domingo, 4 de abril de 2010

CONVERSACIONES con E. M. CIORAN

Extractos del libro
CONVERSACIONES con E. M. CIORAN
Serie Marginales 146, de Tusquets Editores, 1997, Barcelona
ISBN; 84-7223-949-7
Selecciones de Sergio Cárdenas

Conversación con Benjamín Ivry, pag. 160:

Usted ha escrito: “Si alguien le debe todo a Bach, es sin duda Dios”.
Sin Bach, Dios quedaría disminuido. Sin Bach, dios sería un tipo de tercer orden. Bach es la única cosa que te da la impresión de que el universo no es un fracaso. Todo en él es profundo, real, sin teatro. Después de Bach, Liszt resulta insoportable. Si existe un absoluto, es Bach. No se puede tener ese sentimiento en una obra literaria;| hay textos, pero no son formidables. El sonido lo es todo. Bach da un sentido a la religión. Bach compromete la idea de la nada en el otro mundo. Cuando escuchamos su llamada, no todo es ilusión, pero Bach es el único que lo hace. Fue un hombre mediocre en su vida. Sin Bach, yo sería un nihilista absoluto.

Conversación con Sylvie Jaudeau, pag. 175

El mayor placer se lo proporciona la música. Vive usted grandes momentos en compañía de Bach, Schumann o Schubert. ¿Qué representa para usted?
Es el único arte que confiere un sentido a la palabra absoluto. Es el absoluto vivido, si bien por mediación de una gran ilusión, ya que se disipa en cuanto se restablece el silencio. Es un absoluto efímero, una paradoja, en una palabra. Esa experiencia exige su renovación indefinida para perpetuarse, próxima a la experiencia mística, cuyo rastro se pierde en cuanto regresamos a la vida cotidiana.

¿Hay momentos privilegiados para escuchar música?
Por la noche cobra una dimensión extraordinaria. El éxtasis musical se aproxima al éxtasis místico. Experimentamos la sensación de acercarnos a puntos extremos, de no poder avanzar más allá. Ninguna otra cosa cuenta ni existe. Nos encontramos inmersos en un universo de pureza vertiginosa. La música es el lenguaje de la trascendencia, lo que explica las complicidades que suscita entre las personas. Las sume en un universo en el que quedan abolidas las fronteras. Es lamentable que Proust, quien analizó mucho la música y sus efectos, ignore la capacidad que tiene de transportarnos alende la sensación. Por lo demás, resulta significativo a ese respecto que no profundizara en la obra de Schopenhauer y se contentase con la de Bergson. No supera la psicología.

En eso estriba enteramente la diferencia entre un metafísico y un esteta. Proust no deja de ser un esteta, aunque roce de vez en cuando una dimensión que supera el mundo de las formas.
Carecía de la verdadera inquietud metafísica. Sus experiencias musicales tiene siempre un vínculo con su historia personal. No lo llevan más allá de su vida, de la vida. Se entra plenamente en el mundo de la música sólo cuando se supera lo humano. La música es un universo, infinitamente real, aunque inasible y evanescente. Un individuo que no puede penetrar en él, por ser insensible a su magia, está privado de la razón misma de existir. Lo supremo le es inaccesible. Sólo la comprenden aquellos a quienes es indispensable. La música debe volverte loco; si no, no es nada.

En resumen, la música nos coloca ante esta paradoja: la eternidad vislumbrada en el tiempo.
Es en efecto, el absoluto captado en el tiempo, pero incapaz de permanecer en él, un contacto a la vez supremo y fugitivo. Para que permanezca, haría falta una emoción musical ininterrumpida. La fragilidad del éxtasis místico es idéntica. En los dos casos, la misma sensación de no llegar a nada, acompañada de una pena desgarradora, de una nostalgia sin límites.

Usted ha escrito: “hay tres clases de melancolía: la rusa, la portuguesa y la húngara”.
El pueblo más melancólico que conozco es el húngaro, la música cíngara basta para demostrarlo. Brahms, en su juventud, sufrió su fascinación. Eso explica el encanto insinuante de su obra.

Conversación con Branka Bogavac Le Compte, pag 211

De entre las artes, me ha dicho usted que prefiere la música. ¿Ha desempeñado un papl importante en su vida?
Sin la música, la vida carece de todo sentido. La música te lega muy a fondo. En apariencia, no es visible, pero toca algo que nos emociona profundamente, sin que tengamos siempre conciencia de ello. Ha desempeñado un papel enorme en mi vida. Enorme. La persona que no es sensible a la música no me interesa en absoluto. Es cero.

Conversación con Michael Jakob, pag 234

¿Es como la música?
Exactamente como la música. Y, para mí, con la gente que dice: “Para mí la música no significa nada”, considero que se acabó, no necesito continuar, es algo sumamente grave, porque la música afecta precisamente a eso, a los más íntimo de alguien. Con quien no siente la música no tengo punto común alguno, es de una gravedad sin nombre y como una maldición de la que el tipo no es consciente.

Hablando de música, en su caso hay que pensar en seguida en Bach, a quien ya ha mencionado…
Bach es un dios para mí. Me resulta inconcebible que haya gente –y, sin embargo, la hay- que no entienda a Bach. Creo que la música es en verdad el único arte que puede crear una complicidad profunda entre dos personas. No es la poesía, es sólo la música. Alguien que no sea sensible a la música padece una imperfección enorme. Es inconcebible que alguien pueda no ser sensible a Schumann o a Bach, mientras que admito perfectamente que alguien pueda afirmar que no le gusta la poesía, pero, en el caso de la música, es otra cosa, es algo muy grave.

Selecciones de © Sergio Ismael Cárdenas Tamez, Ciudad de México, el 9 de junio, 2007.

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