jueves, 7 de mayo de 2020

Las Andanzas de un Granuja Como Tema Musical


LAS ANDANZAS DE UN GRANUJA COMO TEMA MUSICAL


   Terminado el 6 de mayo de 1895 y estrenado en Colonia, Alemania, el 5 de noviembre del mismo año, el poema sinfónico “Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel” (Till Eulenspiegels lustige Streiche”), opus 28, del compositor alemán Richard Strauss (1884-1949), es una de las obras orquestales más virtuosas y más populares.  La obra está dedicada al Dr. Arthur Seidl, amigo del compositor.  Strauss posee  un estilo musical ecléctico en cierta forma, que transita con brillantez entre un romanticismo tardío (de clara descendencia wagneriana),  un impresionismo a la alemana (es decir, de una polifonía instrumental) y las inevitables influencias de la época mostradas en los pasajes de indefinición armónica o atonales que encontramos en su ópera “Elektra”, todo manifestado con ejemplar elocuencia retórica.

                                                       Richard Strauss

   El legado musical de  Strauss incluye 17 obras musicales para la escena (ópera, ballet, etc.), 14 obras orquestales, 6 obras concertantes, diversas obras de música de cámara y una gran cantidad de canciones.  A sus 31 años, Strauss ya había compuesto algunas de sus obras más populares, como lo son los poemas sinfónicos : “Don Juan” y “Muerte y transfiguración”.  Además, estaba casi recién casado y ya tenía en su haber una posición importante: la de director musical de la ciudad de Munich.  En este contexto parece lógico que Strauss haya seleccionado el tema de Till Eulenspiegel para su siguiente obra musical.

   La historia de este pícaro fue recopilada por el monje franciscano Thomas Murner, quien dice que este simpático pillo nació hacia el año 1300 en la ciudad alemana de Braunschweig.  Strauss intenta primero escribir una ópera basada en este tema e inicia la escritura del libreto, pero abandona la idea una vez que hubo terminado de redactar el primer acto y decide hacer una descripción sinfónica de este personaje cuyas características, como las de todo bribón, eran su falta de respeto por las diferencias de clase y un estilo de vida muy libre.  Till no hacía distingos entre reyes o campesinos, entre religiosos y ateos ni entre cultos e incultos: todos eran víctimas de sus travesuras y se la pasaba sobreviviendo gracias a una gran capacidad para poner en marcha trucos astutos e ingeniosos.  La descripción musical que Strauss hace de Till refleja un sentido de humor incontenible así como una fuerte dosis de escenas sátiro-cómicas; a veces presenta a Till como un payaso que ríe siempre y anda todo el tiempo con un chiste en los labios.  Como el gran maestro de la representación y no de la expresión que fue Richard Strauss, el personaje de Till parece haber sido mandado hacer a la medida de los propósitos de Strauss. Este poema sinfónico da oportunidad a las orquestas de demostrar su virtuosismo en un contexto relajado y desdramatizado en el que la obra transcurre  con desparpajo de un efecto musical a otro, como  transcurren en la historia las travesuras de Till.

      La fuente dedicada a Till Eulenspiegel, en "su" ciudad alemana, Braunschweig.

    Strauss seleccionó la forma musical denominada Rondó, selección que prueba haber sido por demás acertada:  la forma Rondó tiene un tema principal que alterna con otros temas secundarios y por ello resulta apropiada, pues después de cada episodio de travesuras (descrito por un tema secundario), retorna el tema principal de nuestro héroe y con ello nos enteramos de que ha salido incólume de sus andanzas.

   Till está representado por el corno francés, que hace acrobacias para arriba y para abajo.  El corno francés empieza su melodía lentamente como si Till se desplazara  despreocupado con las manos en las bolsas de su pantalón diciendo ¡ Aquí estoy ! ; pero luego nos sorprende acelerando su paso.  Este tema musical que describe a nuestro personaje, Strauss lo hace tocar a varios instrumentos de la orquesta con lo cual nos parece describir a un Till que salta de un lado para otro y que quiere hacerse admirar por todos.  Como la época en la que vivió Till era una en la que todos cabalgaban, Till no podía quedarse atrás; para ello parece haber escogido un burro, pues el caballo le era demasiado elegante.  Iba sobre su burro cuando divisó a lo lejos un gran mercado de plaza que le inspira de inmediato una travesura: le da con sus espuelas al burro y sale disparado arremetiendo con ímpetu contra las mesas y los bancos de los puestos, los jarros y los platos, asustando a las  gritonas mujeres mercaderes, haciendo cacarear a las gallinas y berrear a los borregos para, tras esa gran confusión, huir y detenerse a una distancia segura para disfrutar de sus fechorías.  De inmediato cambia de disfraz y se vista de cura subiendo al púlpito y espetándole a la atónita feligresía una tan tremenda como cínica prédica en la que les reprende por sus maldades.  Tras esto Till parece ser reprendido y advertido por su conciencia: un solo de violín nos sugiere que Till se pregunta si habrá estado bien lo que ha hecho, a lo que los metales responden un tanto amenazantes.

   Pero Till no tiene tiempo para este tipo de reflexiones; su siguiente travesura será una cosa seria: Till se enamora.  Apenas el romance hace “click” (señalado con un golpe del triángulo) y pronto suspiran los violines y los violonchelos.  Cuando Strauss hace decir estas declaraciones de amor a los violines, anota la siguiente instrucción : “derritiéndose de amor”. El romance de Till empieza con gran fogosidad pero rápido se da cuenta de que esta táctica es demasiado tempestuosa y se vuelve más tierno; pero tampoco avanza y obtiene como respuesta de su amada  tremendo bofetón que oímos con toda claridad en el timbal y aunque esto pone furioso a Till, también lo desanima.

   ¿Cómo compensar esta infelicidad en el amor? Till decide volverse filósofo y se inscribe en la universidad. Los honorables profesores son representados por las maderas graves y el peso de su saber los hace bostezar continuamente. 

   Pronto empieza la discusión filosófica y Till barulla sus argumentos como si fuera un esgrimista.  Los catedráticos no están acostumbrados a tal embestida y se preocupan por dar respuestas acertadas pero sólo tartamudean.  La discusión sube de intensidad y los profesores, por su propia inseguridad, gritan cada vez más fuerte, más fuerte como lo hacen los metales y la percusión en la orquesta.  Cuando el ruido de esta discusión alcanza su punto máximo, Till corre feliz y canta de manera insolente una melodía que tiene más carácter cabaretero que universitario.

   Till sale tan bien librado de todas sus pillerías que se crece y siente ser el más grande de todos.  Con esos aires de grandeza y altanería andaba cuando fue aprehendido y llevado a los tribunales, acción que nos describen los amenazantes redobles de los tambores.  Pero Till ni sufre ni se acongoja y le hace saber al tribunal su indiferencia silbando con displicencia (melodía del clarinete requinto).  Entonces el tribunal amenaza con mayor fuerza;  Till quiere defenderse pero el tribunal no lo deja y lo interrumpe de tal forma que apenas se pueden oír sus peticiones.  Y como a grandes males hay que darles grandes remedios, el tribunal emite rápidamente su sentencia : “¡ pena de muerte !” (enunciado por los trombones).  Till es de inmediato llevado al cadalso de donde parece querer huir pero no lo logra; la flauta nos describe el último suspiro de Till.

   En el epílogo de su narración sinfónica, Strauss vuelve al mismo tema con el que lo inició ; parece decirnos de nueva cuenta que “había una vez un chavo bribón”, pero ahora con un dejo de tristeza pues, aunque bribón, también era simpático.  Pero un verdadero  pícaro no puede morir; y así , inesperadamente, la obra termina de manera brillante como si nos dijera que aunque Till muere en el cadalso, ¡ vive para siempre !.

Son pocas las obras instrumentales que contienen una descripción tan explícita como la contiene este op 28 de Richard Strauss.  Resulta interesante notar la frescura y el desparpajo así como el absoluto dominio del oficio de la composición musical con el que  Strauss se comunica en Till Eulenspiegel.  Alguna vez se le inquirió sobre el propósito que perseguía en esta obra y respondió con un desparpajo similar : “sólo he querido que el público que normalmente está serio en los conciertos, por una vez en su vida se ría”.


Texto incluido en el libro del autor publicado bajo el título ESTACIONES EN LA MÚSICA, de la serie Lecturas Mexicanas, Conaculta, Ciudad de México, 1999. 

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