lunes, 18 de mayo de 2009

El DAVID, de Michelangelo (Florencia, Italia)



En mayo del 2000, estuve en Florencia visitando a mi querido amigo Claudio Maria Perselli (quien ahora vive con su esposa Leticia y sus dos hijos, en Querétaro, Qro., México). En todas las ocasiones que he visitado esa ciudad-museo (Rilke escribió en su Diario Florentino que una guía turística de Italia debería contener sólo una palabra: ¡Mira!), la visita al Museo de la Academia, en el que se expone la escultura original del hermosísimo DAVID, de Miguelángel, ha sido una peregrinación "obligada". También lo fue el 1º de mayo de ese año. El siguiente texto emergió espontáneo, incontenible, al contemplar por enésima ocasión ese portento de la creación humana; lo escribí ahí mismo. La referencia al soneto rilkeano al final del texto, puede ser corroborada en la entrada RILKE: Torso arcaico de Apolo, en este mismo blog.


Ahí está, como Dios lo trajo al mundo, con el alma más llena de lo que jamás imaginó. Y no es para menos: acaba de dar, con éxito, el salto mortal que lo catapultó al pináculo de la historia, de la historia suya y de la de su pueblo. Parece que, de pronto, empieza a darse cuenta de lo que ha hecho consigo mismo, con el que yace inerme a sus pies, de lo que ha hecho para sí mismo y para su pueblo.
Por esa acción rápida, eficiente y contundente, el joven recibe ahora el peso de la historia: de la que ha sido, de la que ha protagonizado, de la que está por venir.
La entereza de su vigoroso cuerpo, que aún vibra por la descarga energética (audaz, inteligente, valerosa) que acaba de realizar, revela una plenitud contagiante y, quizá, hasta autosuficiente: una fuerza que ni él mismo sabe de dónde vino, una conciencia del giro dramático que ha dado su vida. Por eso sus ojos, intensos y firmes, miran ahora al futuro de manera soberana, ubicados ya en la nueva dimensión en la que ha colocado su vida.
Es el poderoso David de Miguelángel: exégesis de plenitud, de consumada vitalidad, de arrastre, de organicidad cósmica, de visión, de decisión y empuje, y de una interioridad de raíces profundas que ha crecido cual árbol que dialoga con el espacio y con el tiempo y que permanece incólume en las tempestades.
Así como Rilke escribe sobre el Arcaico Torso de Apolo, así es como no hay una parte de este David miguelangelesco que no nos mire y nos diga: Debes cambiar tu vida.



Florencia, Italia; 01.05.2000.
Museo de la Academia
© Sergio Ismael Cárdenas Tamez

No hay comentarios:

Publicar un comentario