“Aquí, mi papá hacía esto…”
por Sergio Cárdenas *
En la primavera de 1978, Sergiu Celibidache (1912-1996) dirigió, por primera vez, la Filarmónica de Munich. La dirección titular de esa agrupación bávara había quedado vacante desde la muerte de Rudolf Kempe (1910-1976), que había sido su titular desde 1967. La comisión representativa de la orquesta dio a conocer que por acuerdo de sus integrantes, habían decidido ofrecerle la titularidad a Sergiu Celibidache, para lo cual esa comisión se trasladó a París, donde residía el Maestro, con el fin de plantearle la decisión orquestal. Celibidache agradeció la atractiva oferta, condicionando su aceptación a que le permitieran dirigir un par de conciertos para que él y la orquesta pudieran conocerse.
Una vez afinados estos detalles, Celibidache viajó a Munich para empezar los ensayos del programa que resultó un parteaguas en la historia de la orquesta y una sensación que movió a la euforia a propios y extraños. En el programa: la obertura a “La Flauta Mágica” (MOZART), el poema sinfónico “Muerte y Transfiguración” (STRAUSS) y el “Concierto para Orquesta” (BARTOK).
Al enterarme de tan espectacular noticia, dispuse de mis horarios laborales en Salzburgo para poder atestiguar ese histórico acontecimiento: pude asistir a todos los ensayos y al primer concierto público, llevados a cabo en la que entonces era la sala principal de conciertos de la filarmónica bávara: Herkules-Saal.
Ya el primer ensayo cimbró a la orquesta que, de golpe, descubrió “otra” manera de abordar la música (yo diría: la única manera posible), con un Celibidache entusiasta y serio, expresivo y meticuloso, propiciador y estimulante: la orquesta se redescubrió y, como comentó el Maestro al final del primer concierto, “tocó mejor de lo que pueden”. Celibidache fue Director Artístico de la Filarmónica de Munich en el periodo 1979-1996. Cuando asumió esa posición, prometió que ubicaría a esa orquesta entre las mejores del mundo, lo cual, en mi consideración, cumplió con creces, desmintiendo el criterio que muchos tenían sobre esa orquesta, sobre la que alguna vez von Karajan (1908-1989) dijo, despectivamente, que era “una orquesta de provincia” . La era Celibidache en Munich resultó ejemplar y tremendamente exitosa. Sé de personas alemanas que en cuanto supieron de la nueva posición del Maestro en la capital bávara, se mudaron a esa ciudad, para poder vivenciar sus míticas exposiciones musicales. El número de abonados a las temporadas de la filarmónica muniqués, se catapultó a más de 15,000, por lo que cada programa tenía que ser ofrecido, al menos, cuatro (4) veces, para satisfacer la demanda de su público.
Sentado en el rincón de la fila más alta del balcón, a la altura del escenario y del lado izquierdo del Maestro, descubrimos en aquel primer ensayo de Celibidache en Munich, quizá tratando de pasar desapercibido, a Carlos Kleiber (1930-2004), quien se mantuvo solo, impávido, impertérrito durante todo ese primer ensayo. A los demás que habíamos llegado a Munich desde diversas partes de Europa para asistir a esos ensayos, también nos mandaron al balcón, del lado derecho del escenario. Por ello pudimos observar todas las no-reacciones de Kleiber a lo largo del ensayo, no volviéndolo a ver en ningún otro.
Carlos Kleiber
En las postrimerías del sexenio López-Portillo (1976-1982), Carlos Kleiber estuvo en México dirigiendo un par de conciertos de la Filarmónica de Viena en el marco del Festival Internacional Cervantino. Yo asistí al concierto que ofrecieron en la Sala Revueltas, del CCOY (CdMx). El programa incluyó, si no mal recuerdo, la Sinfonía no. 3, en Re-Mayor, de SCHUBERT, y la Sinfonía no. 5, en do-menor, de BEETHOVEN. El primer movimiento de esta última sinfonía, tiene retos muy especiales para el director; durante muchos años se ha “discutido” sobre el significado de los calderones (fermata) y su respectiva resolución. Observando ese concierto, no entendí lo que Kleiber hizo en uno de esos calderones. Al finalizar el concierto, me acerqué a saludarlo y le pregunté al respecto. “No sé”, me respondió, “yo espero a que la orquesta empiece de nuevo y luego la sigo”.
En el otoño de 1983, gracias a un permiso que me otorgó el INBA, puede pasar tres meses en Alemania, concentrados en asistir y observar ensayos y conciertos de los dos directores más emblemáticos del momento, Herbert von Karajan y Sergiu Celibidache. En Munich, asistiendo a los ensayos y conciertos de Celibidache y, para mi fortuna, a veces conversando con él (hablaba perfecto español!), vi anunciado un concierto de la Orquesta de la Ópera Estatal de Baviera, dirigido por Kleiber como Director Huésped. Logré colarme a uno de sus ensayos (normalmente, no estaba permitido). Ese día, tocaba el turno a la Sinfonía no. 6, “Pastoral”, de BEETHOVEN. Durante todo el ensayo, las “correcciones” de Kleiber fueron: “Aquí, mi papá hacía esto…” y procedía a cantar el pasaje o decir que hicieran ahí tal o cual efecto.
Kleiber, quien había nacido en Berlín, fue llevado muy pequeño a Buenos Aires, adonde huyó su papá (Erich Kleiber, 1890-1956)) de la persecución y acoso nazi. En Buenos Aires, Carlos creció prácticamente en el Teatro Colón, donde su padre era el director artístico. Seguro que de ahí su afinidad operística. Carlos dirigió siempre sólo el repertorio del S. XIX que acostumbraba dirigir su papá, centrado esencialmente en el repertorio alemán. De ahí que su repertorio no fuera tan extenso. Su padre Erich, una gran figura en la música europea, ha pasado a la historia, entre otras cosas, por la audacia de su repertorio: lo más notorio fue el estreno mundial, en 1925, de la ópera “Wozzeck” (BERG) y los intentos de estrenar la otra ópera de Berg, “Lulú”, que Goebbels etiquetó como “música degenerada” y prohibió su ejecución, lo que llevó a Erich Kleiber a renunciar al poderoso puesto de director de la ópera estatal de Berlín, en 1937.
Un dato muy interesante: la Suite que más se conoce de “Redes”, de Silvestre REVUELTAS (1899-1940), fue configurada por Erich Kleiber en 1937 , con base en lo que Revueltas compuso para la película homónima, codirigida por Zinnemann-Gómez Muriel, de los años 1934-1936. Queda claro que Erich, a diferencia de su hijo Carlos, mantuvo una trayectoria actualizada, más indagatoria y acorde con la creación musical contemporánea.
Al terminar aquel ensayo de Carlos Kleiber con la Orquesta de la Ópera Estala de Baviera, al que asistí , me acerqué a él para invitarle a venir a México a dirigir en la temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional. Era la época (1983) de la enormes penurias económicas del país tras el desplome de los precios del petróleo y la nacionalización de la banca. Confieso que a pesar de la decepción que causó en mí ese ensayo, sucumbí a la tentación de invitar a Kleiber porque era un personaje muy famoso que, según yo consideraba, podría ser benéfico para la OSN-Mex. La única respuesta de Kleiber fue: “No, ahí no tienen ahora dinero, no me interesa”. Se ha sabido que el único comentario vertido por von Karajan sobre Carlos Kleiber, fue: “Él sólo dirige cuando su refrigerador está vacío”.
Carlos Kleiber
En mayo de 1989, Carlos Kleiber publicó en el semanario alemán Der Spiegel (1), un telegrama a Celibidache que firmó como si lo hubiera enviado Arturo Toscanini desde el cielo (¿cómo supo Kleiber que Toscanini estaba en el cielo?), telegrama en el que le recrimina sus diversos comentarios sobre otros directores, comentarios que tenían muy irritados a los “buenos modales de la corrección política” y, sobre todo, a la industria discográfica. Celibidache, acostumbrado a hablar de frente y sin ambages, no emitía críticas negativas sobre sus colegas, sino diagnósticos sobre ellos, como trascendió en su momento. No se ha sabido que Celibidache haya hecho, jamás, algún comentario sobre los Kleiber, en especial sobre Carlos, de quien fue contemporáneo.
*Director Artístico de CONSORTIUM SONORUS, orquesta de cámara.
Blog de Sergio Cárdenas: http://onomatopeyadeloindecible.blogspot.com
Ciudad de México; el 13 de julio de 2020, “Día Internacional del Director de Orquesta”, instituido a raíz del homenaje que hizo a Kleiber la Ópera Estatal de Baviera, en 2014, en el décimo aniversario de su fallecimiento.
©SergioIsmaelCárdenasTamez
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