en el movimiento del columpio, cuando repara que no ve a quien lo sostiene. Percibe por momentos la sensación de flotar él solo por sí mismo ayudado quizá únicamente por el viento. Es la sombra apenas del árbol cuando repara en éste. Sin mirarlo lo imagina desde sus raíces, las deduce gigantes, tal vez es gigante la sombra del árbol para proyectarle ese adjetivo. Imagina de la misma manera a aves y pastores con su rebaño que han tenido contacto con el árbol, como una amistad añeja; así, oscila en el especio y reflexiona en el tiempo mismo en que sucede.
Este juego entre espacio y tiempo parece ser el  que ha cautivado al compositor cuando escuchamos Columpios. En esta obra  Cárdenas parece decirnos que el tiempo de Rilke en su poema no es el que se mide con relojes. No es un tiempo “medido”, es el tempo que deviene en nuestra existencia, perceptible si acaso en nuestros momentos de reflexión, como lo hace el poeta al momento que se mece en el columpio, pueden ser segundos o fracciones, minutos o deshoras, des-horas sí, porque el tiempo interno es distinto al medido por los mecanismo de un reloj o de un metrónomo, es un tiempo a destiempo, medido únicamente por el reloj interno del creador. En la composición de Sergio Cárdenas esta in-trascendencia del “tiempo-tempo”, es decir, el “tiempo” que se sucede en la reflexión del poeta y el tempo que transcurre en la pieza musical de Columpios. En el inicio el clarinete incursiona solo, como jugueteando, en un diálogo, acorde, paralelo con el oscilar del columpio y una incursión de cuerdas que discretamente, quisieran integrarse a la conversación. (GRABACIÓN, INICIO­–1”37’) Las cuerdas con base en armónicos, logran unos juegos sonoros que evocan el oscilar de los columpios y el roce del hierro con el viento; (GRABACIÓN 2”34’– 3”5’).[4] Este roce, a pesar de ser entre fragmentos de materia que chocan por casualidad, tanto en el poema de Rilke como en el espacio sonoro de Cárdenas, no se trata de un simple choque de fuerzas entre viento y artefacto sino de un encuentro de cuerpos dotados de su propias características que  les hacen estar en contacto con ellas mismas y con las que se muestran a la mente y oídos humanos como parte de este universo en el que confluyen materia orgánica, inorgánica, espiritual y sensible, organizada en poesía y música. El clarinete en su registro agudo proporciona una suerte de misterio, como un halo que envuelve el momento, como descifrando la sensación que provoca el movimiento del columpio. De pronto un pizzicato irrumpe la sonoridad de los agudos, algo ha entrado en la mente del músico, como un recuerdo que ha sido detonado por alguna frase del poema, que ha incursionado en una suerte de pulso vertiginoso, acaso violento. (GRABACIÓN 7”–7”30’) El clarinete continúa recorriendo la gama cromática en su registro agudo acompañado por el pulsar de las cuerdas, este recorrido es como el devenir de esa búsqueda en los momentos de reflexión, sube y baja recorriendo la gama cromática de graves y agudos, con movimientos vertiginosos. En un crescendo y diminuendo continuos hasta que reposa, para luego fundirse con un fragmento del Adagio del concierto para clarinete de Mozart, (Kv.622) (GRABACIÓN 11”–11”50’) se integra en forma paulatina, fragmento traído a la memoria del compositor como una reminiscencia personal y psíquica que entra en contacto quizá por los suaves movimientos del columpio, hasta que se tornan ágiles, y, al “reposar” en el Adagio de Mozart, el compositor ha vuelto a la calma. El columpio, tal vez después de ascender hacia lo más alto, va perdiendo fuerza hasta volver a una suave pasividad, la misma con la que el clarinete llega al final de la cadencia,[5] observando de la misma manera el oscilar suave del columpio en el poema de Rilke, como si el movimiento del columpio fuera narrado por la música del clarinete.
Es el movimiento del columpio el que parece haber atrapado al compositor al momento de la lectura.ica del clarinetefuera narrado por la mfuera narrado por la mson que se llega al final del movimiento, el encuentro del compositor con el poeta parece encontrar un punto medio, casi catártico en el devenir oscilando del columpio. A Rilke este movimiento le hace reflexionar sobre la sombra del árbol que sostiene columpio y cuerpo hasta llegar a sus raíces, a sus orígenes para emerger de  la tierra, pleno y poderoso.
La obra de Cárdenas no es una pieza melódica sino tremendamente armónica y atemporal en el sentido musical de la palabra, pero que también conduce al  “no tiempo” del poema. La música entendida como una experiencia más allá de lo melódico y rítmico, como una experiencia que trasciende al ser que la experimenta, el poema mismo y la poesía en general no permiten un tiempo “real”, “único”, ocurre y cobra sentido cuantas veces hagamos lectura de ella. En la poesía como en la música, cada cual lleva su propio tempo y tiempo; en el poema de Rilke no sabemos si la reflexión dura horas o segundos, en la pieza de Cárdenas el oscilar del columpio pereciera interminable,  que solo dejaría de mecerse si la tierra dejara de girar o el viento de ejercer su fuerza, toda vez que éste tampoco es llevado por un ritmo, el viento es esencialmente libre de sí mismo, se podrá medir su velocidad pero no su cadencia, así el tiempo en la música es la vestimenta más delicada de su abstracción: “un tempo en música […] ‘no’ es sinónimo de velocidad: un ‘tempo’ es un devenir”, apunta Sergio Cárdenas”. [6] Hacia el final de la obra, el clarinete se sostiene en un C# hasta perderse en el silencio, el columpio a su vez, quizá también haya dejado de moverse, solo ya entre el espacio y el aire, y donde es posible retener su imagen con el diminuendo del C, que al ser sostenido (sostenutto) y sostenido (#), mantiene una fuerza, una verticalidad sonora que permite al columpio oscilar en el devenir de él mismo; clarinete, columpio, compositor, poeta y escuchas, han trascendido en tiempo, tempo y espacio. (GRABACIÓN 16”40’)
Este movimiento del encuentro del columpio con el viento, se realiza en forma particular en cada creador, Rilke hace parte al lector-compositor de su experiencia devenida en reflexión, plasmada en poema y Cárdenas hace parte al escucha de la misma manera a través de su experiencia con la lectura y transformarla en música. Leemos el poema y escuchamos los acordes sonoros experimentando pues un doble juego creativo que, a manera de simbiosis entre ambas creaciones nos hacen parte integral de las mismas, devenimos en experiencia tripartita, y así como leemos con nuestra propia cadencia el poema, escuchamos de manera particular y con percepciones propias de nuestras referencialidades sonoras la pieza del compositor Sergio Cárdenas, con un tempo propio y personal. Juntos, pues, al compartir esta lectura somos también, felizmente un devenir.

(c) Araceli Muñoz. Ponencia presenada el 14 de noviembre, 2016, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM (Ciudad de México).

[1] Traducción del alemán de Sergio Cárdenas.
[2] Columpios, Música de Sergio Cárdenas para orquesta de cuerdas, Rolf Weber, clarinete, Filarmónica de Cámara de Polonia, Sergio Cárdenas, director, SC04, 2002.
[3] Traducción de  ©Sergio Ismael Cárdenas Tamez, Ansbach, octubre 10 de 2003.
[4] Ejecución pública autorizada por el compositor para la presentación de esta ponencia.
[5] No tuve la oportunidad de observar la partitura de Columpios, en donde muy probablemente se acota alguna indicación de ejecución, por lo que no aventuro ninguna indicación.
[6] Cárdenas, Sergio, Una dimensión no lineal, Música, cuadernos de El Financiero, 2010.



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