domingo, 10 de noviembre de 2019

"¡Compón bonito!"




¿Qué es eso de “¡Compón bonito!” ?
por Sergio Cárdenas*

                                                                                            Al Mtro. Francisco Viesca, con gratitud.

   Debe de haber sido hacia 1976 o quizá 1977, cuando tuve la oportunidad de estrenar una obra musical de mi autoría en Salzburgo. Ha sido la única que se ha expuesto ahí.  La sede de Salzburgo de la Radio Austriaca (ORF-Salzburg), organizó en su Estudio un concierto con estudiantes de composición de la entonces Escuela Superior de Música “Mozarteum”. Mi maestro, Gerhard Wimberger, me recomendó y autorizó a que participara con mi “Salmo 23”, ciclo de cuatro canciones religiosas sobre el conocido texto bíblico, que yo había compuesto en 1975 para soprano y piano durante mis estudios con él.

   El ciclo constituyó casi la única vez que recurrí a la técnica dodecafónica de composición, no en el sentido estricto o expresionista de Schönberg, sino un poco más lírico o libre como en Alban Berg. El ciclo, en su dodecafonismo, incluye secciones aleatorias y semialeatorias, así como algunos guiños al recitativo y al dramatismo vocal.

   No me preocupé, entonces, de conservar un registro fonomecánico del ciclo, pero recuerdo que fue bien recibido, aunque hoy confieso que ya olvidé los nombres de quienes lo expusieron y ni siquiera conservo un ejemplar del programa de mano.

   Pero de manera especial recuerdo vividamente que al término del concierto, mi maestro Wimberger, tras felicitarme, me comentó: “ Siga usted por ese camino: sólo componer bonito.” Vaya que si bien me halagó el comentario, también me sorprendió y me llevó a reflexionar sobre el concepto de lo "bonito” en música. El ciclo, por fuerza de esa autoimposición del dodecafonismo, está lleno de disonancias, incluso en algunos pasajes de “clusters”, que son esas sonoridades abigarradas que resultan de prácticamente “empalmar” sonidos que entre ellos están muy cercanos uno del otro en el sistema temperado, como por ejemplo, hacer sonar de manera simultánea los sonidos do-natural, do-sostenido, re-natural, re-sostenido, mi-natural y fa-natural, como si fuera un racimo de uvas, todas pegaditas unas a otras.

   Para muchos oídos, todos esos “efectos sonoros”, asustan, pues no sólo profundizan en el cuestionamiento sonoro-sensorial, sino que también requieren un mayor entrenamiento auditivo o confrontación más frecuente con músicas de esta naturaleza.

   En 1982, durante una gira concertística como director por la entonces URSS, realicé una orquestación de ese mismo ciclo, versión que fue estrenada por la excelente soprano Margarita Pruneda y la Orquesta Sinfónica Nacional de México, en el Palacio de Bellas Artes en el otoño de ese mismo año.  Esta es la versión que grabé con la maravillosa soprano mexicana Rosario Andrade y la Filarmónica de Querétaro, a principios de 1993. Cuando el CD se publicó, llevé varios ejemplares a Alemania, con fines promocionales.

   Un gran amigo mío, que con cierta frecuencia me promocionaba en Alemania, me pidió que le dejara varios ejemplares de mi curriculum vitae  (CV) y alguna grabación que yo dirigiera para anexarla al CV cuando él me promoviera con alguien. Procedí a dejarle varios ejemplares del CD en el que se incluía mi SALMO 23. Una vez que lo oyó, me preguntó: “¿no tienes alguna grabación de otra obra?”. Con cierta extrañeza le respondí: “¿Porqué?”  Entonces me dijo: “¡Los vas a asustar con esa obra tuya!”  Me quedé perplejo y no dije nada más: comprendí que para mi amigo, el SALMO 23 no era una obra "bonita”.

   En su pubertad tardía y en su temprana adolescencia, Mozart recibía “regaños” de su papá porque componía de manera demasiado audaz: la gente se quejaba de sus “atrevimientos” musicales, que no percibía agradables, es decir, “bonitos”, a sus oídos. Ya en 1780, Leopold Mozart advertía a su hijo Wolfgang (quien se encontraba en París buscando trabajo): "Te aconsejo, cuando trabajes, no pensar sólo y exclusivamente en un público musical, sino también en uno no musical; ya sabes que por diez entendidos auténticos hay diez profanos...no olvidar entonces lo llamado popular, que hace cosquillas también a los oídos grandes" (Carta del 11 de diciembre, enviada desde Salzburgo).

   El 25 de diciembre del mismo año, Leopold volvió al ataque: " Procura tener de buen humor a toda la orquesta, adularla y volverla bien dispuesta hacia ti con grandes elogios; porque sé bien cómo compones tú..." (1)


   Mozart no hizo caso a los consejos de su padre: se mantuvo fiel a su honestidad creativa, es decir, fiel a sí mismo. ¿Podemos hoy imaginar siquiera que la música de Mozart es agresiva, o algo similar, a nuestros oídos? ¿Qué es lo que oía su padre Leopold en ella? 

   En 2003, invitado por el entonces Festival Internacional Tamaulipas, dirigí una gira de la magnífica Filarmónica de Cámara de Polonia por ese Estado. El programa incluyó el estreno mundial de mi pieza COLUMPIOS, música para clarinete en Sibemol y orquesta de cuerdas, dedicada a Jörg Baumann, basada sobre un hermoso poema de Rilke. En el concierto que ofrecimos en Reynosa, sucedió lo siguiente:

   Al término del concierto, pasó a saludarme un matrimonio con su hijo. Yo no los conocía. Me hicieron comentarios generales elogiosos sobre el concierto, pero sobre COLUMPIOS, el señor me comentó: “en la primera parte de la pieza, conforme fue desarrollándose, le comenté a mi esposa: “Van ganando los malos”. Poco después de la mitad,  la pieza desemboca en una cadencia del clarinete que, a su vez, culmina en una cita de unos cuantos compases, que siempre me han cautivado, del sublime Concierto para Clarinete y Orquesta, de Mozart. “Cuando eso sucedió”, me dijo el señor, “le dije a mi esposa: “Noooo, ¡¡¡ganaron los buenos!!! Pero luego regresó usted a pasajes como los del inicio y, resignado, le comenté a mi esposa: “pues nada, ganaron los malos”.

   Sobre esta pieza, el Mtro. Armando Plancarte escribió: “Como sucede con todo arte moderno, la obra de Cárdenas retoma elementos clásicos pero a la vez los renueva, los increpa, los transforma, los revalora, los reconduce, los reforma. El compositor conoce muy bien su oficio. Sus años de experiencia al frente de orquestas de primer nivel, en diferentes latitudes, y longitudes, así como su probada sensibilidad e inteligencia auguran buenos resultados. Su música es natural, fluye por si sola, provista de su propio motor interior. “

   Cuando en el año 2003 los excelentes 12 VIOLONCHELISTAS DE LA FILARMÓNICA DE BERLÍN celebraron su 30º Aniversario, Shirley Apthorp escribió en la edición correspondiente al mes de marzo de ese año de la prestigiada revista británica THE STRAD, “que si los violonchelistas berlineses habían incluido en su (entonces) más reciente CD, ‘ROUND MIDNIGHT (publicado por EMIClassics) una obra tan subversiva como el rap para Mozart (The flower is a key), entonces se podría esperar aún mucho de esos violonchelistas.”  Celebraba la señorita Apthorp no que mi pieza fuera "bonita", sino que fuera “subversiva”.

   En fechas recientes, muchos mexicanos y, de seguro, gentes de otros países, lamentaron la muerte de su ídolo José José. Conversando al respecto con un ser muy querido,  admirador profundo de José José, me contó la siguiente historia:

   “En 1977, el nicaragüense Adán Torres mostró al cantante José José  su canción “Almohada”. El cantante le prometió registrarla en México a nombre de Torres; la presentó en el Festival OTTI de 1978, donde quedó en cuarto lugar. Más tarde, la canción fue grabada en Londres y la disquera, seguro que por instrucciones del cantante, dio el crédito correspondiente al autor de la canción en la contraportada del LP.  Ante los embates de la guerra en Nicaragua, Torres emigró a los USA, donde radicaba su hermano. Consiguió trabajo en una lechera de California; ahí se encargaba de limpiar los tanques de 50,000 litros. Para entonces, la disquera asumía que Torres había fallecido. Sin embargo, Torres llamó a la disquera y esta envió a un propio a que le entregara el primer cheque de sus regalías: US$10,000.- Y así siguieron después otros pagos de regalías.”

   Luego, mi amigo querido remató diciendo: “¿porqué no compones algo bonito,  ¡te podrías volver millonario, como Adán Torres!”

   “¡’chale!”, me dije; “entonces ¿qué he estado haciendo en todos estos 50 años como compositor musical?” Debo decir que esta persona conoce casi todas mis composiciones musicales…¡quizá por ello me dijo eso!!!!

   Entonces ¿cómo debe ser la música: siempre “bonita”? Y eso, ¿de acuerdo con cuáles marcos de referencia? Y, en efecto, ¿ debe ser así  la música: “siempre bonita”?  Bruckner comentó que si la gente sólo buscaba que le acariciaran el oído, recomendaba escuchar la música de Brahms. Pero si la gente buscaba ser cautivada, atrapada, arrobada por la música, entonces deberían escuchar su música.

   La “Gran Fuga” (op. 133), que es un movimiento para cuarteto de cuerdas que Beethoven  compuso entre 1825 y 1826, ha sido una de las obras más polémicas del genio de Bonn, por su “violencia y sus muchas disonancias, por su estruendo”. La intención original era que fuese el último movimiento del Cuarteto op. 130, pero el editor se opuso a ello por su tremenda complejidad y dificultad técnica. Se le considera, aún hoy, como una de las obras más “inaccesibles” de Beethoven. Se dice que cuando se estrenó, el público abandonó la sala, dejando solos a Beethoven y al cuarteto de ejecutantes. Un crítico de entonces se refirió a esta monumental obra así: “Es incomprensible como el chino”. 

¿Qué espera uno, pues, de la música?

©SergioIsmaelCárdenasTamez, Ciudad de México, 30 de octubre de 2019.


(1) HILDESHEIMER, Wolfgang: MOZART. Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1982. Pág. 75

*compositor musical, director sinfónico, Director Artístico de Consortium Sonorus,
  orquesta de cámara.

  Presidente de Música de Concierto de México, S. C.




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