lunes, 4 de junio de 2018

Sergio CÁRDENAS: Cinco Poemas


SERGIO  CÁRDENAS

Cinco  Poemas


Nuestro Mundo
Entre el deseo y la renuncia
la esperanza del caminante.
Un instante silencioso
transcurre entre aspiración y espiración 

En la profunda quietud
de tu corazón invernal suena con precisión
la palabra verdadera


Tenemos nombre cuando aún no somos 
pero el espíritu continúa cavando
ese cielo que se nos niega:
vanidad de la esperanza

vacuidad de la expectación

Con el tiempo aparecerá el alma 
porque olvida y porque cuenta
los días inolvidables
Celebrará la armonía oculta 

evitando desaparecer en lo insonoro

Lo disperso, casi invisible casi inaudible
te dará el conocimiento 

que te mantendrá a flote 
Saber de uno mismo
es saber qué es la muerte

Tu silencio
me hace escuchar hacia adentro 

donde tu canto
se asienta en mi oído
y convierte su mundo
en nuestro mundo 



La Voz y la Mirada de Otrora

Antes
tus ojos café
eran la entrada a un bosque
en el que los cálidos rayos del sol
y la luz azul de la luna
se colaban por entre árboles frondosos 

y creaban una atmósfera íntima e inmensa 
que sonreía desde adentro transmitiendo calor, 
serenidad, siempre radiante de alegría.

Antes
tu voz
era diáfana y límpida, 

emergía de cuerdas vocales afinadas, 
portaba un aliento de vitalidad, 
contagiaba simpatía, compartía sentimientos puros,
le cantaba a la vida y al amor, 

hablaba de la amistad que perdura, 
era conciliadora y firme, resonaba en todo tu ser.

Hoy
tus hermosos ojos café
han dejado de brillar como otrora
y aquel bosque inmenso e íntimo
ha empezado a desaparecer.
La alegría luminosa y seductora
se aleja cada vez más de tus ojos
que ahora miran como si fueran de otro ser 

hacia un horizonte nebuloso e indefinible, 
acaso vacío, gélido, desprovisto de amor.

Y tu voz
ya no vibra de emoción
ni es resonancia de tu ser;
ya no canta con aliento de vida
ni con melodías de amor.
Cuenta de amistades acabadas
y de frivolidades existenciales,
ha eliminado el sentimiento de su expresión 

y se pierde en el lugar común, insulso y hueco.

Da tristeza ver
cómo al pisotear sentimientos
que todos se te ofrendaron
con la voz y la mirada, 

destruiste tu capital emocional más valioso 
y te volviste otro ser 
colocándote máscaras a las que diste una mirada y una voz 
que no son las tuyas ni las de ellas.

Al abrir los ojos y la boca
no sólo descubrimos un mundo
sino que también un mundo nos descubre. 

¿Dónde dejaste, abandonadas,
tu voz y tu mirada de otrora? 




La Búsqueda Inútil

Las olas de la existencia
me depositaron una vez en tus playas 
nogadas y límpidas,
en la oscuridad de una noche septentrional 
poblada de astros luminosos en las alturas
y de un vacío estremecedor
que ocupaba tus costas y tu tierra de adentro.


Recorrí tus playas en la luz y en las sombras.
Construí sobre ellas castillos que quería habitásemos. 
Sembré en ellas flores y frutas
para que nos dieran una vida exuberante y perfumada. 
Me extendí sobre ellas 
para embriagarme con la energía solar
y para sentir la alternancia de mis latidos,
los latidos del mar y tus latidos.


Deseé que más allá de tus playas
se encontrara la tierra fértil
que hace que se reproduzca y crezca
lo que en ella se siembra con esperanza 
y se cultiva cotidianamente con el amor 
que respeta, admira, proteje y acaricia.

Inútil fue mi búsqueda de esa tierra. 
Las mismas olas que una vez
me depositaron en tus playas,
se llevaron consigo los castillos
y las semillas de flores y frutas
y borraron las huellas
que mi cuerpo había dejado en tus playas 
con la misma indiferencia
con la que me habían depositado en ellas.


Ahora he regresado al mar de la existencia
a buscar otras olas que no me lleven a tus playas,
que no se transformen en corrientes de agua fría 
que congelen mi corazón,
sino que me depositen en otras tierras 
donde pueda sembrar y cultivar, 
donde pueda cuidar y crecer,
donde pueda amar.




El Puente
 Entre tu horizonte y el mío 
hay tantos años 
como caben en una historia.
¿Serán esos años un abismo?


Esas primeras dos orillas
que marcan nuestro deambular aquí, 

sostuvieron una vez un puente
que construimos con sonrisas y viajes, 

que adornamos con camisas y canciones, 
que iluminamos con nuestros ojos
a la luz de la luna y del alba solar.


Los puentes, ¿cuelgan en el aire?, 
¿descansan sobre sus extremos? 
Los puentes, ¿van o vienen?. 
¿Son fronteras o son puertas?

Un puente es una mirada,
                          una palabra de preocupación,

                          una llamada telefónica. 

También es un reclamo y es un desaire.
Es compartir fotografías y libros, 
                          teatro y música,
                          alambres de res y toronjas, 
                          pulseras y corbatas.

De pronto, 
el puente se volvió levadizo
y un día nunca más bajó.

Desaparecieron sus adornos, se apagó su luz.

No volví a ver tus labios de fresa
                            ni tus ojos de nostalgia,

                            ni a oír tus risas contagiantes
                            ni a sentir tu aroma, perfume de mi ser.



Y así, la ausencia de tus rojos,
                                       tus risas y tu aroma,

cavó un abismo en mi corazón,
alargó mi cara y cerró mis ojos.
Sobre el abismo el puente desapareció.


Los que construyen, destruyen.
Poder destruir es poder reconstruir. 

¿Reconstruiremos algún día nuestro puente? 



Ofrenda Plenituadora

Cuando cierras tus ojos
pierdo mi rumbo.

Cuando cierras tu boca
divago en el mundo.

Cuando cierras tus manos
floto en el aire.

Cuando cubres tus oídos
dejo de escucharte.

Cuando tapas tu nariz
se desvanece en el espacio
tu perfume innombrable
que impregnó mi memoria
en noches memorables.

Tus ojos son mi faro,
tu boca es mi discurso,
tus manos son mi guía,
tus oídos recogen mi aliento,
tu nariz registra el aroma
de esta noche vehemente
en que dos cuerpos hirvientes,
el t/ío y el m/uyo,
en la  multiplicación de la sangre
y en la consagración del coito,
se ofrendan,
revientan,
se plenitúan.



©Sergio Ismael Cárdenas Tamez


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