viernes, 3 de enero de 2020

La Verdad MOZART


                                            Retrato de Mozart, por Elvira GASCÓN, 1983.



L   A       V  E  R  D  A  D       M   O  Z  A  R  T
por Sergio Cárdenas*
  
   La música de Mozart es enigma y axioma, es estímulo y reto, es dolor y felicidad. ¿ Qué hay en la música de Mozart que nos da todo esto ?  ¿Qué tiene su música que no lo tiene la música de otros compositores ? ¿ Y de dónde esa contundencia de su lenguaje ? ¿ Qué es lo que hace a la música de Mozart irresistible ?

   En su novela “El corazón es un cazador solitario”, la escritora norteamericana  Carson McCullers nos describe a la niña Mick y sus experiencias al encuentro con la música de Mozart.  Cuando, los domingos por la tarde, Mick se sentaba en los peldaños frente a la habitación de una de las inquilinas de su casa, oía las transmisiones de música y siempre recordaba de manera especial las piezas clásicas. Y de ésas, “en especial la música de cierto individuo que hacía encogerse su corazón cada vez que la escuchaba.  A veces la música de este tipo sugería coloreados y diminutos trozos de caramelo y, otras, era lo más suave y triste que nunca hubiera imaginado.”


    Como la fe, la música exige una relación personal;  Mick  vivía su relación personal con la música  intensamente en la soledad.  Meses después de su encuentro con la música de Mozart, Mick la recordaba con emoción particular; una compañera de su escuela que tenía piano le había dicho que el tipo ése cuya música le encantaba había sido un chico que vivió hacía mucho tiempo en Europa.  Y aunque era sólo un chico, había compuesto obras para piano, para violín, para banda y para orquesta.  Mick recordaba especialmente seis melodías diferentes de las piezas que había escuchado meses atrás.  “Algunas eran rápidas y cantarinas y otras como ese aroma primaveral después de la lluvia.  Pero todas sin excepción la hacían sentirse triste y exaltada a la vez.”

   Dice Cioran, en referencia a la música de Mozart, que “el hombre sólo puede ser sustancioso en la desgracia” ¿Acaso la música de Mozart es un escape de su propia realidad?  Nuevamente Cioran: “¿ Acaso sólo Mozart nos enseñó la profundidad de la alegría ?’’  Ciertamente la vida de Mozart no fué un paraíso; su padre lo explotó desde muy temprana edad, sometiéndolo a largos viajes por toda Europa y haciéndolo tocar ante la clase reinante.  Wolfgang, quien ya a los seis años había escrito su primera composición,  demostrando a esa edad su superioridad  como compositor sobre su propio padre, asombraba desde entonces por su indiscutible talento como ejecutante de teclados, por su asombrosa memoria y oído musical, pero sobre todo por la irresistible espontaneidad y madurez de su música.


   Consciente de su capacidad Mozart se opuso al totalitarismo y la arbitrariedad del Arzobispo-Príncipe Elector de Salzburgo quien, por supuesto, lo echó de la corte de una forma muy a tono con su nivel cultural: con una patada en el trasero.  Mozart nunca olvidaría este hecho; en las últimas cartas a su padre, menciona cuánto rechazo sentía por su ciudad natal, que en vida nunca lo entendió.  Por otro lado, en Viena, como respuesta a la creciente fuerza de la llustración, se había apoderado de la corte lo trivial, superfluo y desechable, lo que dificultaba la supervivencia de Mozart en esa ciudad.  Su ópera “Las Bodas de Fígaro”, por ejemplo, que con tanto éxito dominaba el “Hit-parade” de toda la Europa Central, había sido prohibida en Viena por las supuestas denuncias sociales que hacía.  Constanza su esposa, cuyo papel histórico ante Mozart no está del todo claro, enfermaba continuamente y tenía que abandonar a Amadeus por largas temporadas mientras se atendía en algún balneario medicinal.

   Nada de  su  sufrimiento  lo  tradujo Mozart a su música, como más tarde lo harían los compositores románticos, pues él trascendía esa realidad.  Es decir, su música no es de manera alguna,  programática o descriptiva, ni siquiera aquella de las óperas pues, como escribí antes, Mozart apela al espíritu trascendente y, en el caso de sus personajes operísticos, a la caracterización de la esencia sicológica de ellos.

De un poema del austriaco Grillparzer

   En su música encontramos una serie de elementos que bien podrían ser ejemplo a seguir en muchos aspectos de la vida.  De entrada nos encontramos con una música ligera, es decir, transparente, balanceada en su estructura y, por tanto, carente de densidades superfluas; ello es reforzado por un interminable fluir melódico siempre cantable y timbricamente acertado, así como por una vitalidad rítmica y riqueza armónica presente hasta en los silencios.  Todo lo maneja Mozart con una envidiable economía de medios, lo cual requiere de un profundo conocimiento de las posibilidades instrumentales y vocales.  Si bien podemos decir que Mozart es el crisol que corona una variada gama de corrientes musicales, entre las que encontramos las escuelas italiana, francesa y alemana, que eran modernas en su época, así como elementos polifónicos y hasta del folclor turco, en no pocas ocasiones Mozart se adelanta a su tiempo hasta en más de un siglo, como es el caso de la música de “Don Giovanni”, cuyas audaces armonías, el mundo volvería a escuchar en “Tosca” (Puccini); o la virtual presencia de la serie dodecafónica en el desarrollo del cuarto movimiento de la Sinfonía 40, técnica de composición musical que la llamada Nueva Escuela Vienesa de principios del Siglo XX proclamara como suya.

   Por ello la música de Mozart respira y transpira intemporalidad, pero también ubicuidad.  Cautiva tanto en Salzburgo como en Somalia, en Oaxaca y en Mississipi, en Nepal y en Tierra de Fuego.  Cautiva finalmente porque la música de Mozart lo trasciende a él mismo, es decir es expresión de lo más trascendente de la humanidad y, por lo tanto, expresión para la que Mozart era un vehículo más que afortunado. 

Primera página del manuscrito de la Sinfonía en La-mayor, KV 201

Aquí es donde aparece esa enigmática característica de su obra, que es mozartiana porque así es su factura pero que simultáneamente no lo es porque en realidad es expresión de la humanidad misma (“el corazón de los hombres, es su escritura”, escribió el poeta Dyma Ezban en su poema MOZART).  Hay quien afirma que en el fondo de su música se puede escuchar el latir del corazón materno.  Quizá por ello eso de su intemporalidad se refiere a que no pone límites de edad a sus oyentes.

                                     Música en azul y verde radiantes, óleo de la autoría de PÍA

   La música de Mozart es axioma en cuanto es verdad, característica ésta que es la suprema del arte musical.  Y por cuanto es verdad, es también arquetipo, parámetro, paradigma.  Cioran, el nihilista, reconoce en ella “la música oficial del paraíso”.  Por su manera de manifestarse, esta música es contundente y, por ser así, también irresistible.

   Por última vez Cioran: “Yo no quiero morir pues no puedo imaginarme el ser despojado de esta armonía de siempre... fluidez de la luz, algarabía, alegría”.  Así es la música de Mozart.

Foto de Jesús Morales

·      compositor musical y director sinfónico, Profesor Titular de Carrera en la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la Ciudad de México.
·      Director Artístico, fundador de CONSORTIUM SONORUS, orquesta de cámara. 

       Su página web: www.sergiocardenas.net

                 ©SergioIsmaelCárdenasTamez, Ciudad de México, 3 de enero de 2020.



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