¿Un residuo del
autoritarismo?
por Sergio Cárdenas*
No son pocas las personas que consideran al director de ensambles
sinfónicos como uno de los residuos de épocas aparentemente idas de
autoritarismos y/o totalitarismos. Tampoco son pocas las anécdotas o historias
sobre el comportamiento de algunos así llamados directores sinfónicos de antaño
y hogaño que nos provocan asombro ante la capacidad que demuestran, una y otra
vez, de denigrar, insultar, vejar o maltratar sicológicamente a “sus” músicos.
Si bien es cierto que con frecuencia esos músicos son cómplices de “su”
director al aceptar sin chistar sus capacidades represoras (he oído decir a
algunos atrilistas que si les pagan bien, aguantan cuanto insulto reciban), es
de igual manera cierto que esas agrupaciones terminan en una pérdida total de
personalidad, de carácter, de involucramiento personal en el quehacer musical
y, llegados a este punto, se manifiestan como ejecutantes mecánicos, en
ocasiones robóticos, de las ocurrencias seudo-musicales del director en turno
del ensamble. No falta el supuesto director que encubre esas ocurrencias
musicales con el sustantivo de “interpretación”. Y desde luego que tampoco
faltan sus “críticos” fieles que les elogian esas “interpretaciones”.
Es un
común denominador el que los organismos orquestales “salven” a sus directores,
pues ante el cúmulo de deficiencias e insuficiencias técnicas y musicales que
con no poca frecuencia demuestran, los atrilistas salen “al quite” y le
solucionan al director su incapacidad de transmitir con toda precisión lo que
el fenómeno musical exige a fin de lograr una ejecución inspiradora y
beatífica., o si no, cuando menos lograr que todos toquen juntos y lo más
cercano posible a las indicaciones de volumen. Así, las orquestas encuentran
los mecanismos para “entrar juntos” aunque el director sea incapaz de dar la
entrada (se le llama: anacrusa) de manera correcta. A este hecho, que es de los
que de manera más frecuente encontramos en el podio, se agregan los movimientos
grotescos o de asociación epiléptica que nada tienen que ver con lo que
ejecutan los atrilistas y que, de nueva cuenta, “justifican” con aquello de “la
manera personal” de dirigir.
Conocida es la anécdota que refiere el encuentro
de ciertos integrantes de un renombrado organismo sinfónico que, de camino a la
sala en la que su orquesta daría esa noche un concierto, se topan con amistades
que les preguntan
- “¿quién dirigirá esta noche?”,
a lo que los orquestales responden:
- “Fulanito de Tal”.
Acto seguido, las amistades inquieren:
- “¿Y qué va a dirigir?”,
ante lo cual los orquestales responden:
- “No sabemos; nosotros tocaremos “Redes”, de Revueltas.
Los pocos talentos mexicanos en el ámbito de la dirección orquestal
que se forman a contracorriente, dentro o fuera de México, están marcados
por varias cosas que actúan en su contra en su propio país, a
saber: 1.- son mexicanos; 2.- no son “güeritos” (por lo general); 3.- pocos
entran en esa clasificación conocida como “gente totalmente Palacio”; 4.- han
tenido muy pocas oportunidades de medirse en el podio ante organismos
orquestales (profesionales o no) que les permitan desarrollar el oficio de la
dirección orquestal; 5.- no pertenecen (por lo general) a cofradía alguna; 6.-
han sido juzgados por extranjeros de mediocre o muy cuestionable trayectoria en
tanto que directores de orquesta; 7) tienen la desventaja de depender del
“juicio” (en realidad: de la ignorancia) del funcionario (in)cultural en turno
quien, como es fácil de comprobar, con frecuencia prefieren a un extranjero por
ese sólo hecho, descalificando así a talentos mexicanos probados y potenciales.
Gracias a la universidad Nacional Autónoma de
México, a través de su Escuela Nacional de Música, en los meses de septiembre a
diciembre del año en curso, he estado
impartiendo el Diplomado en Dirección Musical “De Rerum Musica”.
Este Diplomado abordó una gama variada de aspectos esenciales a este oficio,
como por ejemplo el entender el sonido y sus propiedades inmanentes, lo cual es
conditio sine qua non en la iniciación del camino a la música; la
cadencia temporal, fundamento de la anacrusa; la prosodia musical; los
“lenguajes” modales, tonales y metatonales; el pulso, ritmo, métrica y el tempo
del acontecimiento musical; la sonoridad instrumental; entendiendo
(descifrando) una partitura; direccionalidad del acontecimiento acústico;
técnica de la dirección musical.
Además, se contó con la participación, como invitado especial, del Dr.
Joel Hernández Otáñez, de la Facultad de filosofía y Letras-UNAM, quien
presentó la ponencia “Hermenéutica: el mundo como texto”.
De similar manera,
contamos con la participación del eminente director e investigador teatral,
Rodolfo Obregón, quien tuvo a su cargo una sesión en la que abordó el reto de
pasar del texto dramático al hecho escénico: la puesta en escena como polifonía
significante.
Los diez participantes en este Diplomado, han sido sometidos a un
riguroso examen de admisión, que
incluyó la armonización tradicional de una melodía dada,
transcripción/reducción para piano de un pasaje orquestal dado, lectura a
primera vista (solfeo) de figuras melódicas y rítmicas, entre otros requisitos.
En el transcurso del Diplomado, se hizo especial énfasis en el
imperativo del director orquestal de demostrar y demostrarse integridad ética y
musical, de dominar el oficio de la dirección (técnica de la dirección
musical), de estudiar a fondo la partitura a ser dirigida ( y no comprándose en
la primera oportunidad algún CD que le “resuelva” el problema, como suelen
hacerlo no pocos de quienes se llaman a sí mismos directores), de estar concientes
de la dimensión espiritual, educativa y social de su quehacer, de manifestarse
como artistas con carácter y sensibilidad, que asuman responsabilidad en el
ejercicio de su quehacer.
Ya lo dijo Sergiu Celibidache en alguna ocasión: “Lo
que un director debe transmitir a la orquesta, es qué tanto impulso y que tanta
resolución requiere el fenómeno musical que se dirige”. No es, pues,
función del director, el desempeño circense, ni histérico, ni arrogante ni
condescendiente.
“De Rerum Musica” culminará con dos conciertos de la Orquesta
Sinfónica de la Escuela Nacional de Música-UNAM, que ya en julio de 2013
cosechó frenético reconocimiento tras su participación protagónica en el
concierto inaugural del festival internacional de orquestas sinfónicas juveniles,
Young Euro Classic, en la Konzerthaus de la capital alemana.
Confío en que
este Diplomado demostrará haber sido
una magnífica oportunidad para apoyar a nuestros jóvenes músicos y, de
paso, apoyar la consolidación de una economía de la música clásica en
México.+++
Ciudad
de México; el 4 de diciembre de 2014.
*Profesor Titular de Carrera en la
Escuela Nacional de Música-UNAM, en la Ciudad de México.
© Sergio Ismael
Cárdenas Tamez, 2014.
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