Retrato de Mozart, por Elvira GASCÓN, 1983.
L A
V
E R D
A D M O Z A R
T
por Sergio Cárdenas*
La música de Mozart es enigma y
axioma, es estímulo y reto, es dolor y felicidad. ¿ Qué hay en la música de
Mozart que nos da todo esto ? ¿Qué
tiene su música que no lo tiene la música de otros compositores ? ¿ Y de dónde
esa contundencia de su lenguaje ? ¿ Qué es lo que hace a la música de Mozart
irresistible ?
En su novela “El corazón es un
cazador solitario”, la escritora norteamericana Carson McCullers nos describe a la niña Mick y sus
experiencias al encuentro con la música de Mozart. Cuando, los domingos por la tarde, Mick se sentaba en los
peldaños frente a la habitación de una de las inquilinas de su casa, oía las
transmisiones de música y siempre recordaba de manera especial las piezas
clásicas. Y de ésas, “en especial la música de cierto individuo que hacía
encogerse su corazón cada vez que la escuchaba. A veces la música de este tipo sugería coloreados y
diminutos trozos de caramelo y, otras, era lo más suave y triste que nunca
hubiera imaginado.”
Como la fe, la música exige
una relación personal; Mick vivía su relación personal con la
música intensamente en la
soledad. Meses después de su
encuentro con la música de Mozart, Mick la recordaba con emoción particular;
una compañera de su escuela que tenía piano le había dicho que el tipo ése cuya
música le encantaba había sido un chico que vivió hacía mucho tiempo en
Europa. Y aunque era sólo un
chico, había compuesto obras para piano, para violín, para banda y para
orquesta. Mick recordaba
especialmente seis melodías diferentes de las piezas que había escuchado meses
atrás. “Algunas eran rápidas y
cantarinas y otras como ese aroma primaveral después de la lluvia. Pero todas sin excepción la hacían
sentirse triste y exaltada a la vez.”
Dice Cioran, en referencia a la
música de Mozart, que “el hombre sólo puede ser sustancioso en la desgracia”
¿Acaso la música de Mozart es un escape de su propia realidad? Nuevamente Cioran: “¿ Acaso sólo Mozart
nos enseñó la profundidad de la alegría ?’’ Ciertamente la vida de Mozart no fué un paraíso; su padre lo
explotó desde muy temprana edad, sometiéndolo a largos viajes por toda Europa y
haciéndolo tocar ante la clase reinante.
Wolfgang, quien ya a los seis años había escrito su primera
composición, demostrando a esa
edad su superioridad como
compositor sobre su propio padre, asombraba desde entonces por su indiscutible
talento como ejecutante de teclados, por su asombrosa memoria y oído musical,
pero sobre todo por la irresistible espontaneidad y madurez de su música.
Consciente de su capacidad Mozart
se opuso al totalitarismo y la arbitrariedad del Arzobispo-Príncipe Elector de
Salzburgo quien, por supuesto, lo echó de la corte de una forma muy a tono con
su nivel cultural: con una patada en el trasero. Mozart nunca olvidaría este hecho; en las últimas cartas a
su padre, menciona cuánto rechazo sentía por su ciudad natal, que en vida nunca
lo entendió. Por otro lado, en
Viena, como respuesta a la creciente fuerza de la llustración, se había
apoderado de la corte lo trivial, superfluo y desechable, lo que dificultaba la
supervivencia de Mozart en esa ciudad.
Su ópera “Las Bodas de Fígaro”, por ejemplo, que con tanto éxito
dominaba el “Hit-parade” de toda la Europa Central, había sido prohibida en
Viena por las supuestas denuncias sociales que hacía. Constanza su esposa, cuyo papel histórico ante Mozart no
está del todo claro, enfermaba continuamente y tenía que abandonar a Amadeus
por largas temporadas mientras se atendía en algún balneario medicinal.
Nada de su
sufrimiento lo tradujo Mozart a su música, como más
tarde lo harían los compositores románticos, pues él trascendía esa realidad. Es decir, su música no es de manera
alguna, programática o descriptiva,
ni siquiera aquella de las óperas pues, como escribí antes, Mozart apela al
espíritu trascendente y, en el caso de sus personajes operísticos, a la
caracterización de la esencia sicológica de ellos.
De un poema del austriaco Grillparzer
En su música encontramos una
serie de elementos que bien podrían ser ejemplo a seguir en muchos aspectos de
la vida. De entrada nos
encontramos con una música ligera, es decir, transparente, balanceada en su
estructura y, por tanto, carente de densidades superfluas; ello es reforzado
por un interminable fluir melódico siempre cantable y timbricamente acertado,
así como por una vitalidad rítmica y riqueza armónica presente hasta en los
silencios. Todo lo maneja Mozart
con una envidiable economía de medios, lo cual requiere de un profundo
conocimiento de las posibilidades instrumentales y vocales. Si bien podemos decir que Mozart es el
crisol que corona una variada gama de corrientes musicales, entre las que
encontramos las escuelas italiana, francesa y alemana, que eran modernas en su
época, así como elementos polifónicos y hasta del folclor turco, en no pocas
ocasiones Mozart se adelanta a su tiempo hasta en más de un siglo, como es el
caso de la música de “Don Giovanni”, cuyas audaces armonías, el mundo volvería
a escuchar en “Tosca” (Puccini); o la virtual presencia de la serie
dodecafónica en el desarrollo del cuarto movimiento de la Sinfonía 40, técnica
de composición musical que la llamada Nueva Escuela Vienesa de principios del
Siglo XX proclamara como suya.
Por ello la música de Mozart respira
y transpira intemporalidad, pero también ubicuidad. Cautiva tanto en Salzburgo como en Somalia, en Oaxaca y en
Mississipi, en Nepal y en Tierra de Fuego. Cautiva finalmente porque la música de Mozart lo trasciende
a él mismo, es decir es expresión de lo más trascendente de la humanidad y, por
lo tanto, expresión para la que Mozart era un vehículo más que afortunado.
Primera página del manuscrito de la Sinfonía en La-mayor, KV 201
Aquí
es donde aparece esa enigmática característica de su obra, que es mozartiana
porque así es su factura pero que simultáneamente no lo es porque en realidad
es expresión de la humanidad misma (“el corazón de los hombres, es su escritura”,
escribió el poeta Dyma Ezban en su poema MOZART). Hay quien afirma que en el fondo de su música se puede
escuchar el latir del corazón materno.
Quizá por ello eso de su intemporalidad se refiere a que no pone límites
de edad a sus oyentes.
La música de Mozart es axioma en
cuanto es verdad, característica ésta que es la suprema del arte musical. Y por cuanto es verdad, es también
arquetipo, parámetro, paradigma.
Cioran, el nihilista, reconoce en ella “la música oficial del paraíso”. Por su manera de manifestarse, esta música es contundente y,
por ser así, también irresistible.
Por última vez Cioran: “Yo no quiero morir pues no puedo imaginarme
el ser despojado de esta armonía de siempre... fluidez de la luz, algarabía,
alegría”. Así es la música de
Mozart.
Foto de Jesús Morales
·
compositor musical y director
sinfónico, Profesor Titular de Carrera en la Facultad de Música de la
Universidad Nacional Autónoma de México, en la Ciudad de México.
·
Director Artístico, fundador de CONSORTIUM
SONORUS, orquesta de cámara.
Su página web: www.sergiocardenas.net
©SergioIsmaelCárdenasTamez, Ciudad de México,
3 de enero de 2020.
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