miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Coloso de Matamoros








EL COLOSO DE MATAMOROS
por Sergio Cárdenas*

En el año 305 antes de nuestra era, la isla de Rodas fue asediada por las huestes de Demetrio Poliercetes. Tras varios intentos, Demetrio finalmente claudicó y abandonó sus propósitos, así como todo el armamento que había llevado hasta la isla para conquistarla. Estos acontecimientos, que los rodios evaluaron como victoriosos, los llevaron a decidir usar el material bélico abandonado para que con él se construyera una gigantesca estatua de bronce en honor de su protector, el dios Hélios.
Según el testimonio de Plinio El Viejo, la estatua hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro, medía 32 metros de altura, era “el admirado Coloso del Sol, de Rodas, hecho por Cares el Lindio. Tardaron 12 años en construirla”. (Plinio el Viejo, Historia natural (34.18.3)). La base, de mármol blanco, medía unos 15 metros; el Coloso del Sol habría pesado unas 70 toneladas. Esta escultura monumental ha pasado a la historia como una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Hoy, en el ángulo noreste de la República Mexicana, atestiguamos colmados de emoción la entrega generosa que el artista mexicano Federico Silva, hace al pueblo de Tamaulipas: su escultura monumental PRINCIPIO es el nuevo coloso del continente americano y una nueva maravilla del México contemporáneo. Mientras en distintas regiones del planeta notamos la obsesión de ciertos arquitectos por alcanzar las alturas celestiales con sus audaces propuestas de rascacielos, Federico Silva nos entrega hoy una obra de consumada factura artística que ha nacido en la profundidad del espíritu mexicano y desde esa profundidad se ha erguido como un poderoso manifiesto de la grandeza y contundencia de la nación mexicana.
PRINCIPIO, la escultura de Silva, no aspira a ser un aporte que se agote en lo turístico: PRINCIPIO se yergue en Matamoros con el poderío histórico de México; se yergue en Matamoros con la fortaleza de un pueblo vigoroso que palpita en la margen del río; se yergue en Matamoros con lo acumulado de años de hurgar e indagar en la esencia de nuestra razón de ser mexicana; se yergue en Matamoros en la misma proporción de la capacidad creativa de su creador; se yergue en Matamoros como un coloso que nos mira y nos recuerda la pertenencia, la identidad, la emoción propia de nuestro pueblo.
La construcción masiva de PRINCIPIO nos permite apreciar el acertado sentido de la proporción de nuestro artista quien, por lo demás, combina en su obra una inquebrantable solidez con la sensualidad angulosa; una seductora mirada con la soberanía del espacio; una contundencia con la libertad del movimiento dancístico que se rebela a la rigidez.
Su ubicación o, mejor dicho, su primera y nueva morada, no podía ser más simbólica: el puente nuevo internacional de un lado, el Río Bravo del otro, el estrépito y cosquilleo de la vida fronteriza. Desde su “residencia”, PRINCIPIO se afirma con toda su integridad ética y con la certeza de significar un nuevo inicio: el reinicio de la significancia de nuestro arte y de nuestra cultura en la renovada construcción de nuestra Patria, en la reafirmación de que, aunque suene trillado, nuestro Tamaulipas, nuestro México, son más grandes que los problemas que le han sembrado o que le afectan. Tenemos una historia grandiosa, historia que una y otra vez nos es recordada por nuestros artistas en sus diferentes disciplinas. Los artistas mexicanos van más allá de su circunstancia cuando comparten con inspiración y generosidad su manera peculiar de ver o de oír nuestro devenir. Cada uno de ellos ha plasmado con claridad su postura única ante la cuestión que es México.
A lo largo de su fructífera trayectoria, desde sus inicios certeros al lado de David Alfaro Siqueiros, Federico Silva ha escudriñado la esencia del alma mexicana. Lo ha hecho con la veracidad y honestidad que refleja en cada una de sus creaciones. Lo ha hecho adentrándose en cuanta nueva aportación técnica hecha a las artes visuales esté disponible. Ha incursionado en la escultura móvil, en la pintura digital, en la encáustica, en el dibujo, en la pintura al óleo, en las creaciones interdisciplinarias. Desde el para mí más que afortunado encuentro con él, en todo momento, bajo cualquier circunstancia, las acciones de Federico Silva han demostrado su acendrado nacionalismo, no el nacionalismo sentimentaloide casi de tarjeta postal, sino el nacionalismo que en los ámbitos de la responsabilidad, la conciencia y la libertad, es crítico, proactivo, constructivo, incorrupto.
Para el Festival Internacional Tamaulipas, el acto que hoy vivenciamos en Matamoros es de una dimensión histórica sin precedentes en Tamaulipas y en México. Desde mi perspectiva, esta grandiosa donación de Federico Silva al pueblo de Tamaulipas, en el contexto de la máxima celebración artística de nuestro estado, es un estímulo enjundioso que impulsa la tamaulipicidad, es decir, esa postura conciente que se cuestiona el ser, el sentirse, el saberse tamaulipeco, sea por nacimiento o por adopción. La apuesta que el nuevo formato del FIT hace, va en ese sentido: en el de recuperar la territorialidad para las artes y la cultura, en el de manifestar el alto grado de conciencia de ejercer como tamaulipecos en la dimensión local y nacional, en el de actuar con soltura y convicción en los principios de la entereza, la veracidad, la honradez, la productividad, la solidaridad y la libertad.
PRINCIPIO, que carga consigo y nos aporta todo ello, contribuye a la grandeza de nuestro espíritu, enaltece el devenir de nuestro pueblo, nos reta a sabernos mexicanos todo el tiempo, nos traslada a los ámbitos tan mexicanos de la cosmicidad y del amor al prójimo, nos impulsa a la creatividad y la sensibilidad. El propio maestro Silva lo ha expresado así: “el aprendizaje de las cosas del arte no termina nunca. El aprendizaje está en la práctica, en el azar, en el cambiante mundo exterior e interior, en la experiencia acumulada…pero de nada sirve si el corazón está vacío. Debemos inventar para que el arte pueda enseñar a ver otras cosas del mundo y sea un fenómeno de la revelación.”
Manifiesto, a nombre propio y, me permito decirlo, a nombre del pueblo tamaulipeco, mi sincero y más profundo agradecimiento a la generosidad deslumbrante de Federico Silva, cuya escultura monumental PRINCIPIO, que es la nueva maravilla del México contemporáneo en tanto que coloso de Matamoros, es una revelación más de lo que ha caracterizado su devenir como el hermeneuta apologético de la mexicanidad.
¡Viva Federico Silva! ¡Viva Tamaulipas! ¡Viva México!

H. Matamoros, Tamaulipas, México; el 20 de septiembre del 2011.

*Director Artístico del Festival Internacional Tamaulipas y Proyectos Especiales, del
Gobierno del Estado Libre y Soberano de Tamaulipas.

1 comentario:

  1. Sergio querido, muchas gracias por tu envío...fue muy emocionante volver a ese momento y a tu magnífico discurso....
    Te mandamos nuestro cariño desde La Estrella,
    F y M Silva

    ResponderEliminar