CODIGOS
DE IDENTIDAD EN LA MUSICA
DE LARS GRAUGAARD
por Sergio CÁRDENAS
El compositor danés LARS GRAUGAARD (Copenague, 1957) nos sorprende
nuevamente con tres obras orquestales. En esta ocasión las piezas dan cuenta de
su fructífera relación como „Compositor en Residencia“ de la Sinfónica de
Odense, Dinamarca.
Mientras en ciertas partes del
planeta algunas personas ya se han instalado en la inercia de la „modernidad“ y
se definen por algún número (digital) o por una secuencia de signos elegidos
para ser identificados por la red (web) de la aldea global, Graugaard parece
volver a los códigos comunicativos más antiguos (esenciales) en cuanto al
contenido de su discurso musical, pero se mantiene siempre actual en cuanto al
lenguaje que usa en su discurso.
Lo que Graugaard parece querer
decirnos es que, en efecto, los códigos elementales de la comunicación humana
no han envejecido: nuestra sombra, nuestro nombre y nuestra sangre siguen
siendo elementos constitutivos de nuestra identidad y, por ende, de nuestra
comunicación. Ello a pesar de que a algunos oídos el lenguaje musical de
Graugaard pueda parecerles incomprensible. En el fondo no lo es.
El discurso musical de Graugaard
es elocuente, recurre sin ambages al cúmulo de estilos que han moldeado la
historia de la música y les da su sello personal. Si las olas de SATED BODIES
(1993-1994) crecieron a lo largo de muchas millas marinas
y fueron bronceadas por muchos soles en busca de una costa definitoria de su
existencia, de su inasibilidad y de su transitoriedad, ahora las sombras, la
memoria y la sangre de Lars Graugaard trazan los rasgos maravillosamente
humanos de unas obras que ya han trascendido a su creador, que fluirán cual
torrente sanguíneo al ritmo de las diástoles y las sístoles de nuestro devenir.
Las piezas contenidas es este CD
son una declaración de amor apasionada, tierna y firme, que brota como de un
manantial y comparte con nosotros su genuino entusiasmo interior. Es una
declaración no improvisada o hecha para salir del paso sino que ha crecido,
madurado, que se dio tiempo para configurarse y para dejar atrás al tiempo,
creándose un espacio de intemporalidad.
El lenguaje de Graugaard, en todo
momento contemporáneo, es definido por las grandes elipses que resultan de un
impulso original que no se desintegra conforme avanza hacia su destino. Es
decir, de un umpulso que da coherencia a la obra, de un impulso que es el verbo
que define el perfil del acontecer musical: el verbo amar.
Aquéllo con lo que nos atrapa la
música de Graugaard es la gran carga poética con la que ha dotado su discurso.
Las rimas musicales contenidas en estas piezas las ubican en el terreno de la
poesía en prosa pues sus frases y sus párrafos corresponden a una energía, a
una esencia, a una idea, más que a un patrón de ritmos rígidos. Los párrafos
graugaardianos se caracterizan, de hecho, por una enorme polirritmia que viene
definida no sólo por su multiplicidad horizontal sino también por una rica
plasticidad cromática, con lo que ritmo y color devienen en elementos
definitorios de
las estructuras musicales de Graugaard.
Pero la capacidad configuratoria
de este talentoso compositor danés no se agota en el ritmo o en el color; ello
lo habría situado peligrosamente en las regiones de la superficialidad, en una
especie de „light literature“, donde nada pasa o donde lo que aparentemente
pasa no llega más allá de la epidermis. No. Las sonoridades graugaardianas
tienen una bien dosificada carga armónica, es decir, una carga definida por las
tensiones inherentes al fenómeno musical mismo. Es esta alternancia de
sonoridades de baja, mediana y alta tensión la que a final de cuentas dará
forma a los deseos y a los anhelos, la que revelará con qué equipaje espiritual
hemos venido transitando, la que revelará qué es lo que hemos almacenado muy
dentro de nosotros al paso de los años y de las vivencias.
Hay un elemento más que
caracteriza las obras de este CD: la consumada polifonía, con lo que la voz de
Graugaard es una y muchas a la vez. Es una polifonía en la que cada voz tiene
una personalidad cuyo despliegue es respetado, una polifonía que corrobora el
talento creativo de Graugaard: la voz emerge del sonido mismo, por sí misma,
gracias a la capacidad sensitiva del compositor de darle la libertad necesaria
para devenir. Es una voz que „ya estaba ahí“, que monologa y dialoga, que
discute y sintetiza, que lleva su propia cadencia, su propio camino, su propio
perfil.
En el camino al disfrute total de
las obras de este CD, el lector tiene la posibilidad de concentrarse en las
delicias de todos estos detalles: sus ritmos,
que son tranquilos o agitados, apretados u holgados, ostinados o variados, cinéticos
o estáticos; sus colores, que ora
brillan o deslumbran,
ora oscurecen u opacan, ora son iridiscentes o apacibles, telúricos o
celestiales; sus construcciones armónicas, que pueden ser duras o
transparentes, hipertensas o relajadas, de complejidad progresiva o de
sencillez idílica, llenas de ansia o de satisfacción; y su polifonía, en la que cada voz recorre el espectro de la expresión
humana.
„Your shadow, passing by“ es una pieza en la que la densidad de la
escritura orquestal crea imágenes cuya sonoridad dan la impresión de ser
sombras, de ser espacios carentes de luz ubicados detrás del cuerpo no
transparente que recibe la luz. El cuerpo, si bien ausente en esta reflexión
graugaardiana, se ha impreso indeleblemente en la memoria y se transforma ante
los ojos interiores del compositor. Es una transformación producto de lo que
esa sombra evoca en él: un cuerpo que conoce bien, que lo ha habitado, con el
que se ha confrontado, en el que se ha encontrado. Un cuerpo de orografías
sutiles y, sin embargo, nítidas; un cuerpo surcado e reinventado por el tacto,
degustado por las papilas gustativas, de fina sensualidad y de un calor
entrañable. Un cuerpo cuyas sombras parecen darle su verdadera dimensión, un
cuerpo que el compositor parece ver con los ojos cerrados, pues lo conoció con
los ojos cerrados. Un cuerpo que siendo robusto se vuelve etéreo en la sombra.
Lars Graugaard bucea en esa sombra, es perfumado por ella, le da espacialidad
temporal a su fugacidad, reconociendo cuán pesada es la transitoriedad y cuán
difícil es aceptarla. Al final la sombra, suspendida en la memoria, se esfuma.
„Sólo soy sombra; pronto seré
sólo nombre“, leemos en el Guillermo Tell
de Friedrich Schiller. Y
Graugaard ha titulado su Concierto para Flauta y Orquesta „To forget you is to forget my name“. El discurso de este hermosísimo Concierto es vital,
cautivador, tierno e intenso. Y aunque está dicho en un lenguaje contemporáneo
transtonal, en todo momento es comprensible y expresivo. En él no encontramos
extravagancias sino una genuina voluntad de ser tomado en serio, de ser
ponderado en una dimensión justa.
En ese hito de la creación humana
que es la „favola per musica“ ORFEO, de Claudio Monteverdi, el protagonista
canta: „Para llegar a la luz tuve que bajar a las sombras“. Creo que ésa es la
postura musical de Lars Graugaard: llega a la luz de la identidad por el camino
de las sombras en las que se reconoce, pues ese es el camino del amor: en las
sombras conocemos cuerpos y almas, descubrimos desnudeces, inventamos
geografías, palpamos intensidades.
„To forget you is to forget my name“ es una declaración de amor. El
compositor le habla a aquella sombra, le habla con sonidos visibles y palpables, con peso, sabor y olor como las
cosas. Mientras le habla las cosas, imperceptiblemente, se desprenden de sí
mismas y se fugan hacia otras formas, hacia otros nombres. Le quedan sólo los
sonidos: con ellos le habla. No habla con la sombra, habla con una palabra.
„Esa palabra eres tú“, le dice. „La hiciste tú, la hice yo, la hizo el destino“
(paráfrasis de una sección de la primera parte del poema CARTA DE CREENCIA,
del libro Árbol Adentro, de Octavio Paz).
El consumado flautista que él
mismo es ha permitido a Lars Graugaard escribir una obra que definitivamente
enriquece el repertorio para este instrumento. Es una obra de gran virtuosismo
técnico y musical (también para la orquesta, que en ningún momento pasa a
segundo plano), de una gran carga emocional,
vehemente, apasionada, de estructuras claras, de una gran generosidad amatoria
en la que permea una sentida confesión de ontología extrema: no me pidas que te
olvide pues olvidarte es olvidar lo que me identifica.
La ubicación de „This is my blood“ como tercera pieza de
este CD puede confundir al oyente. En realidad se trata de una obra que,
cronológicamente, se origina antes que las otras dos y que es medular para
entender el camino que Graugaard ha recorrido hasta encontrarse consigo mismo,
como lo oímos en el Concierto para Flauta. Esta pieza refleja con fidelidad la
transformación que ha experimentado este compositor a lo largo de su prolífica
producción musical. Jesucristo recurrió a las mismas palabras cuando en la
víspera de su crucifixión dijo a sus perplejos discípulos: „Esta es mi
sangre...“. También por ello digo que esta pieza puede confundir al oyente.
„This is my blood“ es como un resultado de laboratorio al que le
hemos solicitado un análisis de química sanguínea y/o de biometría hemática de
nuestra sangre. Aquí Graugaard nos presenta con sustantivos metafóricos los
resultados de su desarrollo: un desarrollo creativo, impetuoso, arrojado,
atrevido, persistente, tenaz, de trazos inequívocos y contundentes, fluído,
imaginativo, que domina a plenitud el oficio de la expresión musical. En suma,
tenemos ante nosotros una entidad cuya sangre es vigorosa, sana, cálida y
generosa, altamente sensible, con el color que refleja un balance perfecto de
leucocitos y eritrocitos, sin hematomas, bien oxigenada. Es una sangre que
viajará cargada de recuerdos imborrables, recuerdos que energetizarán un
devenir de amor y de nostalgia.
Con „Your shadow, passing by“, con „To forget you is to forget my name“ y
con „This is my blood“, Graugaard
deposita ante nosotros unas obras ricas en recuerdos, colmadas de soledad y
añoranza, llenas de pasión y anhelos, que suenan como liberación del
inextinguible mundo sonoro en el que vive nuestra alma, obras que son una
humanización de algo maravilloso. Invito al lector a darse la oportunidad de
habitar estas obras en sus propios ámbitos: en las sombras, en la memoria, en
la sangre. Lo invito a colocarse en el regazo de estas sombras, de esta memoria
y de esta sangre hasta que se familiarice con ellas, hasta que llegue al punto
de „oírse de tú“ con estas espléndidas piezas musicales, hasta que llegue el
momento en el que el lector-oyente le „cuente“ a estas obras, mientras las
escucha, su propia histora de sombras, memoria y sangre. Sólo entonces el
lector-oyente estará en los terrenos íntimos del arte, desenvolviéndose en
ellos con soltura, con apertura, con satisfacción y con certera beatitud.
Florencia, Italia; el 2 de agosto de 1999.
Este texto fue
escrito para el folleto que acompaña el disco compacto titulado „Lars Graugaard
– Orchestral Works. Odense
Symphony Orchestra; Jan Wagner, conductor; Andras Adorjan, Flute. Classico
CLASSCD 341“, publicado por la
compañía Classico Records, de Dinamarca, en 2000.