sábado, 23 de mayo de 2009

Mario Bendetti: Noción de patria

Mario Benedetti
(14/09/1920-17/05/2009)

Noción de patria

Cuando resido en este país que no sueña

cuando vivo en esta ciudad sin párpados

donde sin embargo mi mujer me entiende

y ha quedado mi infancia
y envejecen mis padres

y llamo a mis amigos de vereda a vereda

y puedo ver los árboles desde mi ventana

olvidados y torpes a las tres de la tarde

siento que algo me cerca y me oprime

como si una sombra espesa y decisiva

descendiera sobre mí y sobre nosotros

para encubrir a ese alguien
que siempre afloja
el viejo detonador de la esperanza.

Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas

que se ha vuelto egoísta de puro generosa

que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado

pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós
a algunas presunciones

de alejarse tal vez y hablar otros idiomas

donde la indiferencia sea una palabra obscena.

Confieso que otras veces me he escapado.

Diré ante todo que me asomé al Arno

que hallé en las librerías de Charing Cross

cierto Byron firmado por el vicario Bull

en una navidad de hace setenta años.

Desfilé entre los borrachos de Bowery

y entre los Brueghel de la Pinacoteca

comprobé cómo puede trastornarse

el equipo sonoro del Chateau de Langeais

explicando medallas e incensarios
cuando en verdad había sólo armaduras.
Sudé en Dakar por solidaridad

vi turbas galopando hasta la Monna Lisa

y huyendo sin mirar a Botticelli

vi curas madrileños abordando a rameras

y en casa de Rembrandt turistas de Dallas

que preguntaban por el comedor

suecos amontonados en dos metros de sol

y en Copenhague la embajada rusa
y la embajada norteamericana

separadas por un lindo cementerio.

Vi el cadáver de Lídice cubierto por la nieve

y el carnaval de Río cubierto por la samba

y en Tuskegee el rabioso optimismo de los negros

probé en Santiago el caldillo de congrio

y recibí el Año Nuevo en Times Square
sacándome cornetas del oído.

Vi a Ingrid Bergman correr por la Rue Blanche

y salvando las obvias diferencias

vi a Adenauer entre débiles aplausos vieneses

vi a Kruschev saliendo de Pennsylvania Station

y salvando otra vez las diferencias

vi un toro de pacífico abolengo
que no quería matar a su torero.

Vi a Henry Miller lejos de sus trópicos
con una insolación mediterránea

y me saqué una foto en casa de Jan Neruda

dormí escuchando a Wagner en Florencia

y oyendo a un suizo entre Ginebra y Tarascón

vi a gordas y humildes artesanas de Pomaire

y a tres monjitas jóvenes en el Carnegie Hall

marcando el jazz con negros zapatones

vi a las mujeres más lindas del planeta
caminando sin mí por la Vía Nazionale.

Miré,
admiré,
traté de comprender

creo que en buena parte he comprendido

y es estupendo,
todo es estupendo

sólo allá lejos puede uno saberlo
y es una linda vacación

es un rapto de imágenes

es un alegre diccionario

es una fácil recorrida

es un alivio.

Pero ahora no me quedan más excusas

porque se vuelve aquí
, siempre se vuelve.

La nostalgia se escurre de los libros

se introduce debajo de la piel

y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña

de pronto se convierte en el único sitio

donde el aire es mi aire

y la culpa es mi culpa

y en mi cama hay un pozo que es mi pozo

y cuando extiendo el brazo
estoy seguro
de la pared que toco
o del vacío

y cuando miro el cielo

veo acá mis nubes
y allí mi Cruz del Sur

mi alrededor son los ojos de todos

y no me siento al margen

ahora ya sé que no me siento al margen.
Quizá mi única noción de patria

sea esta urgencia de decir Nosotros

quizá mi única noción de patria

sea este regreso al propio desconcierto.

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