sábado, 5 de diciembre de 2015

El Coro del STPM escribe sobre el oratorio "MESÍAS", de G. F. HAENDEL

Durante gran parte del año 2015, tuve la dicha y el honor de trabajar con asiduidad con el CORO del SEMINARIO TEOLÓGICO PRESBITERIANO DE MÉXICO (Ciudad de México) en la preparación del oratorio sacro MÉSÍAS (HWV 56), de G. F. HAENDEL. Esa fructífera colaboración culminó con las dos muy exitosas exposiciones públicas que hicimos de esta joya de la literatura musical universal, en colaboración con la espléndida ORQUESTA SINFÓNICA "Estanislao Mejía", de la Facultad de Música-UNAM y de magníficos solistas vocales.

Invité a los integrantes de ese enjundioso coro a que escribieran alguna reflexión sobre la experiencia de participar en este montaje tan demandante. Aclaro aquí que la mayoría de los integrantes del Coro del STPM, son estudiantes de teología, aunque también participa un núcleo importante conformado por estudiantes del Departamento de Música Sacra de ese Seminario. La intención era que esos textos fueran publicados en el programa de mano del concierto del 5 de diciembre, 2015, celebrado en la Capilla del STPM. No fue posible concretar este proyecto. Por ello, comparto ahora dos textos configurados en respuesta a mi invitación. Los reproduzco en orden alfabético de sus autores.


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VALERIA CARDEÑA*
“Dios me ha visitado”

Al pensar en la pregunta “¿qué significa para ti cantar el Mesías de Handel?”, ineludiblemente pienso en mi Señor Jesús, en el Mesías, en el foco principal de esta obra, y en lo que significa Él para mí; e inevitablemente después de esto, pienso: ¿cómo es que George Frideric Händel compuso una obra tan espectacular? ¿Era él consciente de lo que su obra exponía? ¿Realmente sabía quién era el Mesías?
Al indagar en la historia de Händel nos encontramos con que no todo en su vida fue buena música, salud, felicidad y fama; Händel atravesó en 1741 (después de un derrame cerebral) una época de crisis inspiracional; esta casi lo había dejado en la calle. El gran compositor ahora se veía envuelto de pesar, preocupaciones, deudas y dolor.
Charles Jennens, un poeta y colaborador anterior de Händel es el responsable del texto que podemos encontrar en esta maravillosa obra. Fue su iniciativa intentar “revivir” el espíritu creador de Händel; alguien que entre el tumulto de lobos seguía creyendo en este músico inigualable. El libreto que Jennens había dejado sobre el escritorio de Händel una tarde de agosto, contenía una gran cantidad de citas bíblicas, especialmente profecías de Isaías sobre el nacimiento de Jesús; y algunas otras sobre la vida, ministerio y resurrección de Cristo.
Hoy puedo decir que Dios miraba a este hombre con atención, con compasión, y ansioso 
por mostrarse como el Mesías de su vida. Me gusta imaginar a Händel con lágrimas en el 
rostro a leer la primera frase de dicho libreto: “Comfort ye my people” (Consolaos pueblo 
mío) y siento una emoción palpitante al imaginar el alivio sentido con la frase “that her 
 iniquity is pardoned” (su iniquidad ha sido perdonada). 
 
Indudablemente pienso que estas palabras no carecían de sentido; sé que debían significar 
algo para este hombre, y creo esto al ver la belleza de la obra tan majestuosa que compuso: 
“El gran Mesías de Händel” Creo que el consuelo y la verdad que de ellas manaba fue lo 
que permitió que esta obra -escrita en tres semanas- cambiara la vida de Händel. Ellas 
fueron quienes revivieron al músico dolido y quebrantado, y quienes lo convirtieron en 
un hombre compasivo y agradecido; estas palabras convirtieron su llanto y pesar, en una 
expresión de alegría: “Dios me ha visitado”. 
 
Menciono esta parte de la vida de Händel porque quiero resaltar el poder de estas palabras 
en su vida. Mirar la vida destrozada de este grandioso músico me llena de tristeza, pero ver 
el poder de la Palabra de Dios, me conmueve hasta las lágrimas. Y puedo decir con gran 
certeza que “…la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos 
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu…”. No sé hasta qué punto cambió el corazón 
de Händel, ni sé si verdaderamente continuó creyendo en el Mesías o viviendo una vida 
arrepentida; no, con certeza no lo sé,  pero si sé que después del Mesías la vida de este 
hombre no continuó siendo la misma, porque La Palabra de Dios trae consuelo, alivio, es 
más dulce que la miel, y jamás continúas igual después de tener un contacto profundo 
–no superficial- con ella.
 
 La gran comisión en mi vida es predicar al Mesías, decirle al mundo entero que Jesús ha 
muerto por los pecados de muchos, y que Él ha resucitado; es cantar todos los días de mi 
vida el amor de Cristo; y esta obra me permite hacerlo. 
 
Confío que Dios se place en usar la música  para salvar vidas miserables; sé que estas 
palabras pueden cambiar un corazón de piedra por uno de carne y sé que cantar del 
Mesías jamás será algo vano; sé que predicar al Mesías con mi canto aliviará mi alma y l
a de muchos otros, y por ello canto, porque cantar es anunciar, decir, proclamar; y yo 
proclamo al Mesías, a mi Salvador. 
 
Händel ordenó que todas las ganancias obtenidas por el Mesías fueran “donadas a los presos y a los huérfanos y a los enfermos” y dijo: “Yo mismo he estado enfermo y ahora estoy curado; estuve preso y ahora estoy en libertad”

Que todos al finalizar esta obra podamos decir con alegría y certeza como dijo Händel: “Dios me ha visitado”


* Integrante del Coro del Seminario Teológico  Presbiteriano de México, soprano.
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 CARLOS ELÍ MONTIEL ÁLVAREZ*

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El Mesías.

El Mesías, un concepto con una definición incontenible que ha evolucionado y se ha consolidado a lo largo de las eras, y por tanto, a pesar de las distintas culturas mediante evoluciones semánticas; hoy, el concepto de -El Mesías- ha encontrado su más perfecta definición en la persona de Cristo Jesús, el nazareno, de quien cantamos y a quien cantamos hoy.

Expresar lo que siento y creo al interpretar esta bellísima obra resulta una tarea imposible de concluir cuando el recurso a utilizar son las palabras y mi pobre vocabulario; sin embargo, vienen a mi mente más de un par de aspectos imprescindibles para el momento de la asimilación, ejecución y proyección del oratorio:

Como estudiante de teología puedo decir que la iglesia cristiana, sin importar la tradición, ha fundado su identidad sobre tres bases sólidas: la teología, la alabanza y Cristo.

-        Reconocemos que la Palabra, y sólo la Palabra de Dios es absoluta; sin embargo la Iglesia no sólo tiene la necesidad, sino el deber de formular teología; de replantear el uso y empleo de esa Palabra divina. En ese sentido, es la teología una actividad confesional que siempre ha intentado hacer frente a los desafíos representados por las ideologías en turno de cada siglo.

-        El perfil teológico ha determinado la calidad de la alabanza a través de la historia, y me refiero a esto en términos estéticos, pero además espirituales.
Es evidente que, al menos en el período barroco al que pertenece este maravilloso oratorio, los grandes compositores siempre dieron evidencia de una fuerte convicción acerca de Dios, elemento que sin duda dio origen a lo sublime de estas obras que requieren alto nivel de exigencia, digno de aquel a quien se dirige.

-        Toda sana teología y toda digna alabanza funcionan como premisas que dan validez a una sola conclusión: Jesucristo es el Señor. Y solo es posible llegar a dicha conclusión cuando se experimenta una verdadera e impactante presencia de Cristo en la vida del creyente y de la Iglesia.

Estos elementos se hacen presentes también en “El Mesías” de Händel: hay teología en la manera en cómo se reinterpretan textos veterotestamentarios a la luz del mensaje cristiano; hay alabanza al reflejar lo glorioso de cada texto en una exquisita variedad de figuras musicales que elevan el espíritu; pero por sobre todo, se encuentra Cristo, inspirador del autor, e inspirando a los intérpretes y a cada hombre y mujer oyente a depositar su ser en Él.

G. F. Handel, a lo largo del oratorio nos lleva a representar distintos personajes de la historia bíblica siendo a veces mensajeros, en otras ocasiones ángeles, incluso un pueblo airado esperando con morbo ver al Cristo siendo crucificado; tal vez esto pudiera ser parte de lo que define un –oratorio- en aspectos técnicos, pero existe un momento culminante, al expresar todos juntos unánimes: ¡Digno es el Cordero que fue inmolado de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza! (Ap. 5:12), es en ese momento cumbre cuando no interpretamos ningún personaje, sino que afirmamos la identidad de nuestra institución (STPM) y del Ser Cristiano como criaturas redimidas ejerciendo la acción para la cual hemos sido llamados de muerte a vida, esto es, alabar por siempre al Señor Jesús, nuestro eterno Rey.


*Integrante del Coro del Seminario Teológico Presbiteriano de México, bajo.

 

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