sábado, 12 de octubre de 2024

Medalla Bellas Artes de Oro 2023 para GUADALUPE PARRONDO.

 


El 19 de septiembre de 2024, en ocasión de la investidura de la Medalla Bellas Artes de Oro 2023, a la pianista mexicana GUADALUPE PARRONDO, el Mtro. Omar López Vergara leyó el siguiente texto, de su autoría:

Buenas tardes a todos,

Creo que primero tengo que explicar cómo llegué a este podio. Prometo ser lo breve que pueda. Era yo un pianista muy amateur la primera vez que oí hablar de Guadalupe Parrondo. Una tutora de la escuela secundaria, también muy adicta al piano, me narró la siguiente anécdota. Había deambulado precisamente por los pasillos de Bellas Artes y justo en la Sala Ponce había oído que alguien ensayaba el piano. 
“Pensé que era Monique Haas, porque sólo una pianista francesa podía tocar de esa manera. Era algo así como magia: un Debussy que nunca antes había escuchado. Pregunté entonces quién estaba ensayando… y era ¡Guadalupe Parrondo
Lo dijo con incredulidad, con la entonación de alguien que quiere expresar que era naturalmente imposible que una pianista mexicana pudiera tener tal maestría con el instrumento, en una época en la que lo políticamente correcto no se conocía, y el malinchismo era hasta bien visto. 
Claro que era Guadalupe Parrondo. 
Admitámoslo, México es una tierra de grandes escritores, de pintores fantásticos, de poetas hechecitos a mano e incluso de excelentes tenores y a veces sopranos, pero no de pianistas. Quizás la dificultad de tener un instrumento adecuado a temprana edad, los recursos que se requieren y la poca demanda que existe en nuestro país abona a este dato. Si alguien no está de acuerdo, por lo menos concederá que no estamos en Rusia, donde el piano despierta más pasión que el futbol. Guadalupe Parrondo es quizás la excepción que confirma la regla. Hija de un técnico de pianos de Saltillo, Rodolfo Parrondo Castañeda, y de una encantadora ama de casa, Estela Corcuera Romero, a quienes recordamos con respeto y cariño, Guadalupe Parrondo pulsó su primera tecla del piano a los tres años, y a los siete ya era presentada como niña prodigio tocando el concierto para piano y orquesta en Re Mayor de Haydn bajo la batuta de Luis Herrera de la Fuente, a pesar del disgusto que el maestro don Luis tenía por los niños prodigio en lo particular, y por los niños en general. Por entonces Guadalupe Parrondo vivía en Lima y estudiaba con Lily Rosay de Sas, buena amiga de Claudio Arrau, y en varias de las soirees de aquella escuchó azorado a quien entonces era conocida como “Lupita Parrondo”. Entre los tesoros de la maestra hay una partitura de la Sonata Op. 35 de Chopin con la siguiente profecía del maestro Claudio: “A Lupita Parrondo, mis mejores augurios para el desarrollo de su magnífico talento”. Otro pianista coetáneo de Arrau pero mucho menos escueto, el gran gringo Abbey Simon, decía lo siguiente: “aunque he conocido muchos niños prodigio, ninguno de ellos se compara a Lupita en la hondura de expresión y en la inteligencia para saber verter el contenido musical de las obras que ejecuta”. Para Simon, esa niña era un prodigio entre los niños prodigio entre los niños prodigio. 
Pocos años después Guadalupe Parrondo viajaba en un avión para estudiar en la Escuela Normal Superior de Música de París, con una media beca que tenía planeado estirar unos seis u ocho meses. Tenía que vivir con apenas 400 francos al mes, de los cuales 150 eran para rentar un piano de cola Steinway. Pasó penurias, porque como se podrá inferir Guadalupe provenía de una familia encantadora pero no acomodada. Podía comer una vez al día, pero eso sí, estudiaba todos los días de 7 de la mañana a 10 de la noche. Desde luego que el gobierno francés, estupefacto ante tal virtuosismo ya adolescente, no tuvo más remedio que extenderle una beca completa durante toda su licenciatura, que la maestra terminó con una medalla de oro. Estaba en París durante las protestas estudiantiles de 1968, pero de lo único que se enteró era de unos piececillos que iban de allá para acá que veía desde el tragaluz de su estudio que rentaba en la Casa de México en París. El mundo de Guadalupe Parrondo es y siempre ha sido el piano. Este pacto, este matrimonio con el piano ha sido siempre un matrimonio feliz, pleno y sin accidentes. 
Durante unos seis o siete años acudí todos los lunes a tomar clases privadas en casa de la maestra Parrondo en Coyoacán. La primera vez que estaba nervioso esperando en la sala conocerla, oía cómo le corregía a alguien el segundo movimiento del concierto K 467 de Mozart. En un piano se oían las notas muy bien colocadas, precisas, con buena técnica. En el otro piano se oía magia. Cuando se abrió la puerta del estudio, apareció una mujer de pelo muy negro, con una sonrisa muy amable, que me saludó con un apretón de manos particularmente enérgico con la mano izquierda, porque en la derecha tenía una férula (uno de varios accidentes que le conocí por lo que desde mi punto de vista era sobre estudiar el piano).  En mi primera audición con la maestra, al término de tres compases de una partita de Bach, ella enunció enérgicamente: ¡suficiente! Eso no sonaba nada bien, pero aún así faltaba mucho para que me diera cuenta de que no estaba yo tomando clases con una maestra de piano. Estaba yo ante la presencia de algo que ya había oído de otros admiradores, pero que costaba trabajo digerir. Esta mujer bajita, de carácter enérgico pero de una bondad fuera de serie, no era una maestra de piano y tampoco era siquiera una pianista. Era, en términos brutales pero creo muy correctos, un monstruo del piano, un término que aprendí a copiar de varios de sus alumnos, admiradores y groupies. Bien podía jactarme de tocar muy bien el cuasi imposible Op. 10 no. 1 de Chopin: ella lo tocaba al triple de velocidad, pero en todos los tonos. Bien podía aprenderme el concierto en sol mayor de Ravel: ella lo tocaba mientras cantaba las voces de la orquesta. Una vez la invitaron a tocar el segundo concierto de Saint Saens, el cual no estaba en su repertorio. La acompañé al centro a comprar la partitura, regresamos a su casa y después me dijo lo siguiente: “te corro Omar porque me tengo que poner a estudiar, es un concierto muy difícil”. Dos semanas después lo tocaba de principio a fin sin titubeo alguno. Difícil pensar en una pianista con una memoria de este calibre. Recuerdo con fascinación aquel concierto en el Teatro de la Ciudad con el dos de Saint Saens donde la maestra, como se dice coloquialmente entre pianistas “tocó como disco”. Y es que así toca todo, “como disco”. Durante los siguientes años que me dediqué a tratar de no perderme ninguno de sus conciertos, jamás le oí una nota falsa, un trastabilleo, una duda. Pero eso era lo de menos. La apreciación de aquella lejana maestra de secundaria era correcta. No sólo no era posible que una pianista mexicana tocara así, es que no era posible que nadie tocara así.  
Después de graduarse en París, Guadalupe hizo lo que se tenía que hacer: ganar todo concurso internacional en que se presentaba. Ganó Barcelona, ganó Venezuela, ganó Ginebra ganó varios más. Ella dice que simplemente salía al escenario y hacía lo que tenía que hacer, después se retiraba a estudiar y se enteraba de los resultados casualmente. Las grabaciones de algunos de los concursos existen, y se han pasado de cassette a archivo digital: sus estudios de Chopin se oyen todos como deben oírse: como metralleta, con esa “musicalidad casi matemática” que bien la describe. Esas grabaciones, no disponibles al público, son, como ella misma lo es, un objeto de culto. 
En la década de los setenta se asentó en la Ciudad de México, acompañada de dos pianos Steinway que compró con lo que ahorraba de sus concursos, conciertos y clases. Décadas después sería nombrada Patrimonio Cultural Vivo de la ciudad. Más décadas después de sus años en Lima, Guadalupe Parrondo estrenaría mundialmente el concierto para piano de Luis Herrera de la Fuente. ¿Qué habrá pensado el maestro de la Fuente realmente el encontrarse de nuevo con esa niña que ya no era niña, pero que seguía siendo más prodigio que nunca? (y que fue, por cierto, su última solista) ¿Qué diría Arrau si estuviera entre nosotros? ¿Qué diría Simon? ¿Qué diría Monique Haas, que discutió intensamente con Arrau si se le otorgaba o no una presea especial en el concurso Marguerite Long de París? ¿Qué diría esa niña de siete años, Lupita Parrondo, que a los siete años decidió que iba a ser pianista y sólo pianista, qué diría si estuviera sentada en esta audiencia? 
La entrega de la Medalla Bellas Artes de Oro 2023 es un merecido reconocimiento a una de las más grandes pianistas contemporáneas, a una artista mexicana que no ha cesado en su febril dedicación al piano, a una luminaria pianística de siete décadas de carrera artística, un reconocimiento a sus cuarenta años como catedrática de piano, un reconocimiento merecido a todos los años en que Guadalupe ha pensado en piano y sólo en piano, en cómo tener nuevos sonidos, en cómo hacer que el piano suene a todo menos a piano, que suene a colores, a texturas, a sorpresas… a música. Porque lo que extrae esta gran virtuosa es música, es sólo música, música en estado de éxtasis, música pura, música absoluta. Porque la docente de secundaria que deambulaba hace muchos años por esta sala escuchaba efectivamente a Guadalupe Parrondo tocar Debussy, y ese Debussy era más allá de lo creíble: era magia. Porque Guadalupe todo lo que toca lo convierte en magia. 
Quienes además de concebirla como pianista hemos tenido la fortuna de convivir más cerca con ella sabemos que además de la pianista hay aquí una mujer de incalculable valor. Una mujer recia, con un sentido del humor adorable, con una nobleza que casi equipara su virtuosismo. Guadalupe es oro puro, en todos los sentidos, es oro como amiga, como confidente, como maestra, es oro como  mujer, como hermana, como hija, como adulta, como niña. Guadalupe Parrondo es el oro del piano y es ahora el oro de Bellas Artes. 

Muchas gracias a todos.

Omar López Vergara
(https://omarlopezvergara.com/)

Escucha este discurso en:  

https://www.facebook.com/mariaelena.parrondo/videos/1585116668741691/?mibextid=WC7FNe&rdid=Gnh4M3wkKt669Ado 



























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