SERGIO CÁRDENAS en la OFUNAM
Rafael Rivera
El pasado fin de semana se presentó el director tamaulipeco Sergio Cárdenas al frente de la Orquesta Filarmónica de la UNAM en la sala Nezahualcóyotl, sede habitual de la agrupación. Cárdenas suele ser una garantía de calidad en la interpretación musical y, en lo que a él respecta, éste concierto no fue la excepción.
Lo primero a resaltar, es la ostensible diferencia en la calidad sonora de la orquesta teniendo al frente a Cárdenas como director: una muy aceptable precisión rítmica y un buen trabajo de amalgamación del sonido en las diferentes familias instrumentales, especialmente en las cuerdas y, en menor grado, en maderas y metales. Haría falta aún mayor pericia en general por parte de la orquesta para responder a las más finas sutilidades propuestas por el director, especialmente en los pequeños solos que las partituras interpretadas requerían; muchos de los momentos más delicados encomendados a solos, por ejemplo, al oboe o el arpa en el “preludio y muerte de amor de Tristán e Isolda” primera pieza del programa, sonaron un poco toscos respecto a la indicación de la batuta. Aún así, la partitura wagneriana tuvo bastante de su esplendor, fuerza, pasión y dramatismo.
El “concierto para piano y orquesta 1 en mi menor” de Fryderyk Chopin contó con Pascal Gallet como solista al piano. Ésta pieza, menos afortunada que las otras dos en lo que se refiere a la orquestación con que fue concebida, en efecto, tuvo un efecto mucho menos brillante en el contexto del programa; por un lado, por la propia concepción de la partitura y por el otro por la excesiva mesura de Gallet en su interpretación. Evidentemente, Cárdenas debía mantener una relación de interacción respecto al solista que, pienso, hacía un uso excesivo de la sordina del piano manteniendo un sonido generalmente falto de brillo y de matices limitados en su fuerza. Por otro lado, el entendimiento que Gallet tiene de la partitura pareciera buscar controlar también agónicas y fraseos dando como resultado una visión casi clásica del compositor romántico. La orquesta, ya de por si limitada por la forma de sus intervenciones, debió además, acotarse al criterio del pianista que no siempre logró una verdadera interacción con el conjunto. Quizá, en efecto, los matices “pianissimo” fueron los más agraciados. Cabe destacar la interpretación, que, a manera de “ancore” hizo del número XV de las “veinte miradas sobre el Niño Jesús” del compositor francés Oliver Messiaen. Una pieza en general escrita en un carácter mesurado que convino mucho a la personalidad ya expuesta del pianista. Claro está que en los momentos más apasionados y desgarradores, también hizo falta menos control de su parte, pero aún así, la intervención fue bastante loable, y más si consideramos las pocas ocasiones que tenemos en México de escuchar a Messiaen, uno de los pilares de la música del siglo XX.
La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la interpretación de la “Sinfonía 4 en mi menor” de Johannes Brahms. Tratándose de una de las piezas sinfónicas más importantes y culminantes no sólo del compositor, sino de la historia, Cárdenas tuvo oportunidad de volver a mostrar su solvencia interpretativa y su conocimiento profundo de la partitura incluso como gran forma y no sólo como secuencia de movimientos más o menos largos. Es este conocimiento de la música que interpreta lo que le permite sostener la tensión emotiva y conducirla por los múltiples recovecos que las partituras le plantean gracias a un exhaustivo balance de los sonidos y colores orquestales y su relación con el tiempo y el espacio. Merece especial mención la manera en que Cárdenas adecua el sonido de la orquesta a la realidad sonora del momento en que el concierto se lleva a cabo; en ésta ocasión haciendo un conciente y delicado uso de la legendaria acústica de la sala Nezahualcoyotl, la orquesta pudo lucir con un brillo y presencia pocas veces escuchado.
Esperamos verdaderamente que las oportunidades de tener a Cárdenas al frente de las orquestas nacionales se incremente, ya que, como es sabido, el maestro en éste momento no cuenta con una orquesta profesional para desarrollar su trabajo y, si bien su trabajo formativo al frente de la Orquesta de la Escuela Nacional de Música y del ensamble LATIR son igualmente invaluables, no podemos dejar de tener la sensación de desperdicio.
Texto publicado el 16 de mayo de 2006, en el periódico UNOMÁSUNO, de la Ciudad de México. El autor es actor y compositor y director musical.
WAGNER: Preludio y Muerte de Amor: https://www.youtube.com/watch?v=ETPKr4HpXeQ
BRAHMS: Sinfonía no. 4, en mi menor: https://www.youtube.com/watch?v=tJP3zDuaXUg
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