Tres memorables participaciones de la auténtica orquesta juvenil universitaria, la ORQUESTA SINFÓNICA de la ESCUELA NACIONAL de MÚSICA-UNAM (OSENM-UNAM) en las históricas presentaciones de la ópera LA BOHÈME (Puccini) en el Teatro Ocampo, de Cuernavaca, Mor (México), con la Compañía de Ópera de Morelos, que dirige el barítono JESÚS SUASTE, los días 17, 19 y 21 de octubre, 2014. Estas presentaciones han sido históricas por el incalculable valor ético de las mismas, al programar, por primera vez en la historia, a un joven tenor invidente, el mexicano ALAN PINGARRÓN, en el papel protagónico de RODOLFO, en el que brilló y nos deslumbró con su impecable prosodia musical, su cautivadora voz, su prodigiosa memoria, su versatilidad y agilidad histriónica, su consumada musicalidad. Un enorme honor para mí haber participado en este producción.
Mi felicitación y reconocimiento al formidable elenco, así como a la visión y audacia de JESÚS SUASTE: ¡ENHORABUENA!
El canto luminoso de Pingarrón seduce y
cautiva con su Rodolfo. Puccini
en Cuernavaca.
por MANUEL YRÍZAR ROJAS
México
D.F. a 22 de octubre de 2014.
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Cuando escuchamos una voz
llena de luz, que traspasa las barreras del tiempo y el espacio, que ilumina
con su brillo seductor y resuena en nuestro ser con una energía magnética y
mágica, la energía que se nos suministra nos transforma y sentimos esa gracia
cautivante que nos permite salir un instante de la cotidianidad habitual. Es a
esos momentos de plenitud a los que aspira nuestro ser interior más profundo y
es entonces cuando la gratitud aflora para ser dignos de participar en el
fenómeno de la catarsis estética. Es el canto el que magnifica y sublima la
vivencia. Es esa la función primordial de todo arte. Superfluos y supeficiales
son los accesorios que tratan de engañarnos con lo falso y absurdo: es la
pureza original la que embellece el entorno.
Ya nos habíamos propuesto:
"¡No más "Bohemias"¡ Tal vez, y no con frecuencia, una cerveza
de ese nombre."
Pero la llamada del amigo a
quien mucho queremos nos dice con ese tono que logra conmovernos: "¡Tienes
que venir¡" Casi una órden escuchamos.
Fuimos.Y no nos
arrepentimos.
En el Teatro Ocampo de
Cuernavaca, Morelos, llegamos a participar del ritual litúrgico de la Ópera.
Para quienes llevamos ya el
mal congénito y genético de la incurable operitis aguda cualquier pretexto es
causa de revivir los sintomas de la enfermedad.
Conminados e instigados por
el amigo nos olvidamos de que remover el virus con esos ires y venires es
peligroso y las recaidas suelen ser graves.
Ya desde antes de que se
levante el telón entrar en ese mundo fascinante de misterios y pasadizos
secretos empieza a perturbarnos.
Subimos con él al escenario
y entramos a la buhardilla lúgubre y fría donde habitan los miserables bohemios
practicantes del rito del arte. Allí encontramos el caballete del pintor con el
cuadro inacabado del Faraón ahogándose en el mar proceloso cuando se cierra al
paso del profeta judío Moisés tonante. También los papeles pergeñados de drama
y lágrimas del poeta que terminarán incinerados para proporcionar un poco de
calor a los huesos tiritantes. Hay también un candelero que servira de
alcahuete cómplice a propiciar los amores furtivos de modistillas lánguidas
que bordan rosas sin olor ni perfume. En desorden y desperdigadas prendas
andrajosas y mantas roídas. Catres desvencijados. Escasez de lujos. Miseria
pues.
Todas estas cosas, pequeñas
y tristes, cobrarán vida cuando la música las transforme, las cobije y las
redima. Es esa música que llegará a nuestras almas y nos conmoverá con las
cosas simples que ya no nos serán ajenas. Es esa música, y ese canto, el que
nos arropará y nos librará del miedo de vivir.
Ya entrados en la sala
sucederá el milagro.
Mimi y Rodolfo se enamorarán
irremediablemente.
Su amor de primer tacto es
puro e irrenunciable.
Nosotros somos ya esos
amantes enternecidos.
Es la música que los
envuelve la que hace que ese amor sea creíble. Es el amor mismo de los amantes
el que nace en esa música que nos habla de que es posible. Que enamorarse de
esa manera solo sucede en la ópera y en la vida. Que en ese momento ambas,
ópera y vida, se hermanan y prevalecen.
Alán Pingarrón fue Rodolfo,
el poeta celoso que ama como aman los poetas.
Zaira Soria cantó una Mimi dulce,
cautivadora, amorosa y enamorada.
Jesús Suaste brinda un canto
orgánico y profundo, sabio y sutil.
Mónica Ábrego es una Musetta
bella, seductora, cautivante.
A sus 85 años el grande José
Solé, hombre multidireccional de teatro, hace una dirección escénica de extrema
sabiduría.
La dirección y concertación de Sergio Cárdenas, músico riguroso, brinda
una lectura llena de plenitud que hace honor a la partitura de Giacomo Puccini.
Muy bien sonó la Orquesta Sinfónica de la Escuela Nacional de Música de la UNAM,
recién llegada y aclamada de su gira en tierras alemanas.
Bien cantaron los otros
bohemios, Rosendo Flores en su clásico Colline y Jesus Ibarra como Shaunard.
Sobresaliente y extremo destaco como un sol luminoso la emisión pura,
la lectura de un tenor sorprendente y ejemplar: Alan Pingarrón. Superdotado.
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