viernes, 21 de enero de 2022

Festivales Mozart de la ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL de México

En los meses de enero de los años 1981 a 1984, siendo Director Artístico de la ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL de MÉXICO OSN), dirigí durante la última semana de esos meses, el exitoso FESTIVAL MOZART, coincidiendo con la fecha de aniversario del natalicio del genio de Salzburgo,  acaecido el 27 de enero de 1756.

"Todo músico debe tocar, al menos una vez al año, obras de Mozart", me decía alguna vez el violista italiano Giusto CAPPONE, Principal de la Filarmónica de Berlín. "Mozart, entre sus muchas virtudes, tiene aquella de poner en orden los dedos", continuaba  comentando Giusto. "Nos legó una música pura, transparente, que deja a cualquier exponente de ella, al descubierto. Por ello requiere ser tocada con sumo cuidado".

Estando de acuerdo con esa convicción ganada por la experiencia y la sensibilidad, yo mismo he mantenido ese criterio en la programación de mis actividades musicales.

Fue una de las razones que me movieron a organizar y dirigir los Festivales Mozart de la OSN, que fueron un deleite total al público y una gran oportunidad de superación para los integrantes de la orquesta.

El legado mozartiano se compartió a través de recitales de música de cámara (sonatas, cuartetos, tríos, canciones, etc), de las participaciones de la Camerata de la OSN y, desde luego, de la propia OSN. En esos conciertos, que tuvieron como sedes principales la Pinacoteca Virreinal, la Sala M. M. Ponce y la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, logró la participación de solistas como Thomas Zehetmair (violín), Guadalupe Parrondo, Érika Kubacsek, Emilio Angulo, José Kahn, Gerardo González, María Teresa Castrillón, Juan José Calatayud (pianistas), Flavio Becerra, Margarita Pruneda, Estrella Ramírez, Luis Beckman, Ignaco Clapés, Adriana Díaz de León (cantantes), Gildardo Mojica (flautista), David Jiménez (clarinetista), el Coro Convivium Musicum y otros destacados músicos.

Comparto aquí algunas portadas de los programas generales y trípticos promocionales de la programación.

El dibujo y el óleo de Mozart, son de la autoría de ELVIRA GASCÓN  (1911-2000).









lunes, 3 de enero de 2022

50º aniversario de LOS 12 VIOLONCHELISTAS de la FILARMÓNICA DE BERLÍN.

 


En la Gran Sala de la Fundación Mozarteum, de Salzburgo, Austria.

50º aniversario de LOS 12 VIOLONCHELISTAS de la FILARMÓNICA DE BERLÍN.


El domingo 9 de enero, 2022, el maravilloso ensamble de Los 12 Violonchelistas de la Filarmónica de Berlín, estará celebrando 50 años de desplegar sus seductoras sonoridades. Se trata de un ensamble ejemplar en el que cada integrante, da siempre lo mejor de sí para hacer justicia a la música y al enorme prestigio del legendario conjunto filarmónico al que pertenecen.


No oculto mi enorme alegría de saberme incluido en la lista de los compositores que han incluido en su repertorio (https://www.die12cellisten.de/en/repertoire_Repertoire.html),  compartiendo créditos con Xenakis, Arvo Pärt, Rihm, Francaix, Saariaho, TanDun y muchos más. Dos han sido las piezas que compuse por encargo de ellos y para ellos. Esto sucedió a principios del año 2001, cuando Georg Faust, a la sazón Violonchelista Solista Principal de la Filarmónica de Berlín, me solicitó que les escribiera “un rap, para su próxima grabación con la disquera EMIClassics, y una pieza de sabor mexicano”; eso me dijo Faust.


En el mes de septiembre de ese mismo año, entregué a Faust una copia del manuscrito de “The flower is a key <a rap for Mozart>”, sobre un cautivador poema del guanajuatense DYMA EZBAN (poema que yo traduje al inglés). Faust de inmediato propuso que fuera Sir Simon Rattle quien hiciera la grabación como rapero, lo cual así sucedió. La pieza se grabó en los Estudios Teldec, de Berlín, a principios de enero de 2002; fue incluida en el CD “‘Round Midnight”, que los violonchelistas pudieron llevar a su gira por Japón y Corea del Sur durante julio del mismo año, habiendo vendido miles de ejemplares en esos conciertos.


La otra pieza, “Huapangos”, que entregué a finales del 2001, se quedó archivada unos años hasta que en 2009 fue “desempolvada” y estrenada en la Sala Principal de la Filarmónica de Berlín.  Fue incluida en siete (7) de los conciertos que los violonchelistas tocaron en Corea del Sur, Vietnam y Taiwán, en su gira del verano de 2010.


Comparto aquí algunos vínculos en los que se encontrará mayor información sobre estas dos piezas de mi autoría:


Sobre “THE FLOWER IS A KEY”:


https://www.youtube.com/watch?v=dGVnI-VGe5Q


https://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com/2015/04/con-los-12-violonchelistas-de-la.html


https://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com/2016/08/maravillosa-noticia-sobre-flower-is-key.html






Sobre “HUAPANGOS”:


https://www.youtube.com/watch?v=cnQWClhNPvM&t=125s 


https://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com/2009/04/huapangos-estreno-en-berlin.html 



En la Sala Chaikovski, del Conservatorio de Moscú.





domingo, 2 de enero de 2022

Mensaje de Año Nuevo 2022, del poeta-filósofo DYMA EZBAN


    VIVIR UN AÑO NUEVO 

                        Infinito RETORNO 

El año nos da una relación con el tiempo. El tiempo nos hace ser. Sospecho que el tiempo nos hace “hacer”. El niño tiene tiempo y el anciano tienen tiempo, son tiempo y el tiempo los hace tener, conservar-se, permanecer-se, vivir-se. Uno actúa distinto que el otro. Su “hacer” los hace ser diferentes en su historia personal. Su “hacer” les da la configuración que sustentan y exhiben ante el otro. Hay seres que acaban su vida en poco tiempo por la multiplicidad de sus “haceres” y hay seres que la prolongan y la estiran hasta la última gota de ser por economizar sus “haceres”. Cada ser humano se da y se entrega de forma distinta al tiempo, siendo tiempo. Un año es una arquitectura de piedra transparente, cada hora, día, semana, mes, pasillos y caminos, espacios abiertos y cerrados, laberinto de habitar lo abierto como si el camino fuera redondo, donde cada ser humano fuera la partida y la llegada a la vez. Partida y llegada que es un ciclo como es el ciclo transparente de pronunciar “Año”. “Año”: Emperador de los meses y semanas y días y horas. El tiempo es como el barro al que uno le da forma y termina dándose forma. El Año sólo determina la perspectiva de esa forma, pero nada se determina. 

Cumplir ciclos es conmemorar “el Tiempo”, al dios Tiempo se podría decir, el que nos hace ser en actos para subsistir como Tiempo. Un filósofo nos recuerda que somos tiempo, “el ser es tiempo.” Sospecho que el ser como ser, supera al tiempo de ser, es decir, si la forma del tiempo es el “hacer”, este “hacer” es su sentido como tiempo, es decir, el tiempo sería la forma y el hacer su contenido. Pienso que este tiempo es tiempo del “hacer”. Los latinoamericanos somos “hacer”, “hacer” en el tiempo. Por el “hacer” somos. Hacemos y en el hacer somos, hacemos sin más. Esto es fundamental. Y en este sentido somos movimiento, espacio. 

Un año más de vida significa integrar actos en el cuerpo, darle forma al espacio que nos contiene, múltiples actos se encadenan y disipan, se insinúan y se rozan, se equilibran y se ocultan, se violentan y serenan, aparentan concluir un ciclo que significan empezar otro. El cuerpo es el protagonista en esta forma de tiempo. El tiempo encarnado es el “hacer” del cuerpo que se convierte en un espacio encarnado. El cuerpo se impregna de Tiempo y en la forma de impregnarse esculpe su rostro y experimenta la potestad y el saberse propietario de su existencia, de su ser. Estoy, Existo. Habito. Persevero en el perseverar mismo. Siendo vida acepto hacerme lo vivo en actos. 

En cada ciclo de tiempo nos reafirmamos en nuestro ser. Existo. Soy. Yo diría, “Hago”. “Me Hago” en el sentido de me realizo, me hago realidad con todo, me uno a todo a través de mi acto y este todo me hace que me pertenezca a mí como acto de perseverar en el “hacer”. Cada Año Nuevo hace que me enfrente a mis actos, luego entonces, cada año es una suma de actos en su inquisición postrera. Pero un acto no es imperfecto ni perfecto, ni bueno ni malo, “es” simplemente. Esto no hay que tomarlo a la ligera, pues el acto siempre tiene un destinatario universal que es el propio mundo, el otro, el semejante. En este sentido sospecho que el Año Nuevo sólo tiene sentido para el mundo, para el otro, para el semejante, son ellos quienes me lo hacen patente, me lo presentan, me lo ponen en la cara para que marque mi rostro como un tatuaje perpetuo, y bajo esta perspectiva mi acto que “era” solamente, ahora puede ser perfecto e imperfecto, malo o bueno, etc. Es por el otro que mi acto es dual, bivalente, incierto, débil. 

Todos sabemos que el cuerpo es quien envejece, pero, ¿envejece con respecto a qué? ¿Al mundo, al otro, a mí mismo? El mundo no envejece, se transforma. El otro no envejece, se transforma. Yo entonces no envejezco, me transformo. Cambio. El tanto moverse me hace tener cansancio y poco a poco soy más lento. El cuerpo cumple su ciclo. Un año más y otro y otro. La potencialidad de ser se agota en su presencia de ser. Tanta presencia de ser se desgasta en cada acto de ser, pues en cada acto queda su esencia como presencia de ser en acto. 

Quien viaja por el tiempo es mi cuerpo en suma de actos constantes, lo que los griegos llamaron“devenir”. Pero“romper”elTiempo en años, meses, semanas, horas es algo que tiene sentido para el que me observa, no para mí que vivo el tiempo y me vive el tiempo, no para mí que actúo y creo actos. El niño es una suma de actos como el anciano es una suma de actos, enteros en sí mismos. Esto quiere decir que el acto aparenta estar en el tiempo, como nos es claro que la conciencia no está en el tiempo. La conciencia, el alma, el espíritu no se miden en razón de tiempo ni en ninguna otra razón, son enteros en su enteridad. Digamos que es el cuerpo el que deviene tiempo, la conciencia no. La conciencia “es” con un todo y que es el propio todo. 

Dicen que un Año Nuevo es tiempo de reflexión, de hacer recapitulación y revisión de lo que se hizo en un año. Desde este punto de vista quien cumple los ciclos es el otro que me mira actuar, pues el otro sí tiene la referencia de los días y meses, yo solamente vivo, duermo y me levanto. Es el otro que me pone el límite de haber vivido un año. Yo vivo la vida en su enteridad, en su extensión total, porque la vida es todo. La vida no está rota en, como, para el tiempo. De hecho cada año es cada año, es decir, cada día es un año respecto al otro día del otro año. Cada día cumple un año y cada día sería motivo de reflexión. 

Cualquier ser humano puede vivir en una isla acompañado por el día y la noche. El tiempo toma la forma del ser que lo contiene y lo vuelve plástico, líquido, sólido, gaseoso, salado, útil, distante, dulce, amargo, frutal, selvático, marino, montañoso, sanguíneo, palabra. La reflexión no supone asumir la amargura del otro. No hay felicidad si no hay serenidad, no hay prosperidad si todos no avanzamos de la mano. En suma, es “el otro” el que me pone en el tiempo y es para el otro que yo envejezco y tengo ciclos de años. Yo vivo en la totalidad de la vida y en la eternidad, pues, mi relación es con la vida en su enteridad existente y no en su particularidad de medida. Y en este espacio siempre conservaré la edad total de mi cuerpo que siempre será única y entera, pues tengo toda la edad de todos los universos posibles. Sí, el Tiempo no se debe entender, se debe vivir. 

¡FELIZ ETERNIDAD!
¡UN ABRAZO DEL TAMAÑO DEL CIELO!

Te Desea... 

Dyma Ezban. 


https://es.wikidat.com/info/demetrio-vazquez-apolinar