miércoles, 24 de marzo de 2010

COLUMPIOS, Música para orquesta de cuerdas



El disco compacto ya está a la venta en las tiendas GANDHI del Distrito Federal (Bellas Artes, Madero y M: A. de Quevedo), así como en las mismas tiendas de Puebla, Guadalajara y Querétaro.


COLUMPIOS
por Armando Plancarte*

Hoy en día se dice que caminamos por la posmodernidad plena. Que querría decir, claro está, que la modernidad ha transcurrido ya. Lo moderno es, etimológicamente, lo que existe desde hace poco tiempo. Pero también es lo que se contrapone a lo clásico, aunque partiendo de su interior. Lo moderno prefiere la innovación o la renovación, la revaloración, a veces la abstracción, y la descomposición, como lo hicieran los artistas de las vanguardias en la primera mitad del siglo XX. Pero también lo moderno resulta optimista y propositivo. Por su parte, lo posmoderno preconizaría varias cosas:

- el triunfo de la ilusión,léase el efectismo que anula la profundidad
psicológica, asistimos a la cultura de lo light, - el eclecticismo, el fetichismo
y el gusto por lo kitsch,

- la sucesión continua de imágenes y sonidos sin referente alguno, como un
mundo hecho únicamente de videoclips, que no buscan sino el continuo shock en el espectador,

- el hedonismo a ultranza, muchas veces depredador del mundo mismo,

- la búsqueda de lo novedoso como el principal elemento de atracción: no es fortuito que transitemos la época del new age,


Sin embargo, afortunadamente existen otros mundos, otras realidades, otros valores, y paradigmas. Y precisamente porque se contrapone, a esa posmodernidad, tan abiertamente promulgada por los mass media, es decir porque resulta tan moderno, es que celebro la aparición de Columpios, música de Sergio Cárdenas para orquesta de cuerdas, interpretada por la Filarmónica de Cámara de Polonia.

Columpios es un disco moderno por propositivo y esperanzador. Parece ser que lo posmoderno ha resultado ser apocalíptico y vacuo. En este material, Cárdenas recurre a elementos formales clásicos para expresarse. Ello nos demuestra que la tonalidad no se ha agotado ni mucho menos, que en todo caso lo que históricamente se ha desgastado, a veces, es la imaginación misma. A diferencia de la música de Sergio Cárdenas, y de algunas otras propuestas, gran parte de la música de concierto contemporánea, parece estar encerrada en sí misma, ensimismada se diría, cada vez más elaborada y racional, más académica, triste paradoja, cada vez menos lúdica, menos espontánea, menos infantil, con menos spirit dirían los franceses, con menos chispa diríamos los mexicanos, cada vez más elitista, y alejada de los públicos. Se trata, en esos casos, de músicas efectistas que, abusando de lo posmoderno, no buscan sino el extrañamiento dispar en el oyente, la novedad subrepticia que les confiera validez.

En lo personal pienso que la música, no debe ser tan complicada, tan elaborada, tan teatral, tan siguiendo un guión se es o no se es buena música, se llega o no se llega. Se conmueve o no. Al fin y al cabo la música nació y creció en la humanidad de manera espontánea. Nos llegó innata, como un soplo divino. Sin mayores complicaciones: sólo escuchar y bailar, escuchar y gozar, escuchar y sentir.

Y esto último es lo que sucede con la música de Sergio Cárdenas: Su obra no presenta rupturas inocuas, ni siembra en terrenos estériles, continúa con la tradición romántica, retoma esa estafeta muchas veces repudiada, en nombre del supuesto progreso de las ideas, se aleja de dodecafonismos, serialismos y aleatoriedades, corrientes que parecieron estar condenadas al agotamiento desde su incorporación misma a las técnicas de composición en el siglo XX.

Como sucede con todo arte moderno, la obra de Cárdenas retoma elementos clásicos pero a la vez los renueva, los increpa, los transforma, los revalora, los reconduce, los reforma. El compositor conoce muy bien su oficio. Sus años de experiencia al frente de orquestas de primer nivel, en diferentes latitudes, y longitudes, así como su probada sensibilidad e inteligencia auguran buenos resultados. Su música es natural, fluye por si sola, provista de su propio motor interior. Y es idiomática: le queda a la medida a los instrumentos que elige. Al igual que un buen escultor, conoce muy bien los materiales con los que trabaja. Sí Rodin enseñó a Rilke, quien fuera su asistente durante algún tiempo, a contemplar la obra de arte como una actividad religiosa y a hacer sus versos tan consistentes y completos como esculturas, Sergio Cárdenas retoma a su vez esas enseñanzas, logrando una música tan sólida, tan firme, tan bien cimentada y acabada como una escultura e incluso como una obra arquitectónica. La canción de la estatua está siempre presente. Sus variaciones dinámicas y agógicas, siempre supeditadas a la creación del ambiente psicológico necesario, así como la alternancia tímbrica y el empleo del pizzicato, denotan un buen gusto musical.
Cabe destacar su expresividad, su lirismo y su capacidad melódica. El manejo de la línea del clarinete, aderezado por la excelente interpretación de Rolf Weber, crea una atmósfera sobrecogedora, vibrante y a la vez serena. El disco se acerca plenamente al espíritu de Rainer Maria Rilke, poeta de lengua alemana, pero también a Manuel María Ponce, músico nacionalista mexicano.

Columpios, Cuando alguna vez te pierda y La canción de la estatua están basadas en poemas rilkeanos, empapándose de su esencia, del hálito central, del soplo primigenio del que habla David Huerta. Por su parte Dime si me quiere un poco, juega con nuestra Estrellita, entretejiéndola con otras músicas también nuestras. Así, misticismo, existencialismo, introspección, intimidad cósmica y música mexicana renovada son algunos de sus elementos. El compositor no niega su formación, sus valores, pero tampoco sus orígenes. La música de Sergio Cárdenas resulta mística en el más puro sentido de la palabra, nos hace alzar la mirada y buscar mundos mejores. O mejor aún, nos propone mundos mejores aquí mismo, a nuestro alrededor. Siento que nos propone, y si es así la propuesta me gusta, el acercamiento a Dios, o al cosmos, como la única manera posible de trascender, de darle sentido a la existencia, a veces tan cotidiana como miserable.

En esta época de manejo de masas, de marketing a ultranza, de clientes y no de oyentes, Columpios se presenta, al lado del buen arte, como un oasis, como un lugar de refugio que nos devuelve un poco, quizás, la fe en la humanidad. Canto a la vida y a la muerte como una experiencia cósmica. Como toda buena música , la de Columpios está concebida para escucharse con calma, cuando uno esté dispuesto a hacer un viaje por uno mismo. Por favor, no la escuchen como música de fondo, pues así no puede entenderse: es mejor atrapar su energía condensada que disipada vanamente. El arte es un espejo del alma: cuando nos enfrentamos a él, si es verdadero, vemos nuestro interior, nuestra fragilidad, nuestras debilidades, nuestra pequeñez desnuda. Y cuando se redescubre esa pequeñez no queda sino la humildad que se muestra ante Dios. A tal éxtasis puede hacernos llegar la expresión artística. Si las funciones de la música y del arte son hacernos sentir y pensar, Columpios de Sergio Cárdenas cumple con creces su cometido.


Texto leído por © Armando Plancarte en el Museo de la Ciudad de Querétaro, Qro. (México), el 5 de diciembre, 2005, en ocasión de la presentación del CD “Columpios, Música de Sergio Cárdenas para Orquesta de Cuerdas”. El autor tiene una Licenciatura en Laudería y una Maestría en Historia del Arte.

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