miércoles, 22 de octubre de 2014

LA BOHÈME, en Cuernavaca, Mor (México).



Tres memorables participaciones de la auténtica orquesta juvenil universitaria, la ORQUESTA SINFÓNICA de la ESCUELA NACIONAL de MÚSICA-UNAM (OSENM-UNAM) en las históricas presentaciones de la ópera LA BOHÈME (Puccini) en el Teatro Ocampo, de Cuernavaca, Mor (México), con la Compañía de Ópera de Morelos, que dirige el barítono JESÚS SUASTE, los días 17, 19 y 21 de octubre, 2014. Estas presentaciones han sido históricas por el incalculable valor ético de las mismas, al programar, por primera vez en la historia, a un joven tenor invidente, el mexicano ALAN PINGARRÓN, en el papel protagónico de RODOLFO, en el que brilló y nos deslumbró con su impecable prosodia musical, su cautivadora voz, su prodigiosa memoria, su versatilidad y agilidad histriónica, su consumada musicalidad. Un enorme honor para mí haber participado en este producción.
Mi felicitación y reconocimiento al formidable elenco, así como a la visión y audacia de JESÚS SUASTE: ¡ENHORABUENA!






El canto luminoso de Pingarrón seduce y cautiva con su Rodolfo.                 Puccini en Cuernavaca.
por MANUEL YRÍZAR ROJAS
México D.F. a 22 de octubre de 2014.
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Cuando escuchamos una voz llena de luz, que traspasa las barreras del tiempo y el espacio, que ilumina con su brillo seductor y resuena en nuestro ser con una energía magnética y mágica, la energía que se nos suministra nos transforma y sentimos esa gracia cautivante que nos permite salir un instante de la cotidianidad habitual. Es a esos momentos de plenitud a los que aspira nuestro ser interior más profundo y es entonces cuando la gratitud aflora para ser dignos de participar en el fenómeno de la catarsis estética. Es el canto el que magnifica y sublima la vivencia. Es esa la función primordial de todo arte. Superfluos y supeficiales son los accesorios que tratan de engañarnos con lo falso y absurdo: es la pureza original la que embellece el entorno.
Ya nos habíamos propuesto: "¡No más "Bohemias"¡ Tal vez, y no con frecuencia, una cerveza de ese nombre."
Pero la llamada del amigo a quien mucho queremos nos dice con ese tono que logra conmovernos: "¡Tienes que venir¡" Casi una órden escuchamos.
Fuimos.Y no nos arrepentimos.
En el Teatro Ocampo de Cuernavaca, Morelos, llegamos a participar del ritual litúrgico de la Ópera.
Para quienes llevamos ya el mal congénito y genético de la incurable operitis aguda cualquier pretexto es causa de revivir los sintomas de la enfermedad.
Conminados e instigados por el amigo nos olvidamos de que remover el virus con esos ires y venires es peligroso y las recaidas suelen ser graves.
Ya desde antes de que se levante el telón entrar en ese mundo fascinante de misterios y pasadizos secretos empieza a perturbarnos.
Subimos con él al escenario y entramos a la buhardilla lúgubre y fría donde habitan los miserables bohemios practicantes del rito del arte. Allí encontramos el caballete del pintor con el cuadro inacabado del Faraón ahogándose en el mar proceloso cuando se cierra al paso del profeta judío Moisés tonante. También los papeles pergeñados de drama y lágrimas del poeta que terminarán incinerados para proporcionar un poco de calor a los huesos tiritantes. Hay también un candelero que servira de alcahuete cómplice a propiciar los amores furtivos de modistillas lánguidas que bordan rosas sin olor ni perfume. En desorden y desperdigadas prendas andrajosas y mantas roídas. Catres desvencijados. Escasez de lujos. Miseria pues.
Todas estas cosas, pequeñas y tristes, cobrarán vida cuando la música las transforme, las cobije y las redima. Es esa música que llegará a nuestras almas y nos conmoverá con las cosas simples que ya no nos serán ajenas. Es esa música, y ese canto, el que nos arropará y nos librará del miedo de vivir.
Ya entrados en la sala sucederá el milagro.
Mimi y Rodolfo se enamorarán irremediablemente.
Su amor de primer tacto es puro e irrenunciable.
Nosotros somos ya esos amantes enternecidos.
Es la música que los envuelve la que hace que ese amor sea creíble. Es el amor mismo de los amantes el que nace en esa música que nos habla de que es posible. Que enamorarse de esa manera solo sucede en la ópera y en la vida. Que en ese momento ambas, ópera y vida, se hermanan y prevalecen.
Alán Pingarrón fue Rodolfo, el poeta celoso que ama como aman los poetas.
Zaira Soria cantó una Mimi dulce, cautivadora, amorosa y enamorada.
Jesús Suaste brinda un canto orgánico y profundo, sabio y sutil.
Mónica Ábrego es una Musetta bella, seductora, cautivante.
A sus 85 años el grande José Solé, hombre multidireccional de teatro, hace una dirección escénica de extrema sabiduría.
La dirección y concertación de Sergio Cárdenas, músico riguroso, brinda una lectura llena de plenitud que hace honor a la partitura de Giacomo Puccini. Muy bien sonó la Orquesta Sinfónica de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, recién llegada y aclamada de su gira en tierras alemanas.
Bien cantaron los otros bohemios, Rosendo Flores en su clásico Colline y Jesus Ibarra como Shaunard.
Sobresaliente y extremo destaco como un sol luminoso la emisión pura, la lectura de un tenor sorprendente y ejemplar: Alan Pingarrón. Superdotado.

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